La emergencia de la sociedad civil y de los movimientos sociales en un mundo de contrastes, significa un cambio de paradigma social, que a mi manera de ver es muy saludable, porque avanza en una dinámica de compromiso ciudadano que merece la pena avivar. Ciertamente, sólo desde una sociedad participativa se pueden resolver problemas globales. Está visto que el uso de la política como instrumento dominador, genera corrupción y sobornos, haciendo un daño enorme a los sistemas democráticos. Ha llegado el momento de rechazar los mesianismos políticos que no entienden de diálogos, que emplean la descalificación permanente y la exclusión de pensamientos diferentes para imponer su propio interés.
Cuando se convierte la política en un instrumento de poder, en lugar de un servicio incondicional y transparente a la ciudadanía, se pierden todas las garantías sociales y de derecho. Una verdadera democracia requiere decisiones éticas, que únicamente pueden imprimir aquellas personas cultivadas en los valores humanos. Hoy es vital ese compromiso ciudadano en todo el mundo, sobre todo para acrecentar una mayor mundialización de la conciencia ciudadana, que nos lleve a una sociedad más justa, libre y responsable. Desde luego, para salir de esta crisis mundial, primero hay que sentir la pertenencia al mundo entero, después trabajar por ese mundo global, y al fin, sentir el compromiso de que trabajar por la especie constituye un deber indispensable.
Es una obligación que todas las instituciones y gentes del mundo ayuden a los africanos en sus esfuerzos por construir un ambiente de prosperidad, democracia y paz en sus países. Sin duda, es una buena noticia que el Reino Unido y Estados Unidos promuevan en el G-8 un «programa de apoyo» a las revueltas árabes. Tampoco se puede vivir con grandes desequilibrios. Será honesto, igualmente, que las grandes economías emergentes de Asia y América Latina, que en este momento lideran la recuperación mundial, adquieran el compromiso de injertar mesura en el planeta. Naturalmente, es muy difícil pedir sensatez si uno tiene el estómago vacío.
La ciudadanía, toda ella, también los líderes mundiales deben invertir más en nutrición. Como dijo Oscar Wilde, aconsejar economía a los pobres es a la vez grotesco e insultante. Es como aconsejar que coma menos al que se está muriendo de hambre. Con urgencia se debe establecer un compromiso de moralidad pública. De lo contrario, será difícil salir del caos y levantar cabeza, pues se trata de cambiar comportamientos. Ahora bien, ningún derecho humano está seguro sin compromiso ciudadano. Es indispensable, por lo tanto, un planteamiento global de los mil desconciertos que nos afligen y un empeño serio de su defensa por parte de todos los ciudadanos.