Viendo como está el patio en nuestros país, a caballo entre la crisis inventada por los mismos que ahora se están haciendo ricos y que cada vez provoca más paro y desigualdad, unido a la corrupción que rodea a la clase política y a sus adláteres aprovechados, bueno será echar mano de un libro –si la economía doméstica o los recortes en educación nos lo permiten– para hacer que la mente escoja a su antojo derroteros varios alejados de la bochornosa corruptela de la que lleva tiempo vestida la actualidad española y que cada día nos regalan los medios informativos de ámbito nacional.
Así pues: En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…….en este día 23 de abril de 2013, traigo a colación, que se conmemora el fallecimiento de uno de los mayores escritores universales en lengua castellana que ha dado la literatura en su máxima generalidad, Miguel de Cervantes, el autor de la obra cumbre y excepcional «Don Quijote de la Mancha» –el ingenioso hidalgo / el ingenioso caballero–. Pues bien, en este día se cumplen nada más y nada menos que 397 años de su desaparición, es decir, dejó la vida terrenal en 1616 a una edad avanzada para la época que le tocó vivir, a las 69 primaveras, pues en esta estación pereció; por lo que dentro de tres años (2016) –y con el deseo puesto en que nuestro país camine por otros senderos más justos para todos, vamos, sin tanto bribón suelto– habrá que poner de nuevo la mirada en la obra que lo hizo eterno, colocar alfombra roja y biblioteca engalanada para el que ha de ser el 400 aniversario de su muerte y recordar la figura de un Cervantes siempre referente que comenzó a ser mito literario, sin saberlo, con 1.200 ejemplares en su primera edición de 1605.
Esta noticia viene a coincidir, lógicamente, con el Día Internacional del Libro, jornada que ha de hacernos reflexionar sobre la importancia que tiene la lectura para todos, pero de manera especial, para nuestros hijos e hijas, de forma que desde pequeños alimenten la costumbre, el hábito de «saborear» un buen libro pasando suavemente sus páginas mientras imaginan mil y una historias. Esta labor debe de ser tarea compartida por los profesores en el capítulo de la enseñanza y de los padres en el apartado de la educación, si me apuran, en los valores primeros de la propia comunidad.
De vuelta al genio de la pluma y la quimera, resulta ciertamente paradójico que no se sepa a ciencia cierta donde están enterrados sus restos, por lo menos, para acudir a rendirle pleitesía por su maestría literaria y embajador –aún sin pretenderlo– de nuestra lengua y a veces nuestras maneras de entender la vida. Si bien su cuerpo tuvo sepultura en el convento de las Monjas Trinitarias de Madrid –a petición del propio escritor– según los estudiosos, las posteriores obras realizadas provocaron que en varias búsquedas no se hallasen sus huesos, máxime cuando Cervantes no tuvo descendientes y porque su tumba quedo en el olvido junto a otra ingente cantidad de enterramientos.
Y como pasa ahora con la machacona Merkel alemana y el tedioso y desorientado Parlamento Europeo, que marcan permanentemente con sus decisiones y visiones futuristas el camino a seguir de los españoles, tuvieron que ser ingleses y franceses –cuando se tradujo el libro– quienes nos dijeran el valor de «El Quijote» y el genio que teníamos en España, que ya en el siglo XVII señalaba el guión de la denominada Novela Moderna. Sirva lo anterior como ejemplo de que como sociedad hemos de tener más confianza en nosotros mismos y en nuestras posibilidades; creernos realmente cada mañana que podemos ser más de lo que somos pues tenemos los recursos, las capacidades, las ganas y el empeño de hacer de nuestro país, nuestra región, nuestra provincia, nuestra comarca y nuestra ciudad un mundo mejor mediante un crecimiento armónico, respetuoso, igualitario y lleno de oportunidades para el conjunto de la población, sin anestesias baratas, sin «clases» sociales ni privilegios, sin «machacar» el estado de bienestar ganado a pulso en los últimos treinta y cinco años. El trabajo constante nos traerá crecimiento y el desarrollo nos traerá trabajo, es decir, dignidad y sustento para todos.
Leer, aprender que existen otras formas de pensar y hacer las cosas, sí, pero también la acción nos lleva a mundos donde a veces es bueno quedarse, aunque sea por pequeños intervalos de tiempo, para desahogar la mente y el cuerpo. Escojan un libro y manden a «freír espárragos» a aquello que les amarga la vida, aunque creamos que luchamos contra gigantes, al final sólo son simples molinos de viento, la mayoría desfasados.
Sin perder el sentido común, habrá que echar mano de la gallardía de la que hacía gala «Alonso Quijano» para salir de la situación crítica en la que hemos caído, y sin lanza ni escudo, pero con esfuerzo y valentía, retornar más pronto que tarde a la senda de la honradez y de la justicia social y efectiva, erradicando las miserias morales y materiales que intentan minarnos en cada alborada. Mientras lo conseguimos, porque soy un convencido de que podemos, apliquemos solidaridad real con los más débiles. «….ladran, pues cabalgamos….»