La luz que nos permite ver hay que buscarla en la brisa del mar, por los caminos del aire, en las espigas del sol, en la propia belleza de la vida. En un mundo como el actual, a menudo marcado por mil adversidades generadas por el propio ser humano contra sí mismo, tenemos el deber de ofrecer un cambio de actitudes, un rejuvenecido anuncio de esperanzas que reavive otra esperanza y otra… Cuando uno pierde la ilusión por vivir es incapaz de percibir que en cada amanecer habita una balada de sentimientos que vale la pena gozar y compartir.
Hemos de abrir los ojos a la vida y dejarnos sorprender por ella. La vida no se ha hecho para malgastarla, ni para entrar en batalla unos contra otros, sino para vivir la luz que nos embellece, que no es otra que la bondad y la virtud. El ser humano tiene que valorar mucho más esos caminos inmensos llenos de posibilidades, que es la propia existencia, o sea, el deseo permanente por coexistir unos junto a otros. Estamos obligados a entendernos y a comprendernos. No se puede olvidar que el planeta somos todos y lo hacemos entre todos los seres humanos.
El amor es la auténtica luz que nos puede salvar de las garras de la desesperación. Ama y haz lo que desees, porque todo será como un bálsamo de luz en medio de las sombras. Es una receta que cura todos los males. Los moradores de este planeta debemos saciarnos de amor, cultivar el amor, entregarnos al amor, pero a un amor que escucha y corrige, a un amor que perdona y advierte, a un amor que mira con malos ojos todo lo que no es amor verdadero. Para combatir la plaga del odio, para respetar a las mujeres y niños, para avanzar hacia la paz, la única fuerza y la única luz que hay en esta vida viene del afecto con el que nos alimentemos.
Quien pone el discernimiento es la conciencia, un instinto que nos lleva a juzgarnos, –como dijo Immanuel Kant-, a la luz de las leyes morales. Perdida la moral nos alcanza la noche y sus angustias. El mundo debe recuperar su propia humanidad y aprender del semejante más que intentar convencer. Uno tiene que ser lámpara que ilumina y, a la vez, espejo que refleja mansedumbres. La entereza no teme a ninguna de las luces, ella misma resplandece por si misma y nos permite saber mirar y ver. Es fundamental que la brillantez de las ideas se injerte en nuestro diario. Al pan, pan, y al vino, vino, que dice el refranero.
Palabras hondas y claras siempre dan luz. En los países verdaderamente democráticos, es la claridad con la que se exponen las políticas quien gobierna. Por desgracia, la transparencia, la rendición de cuentas y una gobernanza aglutinadora, vemos que ha retrocedido en muchas partes del planeta. Tanto es así, que debemos buscar la luz de los auténticos demócratas con urgencia y ponerlos manos a la vida. Ellos son el referente que el mundo precisa antes de que nos sorprenda la oscuridad para siempre.