Domingo A. López Fernández
TRAGEDIA EN ESPAÑA. LA NACIÓN ENTERA MUESTRA SU AYUDA Y COLABORACIÓN CON LOS DANNIFICADOS
Motril y la costa granadina se vuelcan en apoyo de los pueblos afectados
La “dana” que todavía, en estos días, sigue mostrando las terribles consecuencias de la naturaleza desbocada mantiene consternada a toda España. Los testimonios que recogen in situ las cadenas radiofónicas y las imágenes que las televisiones muestran a diario nos hacen ver la magnitud de la tragedia y, lo que es peor, cada vez aumenta el número de fallecidos, pues todavía los registros de desaparecidos siguen siendo muy elevados. Prácticamente media España se encuentra afectada por la “dana”, aunque los peores datos se los está llevando la Comunidad Valenciana y Castilla la Mancha, seguida de Andalucía, Cataluña, Extremadura y, en menor medida, las Baleares. Nunca, en la historia, se ha dado un caso similar como el que estamos sufriendo y la tragedia se palpa a cada minuto cuando ese número de fallecidos sigue en ascenso.
En realidad, el término “dana” aglutina las siglas “Depresión Aislada en Niveles Altos”, un fenómeno meteorológico de consecuencias impredecibles como hemos podido comprobar. Hasta hace unos años se denominaba gota fría y es un “accidente” natural que, por desgracia, cada año, se ha hecho muy habitual en toda la franja del Mediterráneo. Después de un verano en el que el mar ha sido objeto de disfrute personal y el destino turístico más preferido de los españoles y parte del extranjero, el paso del tiempo en los primeros días del otoño parece cobrarse un terrible canon por el bienestar vivido. La realidad es que, potenciado por el cambio climático, sobre el Mediterráneo se suele generar en altura un embolsamiento de aire aislado con temperaturas muy bajas, que se suele encontrar con otra masa de aire muy cálido en superficie que se desprende de las elevadas temperaturas del mar. Aquí radica el caldo de cultivo para que, por desgracia, ocurra una “dana”.
En verdad, en España, nunca se ha dado una “dana” con los terribles efectos que se vienen sucediendo desde el martes y, a juicio de muchos, las autoridades se han visto sorprendidas por sus efectos. Por el momento no es hora de culpabilizar a nadie, sino de solidaridad, de unión y de ayuda allá donde nos encontremos. Tenemos un país con un gobierno, unas comunidades autónomas, unas diputaciones y unos ayuntamientos que deben velar por la seguridad de todos y, desde luego, se pueden generar errores, graves, gravísimos, como ha ocurrido, pero no es hora, como he dicho, de tirar unos los trastos a los otros para salvar responsabilidades. Se está viendo en la prensa, y no son lícitas estas actitudes cainitas. La respuesta de país debe ser una y única; todos a una, todos a ayudar, todos somos Valencia, todos somos Albacete.., todos somos parte final de una tierra que ha sido fatalmente afectada. En Francia, ante un trágico atentado terrorista como el ocurrido en la sala de conciertos “Bataclan” de París, la nación fue una piña y el pueblo, unido, comenzó a cantar solidariamente “La Marsellesa” como forma de afirmación nacional; todos eran afectados y las víctimas pertenecían a todas las nacionalidades. Todos eran París, todos eran Francia; “chapó” para los parisinos.
Como hombre de a pie, aquí, en España, se observa que ante la catástrofe, hay que derivar las responsabilidades para cubrirse las espaldas en una situación que por su gravedad debió ser declarada de sumo riesgo y, desde luego, no fue predecible por parte de quien debiera velar por su control y previsión. Posiblemente, las medidas no fueron las más adecuadas para evitar la catástrofe, ya sea a nivel gubernamental o a nivel autonómico. Incluso, tardía. Por eso, a nivel de calle, la respuesta que está teniendo el pueblo es suprema y de enorme calado social. Hacia la zona cero de numerosas poblaciones se desplazan vecinos de otras localidades a colaborar, a llenarse de barro, a pringarse sin descanso para retirar escombros, coches, mobiliario y deshechos que ya no sirven para nada. Letur, Paiporta, Alfafar, Chiva, Masanasa, Sedaví, Catarroja, Picanya, Benetússer…, y numerosos pueblos más requieren ayuda y manos que puedan paliar los destrozos. También equipos de bomberos, médicos, sicólogos, voluntarios, ONGs y el ejército que ya ha llegado para tratar de hallar a los desaparecidos y normalizar la vida de los ciudadanos.
Desde la lejanía, desde toda España, se está recabando la colaboración ciudadana para recoger útiles y productos de primera necesidad para hacerlos llegar a esos pueblos que carecen hoy en día de lo más básico como puede ser una botella de agua o alimentos, aunque ya están comenzando a repartirse, pero no en la medida que se necesitan. En ello, la provincia granadina está dando muestras de enorme solidaridad y se está volcando en múltiples campañas para colectar los productos que se requieren. Y, dentro de ella, Motril y toda la costa granadina han activado, igualmente, un programa de colaboración ciudadana para recoger esos productos que son más que necesarios para los pueblos afectados. El ayuntamiento de la ciudad ha habilitado un vehículo del cuerpo de Bomberos para recoger las donaciones y que mañana mismo van a ser trasladas a la comunidad de Valencia. Los consistorios de Almuñécar, Salobreña y la ELA de Carchuna-Calahonda están dando igualmente muestras de solidaridad como pueblos hermanos que son. Cofradías y hermandades como la Santa Cena, las Angustias o la Divina Pastora han puesto en alerta a sus hermanos para solicitar del pueblo su colaboración y ya se están colectando los productos necesarios en sus respectivas sedes canónicas. Ante ello no hay más que reivindicar orgullo de pueblo, orgullo de país, que responde solidariamente ante la catástrofe en que se han sumido otros pueblos hermanos.
Los que tenemos ya unos años estamos volviendo a vivir, o mejor, revivir la tragedia de “La Rábita” que tuvo lugar en la madrugada del 19 de octubre de 1973, aunque igualmente fueron afectados todos los pueblos de su demarcación e, igualmente, Motril y Salobreña. Que decir de esas viejas imágenes que corren por internet viendo extraordinariamente bravío el rio Guadalfeo en el momento en el que el cauce arrasa el puente de Lobres. Albuñol, La Rábita, El Pozuelo y la cortijada de Los Castillas vivieron las trágicas escenas que hoy nos conmueven viendo la televisión. Y qué decir del número de fallecidos que se llevó la tormenta y que nunca pudieron ser localizados. Como niño, en la memoria queda la de un pueblo solidario, Motril, aportando mantas, ropas y alimentos en las dependencias del Colegio Menor, donde fueron acogidos los niños afectados por la riada. E, igualmente, las escenas de helicópteros sobrevolando la ciudad para trasladar a las personas más necesitadas. La historia, por cruel, se ha vuelto a repetir en Valencia, en Albacete, en Tarragona, en Andalucía. El año pasado se conmemoraba el 50 aniversario de esta catástrofe y el ayuntamiento de Albuñol organizó una exposición itinerante de fotografías de aquella tragedia para recordar a las víctimas, además de un documental que recogía los trágicos testimonios de las familias afectadas.
Hoy la “dana” ha hecho pasar a la historia la tragedia más grande que nunca antes se haya podido dar en nuestro país. No es hora de reproches, sino de solidaridad, de respuesta de apoyo y de colaboración de toda una nación, de todo un pueblo, que se está volcando en ayuda a los afectados. Las escenas de una enorme riada humana que ofrece la televisión, con personas que llegan desde múltiples pueblos andando, con mochilas, con carros de compra llenos de productos, con palas, con rastrillos, con cubos, con ropas, con agua…, conmueven por su solidaridad y su enorme sentir humano, de pueblo hermano. Hoy, con el paso de las horas, el español de a pie se siente emocionado y da las gracias a las fuerzas de orden público, ejército, cuerpo de bomberos, protección civil, servicios médicos y pueblo llano por prestar su ayuda y colaboración. España entera se siente orgullosa de su humanidad y su sentido del deber. Gracias España.