EFEMÉRIDES DE FIN DE SEMANA

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Antonio Gómez Romera

Domingo, 6 de octubre de 2024

EN EL CXXXVII ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE “lE CORBUSIER”, ASTRO DE LA ARQUITECTURA DEL SIGLO XX

Autorretrato.

Tal día como hoy, domingo, 6 de octubre, festividad de San Bruno de Colonia (1030 – 1101), fundador de la Orden de los Cartujos, en la cuadragésima semana de 2024, se cumplen 137 años (jueves, 1887) del nacimiento en Chaux-de-Fonds, ciudad situada al oeste de Suiza conocida en el mundo entero por la calidad y perfecta técnica de su industria relojera, de Charles – Edouard Jeanneret – Gris, el hombre que va a hacer famoso el seudónimo de “Le Corbusier”y va a unir el Arte con las Matemáticas para revolucionar la Arquitectura del siglo XX.

Le Corbusier.

Breves Notas Biográficas

Su madre, Marie Charlotte Amelie Perret (1860 – 1960), es una artista que imparte clases de música y toca el piano, mientras su padre, George Edouard Jeanneret – Gris (1855 – 1928), ejerce un oficio común de su localidad, esmaltador de relojes. Edouard tiene un gran talento artístico. A los 13 años (1900) comienza a estudiar grabado en la Escuela de Artes de Chaux-de-Fonds, donde recibe clases de Charles L’Eplattenier (1874 – 1946), un pintor multifacético y arquitecto pionero del Art Nouveau en Suiza, que le acerca a la pintura y, después, a la arquitectura. Lo reconoció el mismo en vida: “Uno de mis maestros (un maestro notable) me sacó de un destino mediocre. Quiso que me convirtiera en arquitecto. Yo tenía 16 años, acepté el veredicto y obedecí».

A los 18 años (1905) diseña su primer edificio, en el nº 1, Chemin de Pouillerel. Una casa unifamiliar para el grabador y joyero Louis Fallet, amigo de su profesor L’Eplattenier, una obra que se realiza entre 1906 y 1907. Y, gracias a los honorarios cobrados por su trabajo en la casa Fallet, Edouard logra emprender su primer viaje por Europa: a Italia, a la Toscana, al Monasterio Cartujo d’Ema en Galluzo. Allí queda admirado delante de “una arquitectura realmente humana hecha para la felicidad del hombre (…) la celda de un monje se aplicaría admirablemente a casas obreras, siendo el centro del hogar completamente independiente, tranquilo, impresionante». Después parte hacia Budapest, Viena, Nuremberg, Munich, Estrasburgo, París. En París trabaja en el estudio del arquitecto Auguste Perret (1874 – 1954), pionero en la técnica de construcción en hormigón armado, que utiliza como elemento constructivo, estructural y ornamental. Según reconoce, «en la obra de los Perret, veo lo que es el hormigón, las formas revolucionarias que él exige. Esos ocho meses de París me gritan: lógica, verdad, honestidad, atrás el sueño hacia las artes pasadas (…) París me dice: quema lo que has amado, adora lo que quemabas». Más tarde se traslada a Alemania para estudiar las tendencias arquitectónicas de ese país. Allí trabaja en la oficina del arquitecto y diseñador Peter Behrens (1868 – 1940), donde coincide con Ludwig Mies van der Rohe (1886 -. 1969) y Walter Gropius (1883 – 1969), quienes también trabajaban ahí en esa época. Junto a ellos crea el llamado “Estilo Internacional”, del que es líder indiscutible, admirado en su época y claro referente de varias generaciones de arquitectos, incluso en pleno siglo XXI.

Le Corbusier.

El año 1911, ya con 24 años de edad, lo dedica por completo a viajar. Desde Viena va a Rumanía, Turquía, Grecia e Italia. Allí las obras de arte le sugestionan. De las mezquitas de Estambul admira «Una geometría elemental disciplina a las masas: el cuadrado, el cubo, la esfera». Y del Partenón: “Pura creación del espíritu, máquina emocional (…) juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz». A su regreso, trabaja como profesor durante dos años en el Departamento de Arquitectura y Decoración de la Escuela de Arte de París. Vuelve a Chaux-de-Fonds: «Esta ciudad, la odio. A priori a la gente también. Nada pretendo hacer aquí, sólo deshonrarme». Construye seis casas, una de ellas la Villa Schwob, donde por primera vez elabora un procedimiento de construcción industrial en hormigón a partir de elementos estandarizados que denomina «Dom-ino» (domus: la casa, «ino» por innovación).

A los 30 años (1917) se traslada definitivamente a París, donde va a residir durante casi dos décadas (1917 – 1934), en una casa-apartamento situada en la rue Jacob, a medio camino entre Quai Voltaire y Saint Germain. “Desde mi ventana no veo a mi alrededor más que un rico follaje y puedo decir, como Rollin, “ruris et urbis incola sum”, soy habitante de la ciudad y del campo, de los jardines silenciosos, ideales para trabajar”.

Le Corbusier en su estudio.

Charles – Edouard Jeanneret adopta el seudónimo “Le Corbusier”, que proviene del juego de palabras entre cuervo en francés (“corbeau”) y el apellido de su abuelo materno (“Lecorbésier”). Nos dice el arquitecto y catedrático José Ramón Alonso Pereira (Madrid, 1953) en su artículo publicado en 2014 “La maison cachée de Le Corbusier. Hábitat y habitar en rue Jacob, 1917 – 1934” que: “el París de esa época puede definirse a través del contraste social, cultural y urbano entre dos orillas, que se oponen dialécticamente entre sí. La orilla derecha, la Rive Droite, es el París de las finanzas, el comercio, el lujo y el espectáculo; el París trepidante y agitado. La orilla izquierda, la Rive Gauche, es el París cultural y universitario, el de la bohemia y las vanguardias, donde los lugares de ocio se ligan a los de creación cultural y artística (…) La vida de Le Corbusier bascula en esos años entre la Rive Gauche, donde reside, y la Rive Droite, donde están sus oficinas y donde alojará las de L’Esprit Nouveau”.

En 1918, Le Corbusier junto con su amigo y pintor Amédée Ozenfant (1886 – 1966) publican ‘Más allá del cubismo’, un manifiesto estético que propone al “purismo” como una nueva vanguardia pictórica con alcances en todas las artes visuales y critica al “cubismo” desde un punto de vista racionalista, al que pretende dotar de orden, geometría y proporción. Ese mismo año, pierde la visión de uno de sus ojos y es común escucharlo argumentar que sus gafas, por tanto, debían ser a mitad de precio.

Entre los años 1918 y 1922, Le Corbusier pinta numerosos cuadros dentro de la línea que se conoce como “purismo”. «La pintura es una batalla terrible, intensa, sin piedad, sin testigos, un duelo entre el artista y sí mismo. La batalla interna desconocida entre interior – exterior.»

Le Corbusier en su estudio.

Su verdadera carrera de arquitecto comienza hacia 1920, cuando ya tiene 33 años de edad, pues hasta entonces, se ha dedicado al estudio de otras artes, principalmente la pintura. En 1924, con 37 años de edad, funda en París su Despacho de Arquitectura sito en el número 35 de calle Sevres, con su primo Pierre Jeanneret (1896 – 1967). Y con él afirma que «La línea recta es la gran adquisición de la arquitectura moderna y es un beneficio. Hay que limpiar nuestros espíritus de las arañas románticas».

Así se deja ver en la casa que firma para su madre, “Villa Le Lac” (Corseaux, Vevey, Suiza, 1922 – 24), llamada «la petite maison», en las riberas del lago Léman, en la que vivirá ella hasta su muerte, acaecida  en 1960, a los 101 años de edad. También la que construye en París para el coleccionista Raoul La Roche (1925), hoy sede de la Fundación Le Corbusier, la Villa Savoya en Poissy (Francia), en 1930, de la que refiere que «la Casa es una caja en el aire, perforada por una ventana corrida y continua en todo lo largo de ella». En la casa del médico Pedro Curutchet, en La Plata (Argentina, 1949), por ejemplo, o también en la Capilla de Ronchamp, Notre-Dame-du-Haut -Haute Saone- (Francia, 1954), se combina maravillosamente la técnica más depurada y racional, perfecta y simple, como la de los relojeros de su ciudad natal, con las ideas más brillantes, innovadoras y originales, las ideas de un artista que ha estudiado el cubismo y que lo conoce a fondo.

Mobiliario de Le Corbusier.

Le Corbusier publica «El arte decorativo de hoy en día» (1925), donde refiere que “cada ciudadano debe reemplazar sus cortinas, sus acolchados, sus papeles murales, sus impresos, por una capa de pintura blanca, al limpiar su casa (…) se limpia uno mismo”. Le Corbusier colabora con la arquitecta y diseñadora francesa Charlotte Perriand (1903 – 1999) y su primo Pierre Jeanneret, para diseñar un prolífico mobiliario, icónico y moderno. “Sillas son arquitectura, sofás son burgueses”. Entre sus diseños más “populares” se cuentan la chaise longue LC4, la silla LC1, presentada en 1928, los sofás LC2, LC3 y LC5, así como las sillas de comedor LC7, entre muchos diseños de gran valor, producidos actualmente por la empresa italiana Cassina.

En 1929, con 42 años de edad, Le Corbusier hace su primer viaje a Sudamérica invitado por importantes sociedades artísticas y profesionales para pronunciar una serie de diez conferencias. Navega en el correo “Giulio Cesare”, transatlántico de la Compañía “Navigazione Generale Italiana”, que parte del puerto de El Havre y hace escalas en La Coruña, Vigo, Lisboa y Canarias. Visita Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires, donde es recibido por altos dignatarios de estos países, siendo objeto de diversos homenajes. En Buenos Aires toma un vuelo hasta Asunción co-pilotado por Antoine de Saint-Exupéry (1900 – 1944), el aeronauta que escribirá el famoso libro «El Principito», publicado en abril de 1943. En éste viaje coincide y conoce a la joven cantante y bailarina, de 23 años de edad, Josephine Baker (1906 – 1975) con la que regresa a Francia a bordo del transatlántico de la “Cie de Navigation Sud-Atlantique”, “SS Lutetia” y dibuja bocetos de Josephine, desnuda. En 1930 adquiere la nacionalidad francesa y, el jueves, 18 de diciembre de 1930, contrae matrimonio en Mónaco con la modelo Yvonne Jeanne Victorine Gallis (1892 – 1957).

Palacio de la Asamblea de Chandigarh, India (1951-1965).

“Le Corbusier” teoriza sobre los «Cinco puntos de la nueva arquitectura»: 1) Pilotes, 2) Planta Libre, 3) Ventana Corrida, 4) Fachada Libre, 5) Techo – Terraza. Sus obras arquitectónicas poseen tres características fundamentales: comodidad, simplicidad y belleza, aunque no se trata de una belleza tradicional, sino acorde con las tendencias del Arte Moderno.

En la primavera de 1934 Le Corbusier cambia su residencia en París a Porte Molitor, a un apartamento “atelier” bajo cubierta: una villa individual sobre un edificio colectivo que es considerado por él, como el hábitat por excelencia.

En 1936, con 49 años de edad, hace su segundo viaje a Sudamérica, a bordo del “Graf Zeppelin” LZ-127, aeronave propulsada con hidrógeno. En Brasil, coopera con los arquitectos Oscar Niemeyer (1907 – 2012) y Lucio Costa (1902 – 1998) para la construcción del Ministerio de Educación y Salud de Río. Cierra su agencia de París en 1940 y parte con su mujer y su primo a los Pirineos; después van a Vichy donde tratará, de manera imprudente y en vano, vender sus ideas urbanísticas al gobierno colaboracionista. Tres años después, en 1943, hace el primer bosquejo del “modulor”, sistema de medición basado en la silueta de un hombre de 1’83 metros de altura.

En 1946, durante el viaje que Le Corbusier hace a Nueva York para presentar su proyecto arquitectónico para la sede de las Naciones Unidas, se desplaza a Princeton (Nueva Jersey) y conoce al físico y Premio Nobel, Albert Einstein (1879 – 1955).

Le Corbusier es dueño de un perro, un “schnauzer” de pelo negro, al que tiene mucho cariño y llama “Pinceau” («Pincel», «Brocha», o algo así, en relación con su pelaje). También tiene una edición de “Don Quijote” en dos tomos, una buena edición de 1847 que lleva  consigo a menudo, muy sobada por las muchas veces que la ha leído, de la que disfruta, como texto y como “objeto acariciable”. Al fallecer “Pinceau” el día 6 de noviembre de 1945, hace “retapar” sus dos volúmenes de “Don Quijote” con la piel de su fiel y querido amigo canino. Para Juan Calatrava Escobar (Granada, 1957), catedrático del Departamento de Construcciones Arquitectónicas de la Universidad de Granada y miembro del “Conseil d’Administration de la Fondation Le Corbusier de París”, ese acto “constituyó un acto de amor y sacrificio” y será exaltado en 1955 en la litografía nº 76 de “El poema del ángulo recto” (“Le Poeme de l´Angle Droit”).

Ivonne y Corbu.

Su idea de una ciudad hecha a la medida del hombre actual consiste en construir “máquinas de vivir”, grandes bloques de viviendas con numerosos servicios comunes, y, a la vez, gran intimidad para cada familia; los rascacielos se reservan para los edificios de negocios, y todo ello en medio de extensos jardines. «Corbu», como le llaman sus admiradores, defiende la necesidad de reducir la composición de los edificios a las más elementales formas geométricas. La obra que le vale el crédito mundial es el bloque de viviendas que construye en Marsella, titulado “La ciudad radiante”.

En Chandigarh, ciudad ubicada al norte de la India, se encuentra uno de los proyectos más ambiciosos que jamás se han diseñado por un arquitecto o urbanista: en 1951, el primer ministro indio Jawaharlal Nehru (1889 – 1964) quiere crear una ciudad cosmopolita cuyo estilo se desmarque del imperio británico. El proyecto es asignado a Le Corbusier, quien planifica la ciudad, proyecta edificios públicos, parques y jardines con trazos cuadriculados divididos en 60 sectores. Con la asistencia “in situ” de su primo Pierre Jeanneret y de los arquitectos británicos Maxwell Fry (1899 – 1987) y Jane Drew (1911 – 1996), Le Corbusier elabora los planos para la nueva capital del Punjab y completa tres importantes edificios: el Tribunal Superior (1952), la Secretaría (1953) y la Asamblea (1955). “Lo más importante de Chandigarh no es si te gusta o no, sino que te golpea en la cabeza y te hace pensar (…) Es una sinfonía arquitectónica que sobrepasa todas mis esperanzas, que estalla y se desarrolla bajo la luz de manera inimaginable e incansable. De cerca, de lejos, es una sorpresa y una provocación de asombro”.

Desde el año 1949, pasa sus vacaciones en Roquebrune-Cap-Martin (Alpes Marítimos, Francia), lugar en el que en 1951 ha construido una modesta cabaña de troncos de madera, el “Cabanon”, de 15 m2, su arquetipo de la celda mínima: “Tengo un castillo en la Costa Azul que tiene 3,66 x 3,66 metros. Una puerta minúscula, una escalera exigua y el acceso a una cabaña incrustada debajo de los viñedos. Solamente el sitio es grandioso, un golfo soberbio con acantilados abruptos (…) Lo que sobre todo escandaliza a mis visitantes, es la taza del excusado en medio de la pieza. Por esto es uno de los objetos más bellos que la industria haya fabricado”.

En 1956 y como encargo del rey Faisal II, Le Corbusier diseña un gimnasio para la ciudad de Bagdad. Fue construido éste 13 años después de la muerte de Le Corbusier e inaugurado bajo el nombre de Saddam Hussein.

Le Corbusier y su perro.

El sábado, 5 de octubre de 1957, Le Corbusier se ve profundamente afectado por el fallecimiento de su esposa, Yvonne. «Mujer de gran corazón y voluntad, de limpia integridad. Ángel de la guarda del hogar, de mi hogar, durante 36 años». Su cadáver es incinerado, pero “Corbu” ve entre sus cenizas algo que sigue completo: una vértebra. Se dice que se acercó y la cogió, la mostró a las personas presentes como sorprendido de su estado incólume y su forma exacta y funcional y se la guardó en el bolsillo. Y, desde entonces, la llevó siempre en el bolsillo del pantalón, y solo la sacaba para ponerla sobre el tablero de la mesa de dibujo cuando estaba trabajando, para mirarla e inspirarse.

En sus últimos años, todavía está involucrado en numerosos proyectos, como los de un centro de informática para Olivetti cerca de Milán (1961), un “Palais des Congrès” en Estrasburgo (1962), la Embajada de Francia en Brasilia (1964) o el Hospital de Venecia en 1964.

Su madre fallece el lunes, 15 de febrero de 1960, a los 101 años de edad. «El coche negro lleno de flores y mi mamá rosada y florida en su ataúd partieron por el camino del oriente milagrosamente vacío de coches. La nieve cayendo espesa, la nieve cayendo silenciosamente».

Viernes, 27 de agosto de 1965. Crónica de Mario Vargas Llosa, periodista, corresponsal en París de la revista argentina “Primera Plana”, publicada el 7 de septiembre de 1965 (fragmento): “… en la Costa Azul, hacía un tiempo magnífico y, el viejo arquitecto (Charles-Edouard Jeanneret, llamado Le Corbusier, nacido en Suiza, el 6 de octubre de 1887), había bajado, como todas las mañanas de este verano, a la minúscula playa de Roquebrune Cap Martin, en ropa de baño, con un gorrito y una toalla al hombro. Hacía calor, el sol incendiaba el cielo purísimo y, hacia la izquierda, se divisaba claramente la playa de Menton, las casitas blancas de techos rojizos del Malecón y, más lejos, el vago perfil de las colinas de la Riviera italiana. La playa estaba casi desierta y el viejo arquitecto debió sonreír, feliz, porque era huraño y detestaba el tumulto. Pero a unos pasos de allí, asoleándose en lo alto de una roca, había un veraneante que contó después: «Lo vi sentarse a la orilla y tomar un rato el sol, cabeza arriba, con los ojos cerrados. Luego se paró y, ágilmente, se zambulló como un joven. Se alejó nadando y yo pensaba que era imprudente que un anciano así se metiera tan adentro, cuando, de repente, me di cuenta que le ocurría algo. Estaba a unos cincuenta metros de la orilla, flotando, y agitaba las manos con angustia. Incluso me pareció oír un grito mientras bajaba de prisa de la roca, gritando yo también, para que la gente que estaba en la playa comprendiera que el anciano se estaba ahogando. Cuando llegué a la playa, dos bañistas lo sacaban ya, tomado de los pies y de las manos» (…) La pequeña playa soleada de Roquebrune-Cap Martin se había convertido en un agitado hormiguero. Dos hombres habían subido ya la cuesta y, jadeando, trepaban a un automóvil y arrancaban velozmente hacia Menton. Abajo, a pocos metros de la orilla, en medio de un círculo apretado de curiosos —turistas alemanes de blancas carnes irritadas por el sol, pescadores, británicos largos y huesudos— el viejo arquitecto yacía inmóvil, amoratado, y así pasaron varios segundos antes que alguien se animara a romper la inmovilidad perpleja del grupo y, arrodillado junto al anciano, comenzara a hacerle la respiración artificial. Media hora después se oyó una sirena y llegó de Menton un carro de bomberos y una ambulancia con un médico. El viejo arquitecto no había reaccionado, y tampoco reaccionó con la bomba de oxígeno que le aplicó el médico, ni con las inyecciones. El médico indicó, por fin, que era inútil insistir. Los bomberos, entonces —absurdos con sus botas y sus cascos entre los bañistas—, pusieron al viejo arquitecto en una camilla, subieron con él la cuesta, y regresaron a Menton. Dejaron al viejo arquitecto en la Morgue del lugar y, al salir, vieron sorprendidos que comenzaban a llegar periodistas, policías, curiosos. Poco después, el Consejo Municipal en pleno. El médico había permanecido junto al cadáver del viejo arquitecto y explicaba que había sucumbido víctima de una crisis cardiaca. Era el mediodía ya”.

Después de un funeral de Estado en el “Cour Carrée du Louvre” (Patio del Palacio del Louvre, París), celebrado en la noche del miércoles, 1 de septiembre, es enterrado en el cementerio de Roquebrune-Cap-Martin, junto a su esposa.

Le Corbusier y Alber Einstein – 1947.

Colofón

Le Corbusier (1887-1965) es el más grande, fructífero y libre representante del Movimiento Moderno, un arquitecto global e inagotable capaz de reinventarse plástica y conceptualmente en cada época de su vida. Es de los primeros en defender la construcción estandarizada como un modo de conciliar calidad y crecimiento sostenible, y sus aportaciones al uso arquitectónico y emocional del color todavía son fuente de inspiración.

Le Corbusier construye 75 edificios en doce países y diseña 42 proyectos urbanísticos importantes. Deja como legado 8.000 dibujos, más de 400 cuadros, 44 esculturas y 27 cartones para tapices. Escribe 34 libros, que suman unas 7.000 páginas, cientos de artículos y conferencias y una correspondencia privada de 6.500 cartas, que vienen a añadirse a las innumerables de su estudio. Le Corbusier y su arquitectura aparecen en el billete de 10 francos suizos.

El martes, 15 de marzo de 2016, parte de la «Obra arquitectónica de Le Corbusier – Contribución excepcional al Movimiento Moderno»es inscrita por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, en la categoría de Bien Cultural, un amplio conjunto transnacional que abarca 7 países: Alemania, Argentina, Bélgica, Francia, India, Japón y Suiza y que comporta la protección de 17 sitios individuales, algunos con varios inmuebles.

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