LOS ENFERMEROS DELHAMBRE (y IV): Cáritas

En el corazón de Cáritas
Javier Pérez

EN LA SEDE DE CÁRITAS ALMUÑÉCAR HAY UN GOTEO INCESANTE DE GENTE. ALGUNA MADRE CON SU HIJO. UN PEQUEÑO QUE LLORA. INMIGRANTES MAGREBÍES, TAMBIÉN JÓVENES. «POR ENCIMA DE LOS PAPELES ESTÁ LA CARIDAD», DICE D. EUGENIO, PÁRROCO DE LA CIUDAD.

El particular arco del triunfo de Almuñécar anuncia un festival del teatro clásico en El Majuelo. Pero ahora, en lugar de aceite y salazones fenicios, me interesan los paquetes de alimentos que reparte Cáritas Parroquial en la iglesia de El Salvador. Son otros dramas, y se representan diariamente.  Me sorprende el ambiente. Hay alegría, buen rollo. Incluso en los que esperan en el recibidor del local para recoger sus vales de alimentos. Son los primeros que veo. Me sorprende la juventud. La media es de 30 años. «Es una pena», dice Pepe, «pero aquí están, aunque los abuelos también abundan». Él ha informatizado la ayuda y le va pasando a Mariza los datos de cada usuario. Es un tipo listo y salado. Como María Victoria, pequeña pero con la energía de una bomba. «Ahora hay menos porque trabajan un mes o dos y hay inmigrantes que se han ido», dice. Me hacen reir. Y lo agradezco.
La oficina esta presidida por un cuadro del Cristo de Dalí. Al lado, un cartel del Plan de Ayuda Alimentaria de la Unión Europea «para las personas más necesitadas» y una copia de los requisitos de ayuda, para que quede claro que se hacen las cosas bien. Hay un goteo incesante de gente. Alguna madre con su hijo. Un pequeño que llora.  Inmigrantes magrebíes, también jóvenes. Los usuarios firman, recogen su vale y bajan al sótano. Allí destacan los tronos vacíos, estacionados como coches, y la figura de un hombre grande y bonachón que entrega el paquete de alimentos correspondiente.
Llega Don Eugenio Valero, párroco de la ciudad desde hace de 30 años y presidente de Cáritas Parroquial Almuñécar. De presencia casi carísmática, rompe el hielo con cariño, como diculpándose por la tardanza: «cuando una sube, debe aprender a bajar».
Por encima de los papeles
En el ordenador están los datos de más de 500 familias que reciben ayuda entre una y tres veces al mes, según el número de miembros. Nos hablarán, sin embargo, de la flexibilidad con las normas. Don Eugenio lo dice muy claro, también muy despacio: «no podemos rechazar a una persona que no traiga unos papeles en un momento determinado, porque por encima de los papeles está la caridad». Ya habrá tiempo después para  justificantes. Y algo más, también importante: «La ayuda no se reduce a a bolsa». En la entrevista a fondo con los posibles perceptores afloran otros problemas y necesidades. Ya se sabe que no solo de pan vive el hombre
La  ambición  es grande aunque los medios sean insuficientes. Por ejemplo, no disponen de cámaras frigoríficas y es imposible almacenar los alimentos no perecederos. «El otro día tuvimos que tirar tomates», dice Manuel Buendía, Director de Cáritas Almuñécar.  Manuel es de historias. De contarlas y de vivirlas, digo. Se apasiona al describir la generosidad de la ciudad. Como la de un chaval que entrega un kilo de arroz en la colecta de ayuda solidaria del colegio y luego decubren que formaba parte de la bolsa de alimentos entregada a su familia. Historias de gente que no cuenta sus apuros y hay que ayudar casi en secreto o de visitas nocturnas, casi de madrugada, para que nadie se entere.
Con las manos abiertas
«Cáritas siempre se ha considerado como el corazón de la parroquia», dice Don Eugenio, «tenemos la alegría de que ha prendido fuertemente en medio de la gente, que la llevan dentro del corazón». Manuel Rodríguez, el ecónomo, lo rubrica: «Cáritas se ha hecho creible y la respuesta esta llena de generosidad».
Los sexitanos, empresas y particulares, también se han distinguido por los ingresos en efectivo. Y es que los frentes se diversifican, por ejemplo, en atención domiciliaria a personas mayores y enfermos. En estos días esperan incluso la resolución favorable de un alquiler social para evitar un deshaucio. La colaboración de asesores fiscales y abogados está siendo esencial.
En el inventario de donaciones y ayudas, destaca que en momentos puntuales han sido las aportaciones de la comunidad las que han resuelto un problema.Un billete generoso, entregado a las puertasdel centro por una mujer con prisa, que acaba con la escasez de azúcar o leche. Como eso, mucho, dice Manuel Buendía, el hombre de las historias, con los brazos crucificados. Donde no llega la ayuda oficial, llegan los ciudadanos y las empresas. Algunas han aportado grandes cantidades. Sus donaciones tienen una desgravación fiscal del 25 por ciento.
Mientras llega el inhabitable mediodía del verano, el párroco y el ecónomo, aseguran que siempre se ha dado «un fin útil» al dinero que les ha llegado. Y parece que ha sido mucho. Antes, reformando templos. Ahora, luchando contra el hambre y  la falta de vivienda o ropa. Me hablan de los 40 000 mil ladrillos partidos que se utilizaron para cubrir los agujereados muros de la iglesia Mayor. De la pequeña travesía de un hombre diabético que qedó ciego, que confirma el respeto ciudadano hacia la institución. Y de la madre que gastó su pequeña herencia en comprar un sagrario a sus hijos.
El placer lento de la conversación  complica la visita al ropero. En otra ocasión. Lo pienso mientras me dejo llevar por una cerveza glacial y una frase de Pepe, el hombre listo y salado: «Lo que haces bien, lo harás solo una vez». Pues eso.

1 COMENTARIO

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