EFEMÉRIDES DE FIN DE SEMANA

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Antonio Gómez Romera

Domingo, 18 de agosto de 2024

En el DCCCXCVII aniversario de la muerte del legendario conquistador mongol Gengis Kan

Gengis Kan – grabado – siglo XIX.

Tal día como hoy, domingo, 18 de agosto, festividad de Santa Elena de la Cruz (250 – 330), trigésimo tercera semana de 2024, se cumplen 897 años (1227) del fallecimiento en Yinchuan (Imperio chino Xi Xia) del legendario guerrero y conquistador mongol Gengis Kan, a los 65 años de edad. Bajo su mandato, el pueblo mongol, formado por diferentes tribus del norte de Asia, se extiende desde el Océano Pacífico hasta el Mar Caspio. Un territorio del tamaño de África y mayor que el del imperio romano en su máximo apogeo, con Karakorum, en el Himalaya, como capital.

La vida de Gengis Kan está extremadamente bien documentada, aunque puede que la información que nos ha llegado sobre ella esté tergiversada y edulcorada, desde el momento en que se escribió. Sin embargo, su muerte es un misterio: no se sabe, con seguridad, cómo murió, si por heridas durante una batalla contra la dinastía Xia o por un accidente de caza al caer de su caballo. Hay quien afirma que una princesa de Xia a la que secuestró como botín de guerra lo asesinó, aunque los estudios más recientes apuntan como la causa más probable a la peste bubónica, ya que hay datos sobre una epidemia en Xia Occidental en esa época.

Miniatura de batalla entre guerreros mongoles y chinos – 1211.

Entra dentro de su leyenda que Gengis Kan pidió ser enterrado sin ninguna marca, que sus hombres devolvieron el cuerpo a Mongolia, probablemente a su lugar de nacimiento, cerca del río Onon, que la escolta funeraria mataba a todo el que se cruzaba en su camino para que nunca se conociera el lugar exacto de su última morada, que masacraron a los 2.000 esclavos que construyeron su tumba para que no pudieran hablar, que el río se desvió de su curso y que mil caballos pisotearon el lugar y, posteriormente, se plantaron árboles. Otro relato afirma que un joven camello fue enterrado junto a él y, días después, se encontró a la madre del camello llorando sobre la tumba, o que el Kan pidió que enterraran junto a él a seis gatos vivos para que el ronroneo lo ayudara en su paso a la vida eterna.

Conquistas y movimientos significativos de Gengis Kan.

Breves Notas Biográficas

Los pueblos nómadas mongoles pastan con sus rebaños de ovejas y cabras por los confines del desierto de Gobi y su “kan” -príncipe-, cuida que en su territori, reine el orden. Los kiutes, tribu del Suroeste del lago Baikal, pastorean en el ámbito geográfico por donde discurre el río Onon, situado a unos 320 kilómetros al noroeste de la actual capital de Mongolia, Ulan Bator.

1162, Año del Caballo. Yesugei, “kan” de los kiutes, que reúne bajo su mando unas 40.000 tiendas, al regresar de una batalla contra los tártaros recibe la buena noticia, de que Oelon-Eke (Madre Nube), su esposa favorita, ha dado a luz un heredero al que llaman Temujin, cuya traducción significa “forjador de acero fino”. El niño, de pelo rojizo, tez blanca y ojos verdes grisáceos, tiene en la muñeca una mancha encarnada  y el chamán pronostica que será un famoso guerrero.

Ger – vivienda típica de Mongolia.

Cuando Temujin tiene 9 años de edad (1171) y cumpliendo una antigua costumbre mongola, inicia junto a su padre, Yesugei, una larga marcha en la que tras atravesar el desierto de Gobi, llegan a las tierras de los chungiratos para buscarle esposa y, según la tradición, encuentran a Börte, una niña de su edad, que sería “la esposa madre que le fue entregada por su noble padre”.

Con 13 años, Temujin deja atrás la caza de marmotas para entregarse a su preparación como soldado. Su apariencia no obedece a la edad que tiene: es alto y de complexión fuerte,  y destaca en el tiro con arco, la lucha cuerpo a cuerpo y, sobre todo, en la doma y monta de caballos, su gran pasión. Pero, Yesugei, su padre, muere envenenado por los tártaros y las tribus que se habían reunido a su alrededor comienzan a desertar, pues no querían prestar obediencia a una mujer. Oelon-Eke se ve sola con sus hijos. Es una época de verdadera penuria, en la que tienen que reunir ellos mismos el mermado rebaño que les queda y comer pescado y raíces en lugar de la dieta habitual de carnero y leche de yegua. Esta situación se agrava cuando la familia es atacada por Tartugai, jefe de la tribu de los taieschutos, quien atrapa a Temujin y le conduce a su campamento, amordazado por un pesado yugo de madera al cuello y vendado por las muñecas para ser vendido como esclavo. Temuhin se libera una noche, derriba a su guardián, le aplasta el cráneo con el yugo y se esconde en el cauce seco de un arroyo, del que no sale hasta el amanecer. Después de convencer a un cazador errante para que le libere del yugo y le oculte por un tiempo prudente, Temujin puede regresar a su campamento. Esta hazaña le da gran fama entre los demás clanes y de todas partes comienzan a llegar jóvenes mongoles para unirse a él.

Billete de Mongolia – 2012.

La vida de Temujin sigue una serie ininterrumpida de batallas victoriosas: la primera la libra contra los merkitas, como castigo por haber raptado a Börte, su mujer, y el éxito se lo debe, en gran parte, a la ayuda que le brinda Toghrul (1130 – 1203), jefe de la tribu de los keraitas, un pueblo turcomongol que cuenta con muchos cristianos nestorianos y musulmanes, que pone a su disposición una tropa numerosa. El resultado de la batalla es que trescientos hombres fueron pasados a cuchillo y las mujeres fueron convertidas en esclavas.

Después de vencer a los merkitas, tribus enteras se unen a él. Su campamento crece día a día y a su alrededor se forjan ambiciosos planes como el de hacer la guerra a Tartugai y a sus taieschutos. En 1188 logra reunir un ejército de 13.000 hombres y se enfrenta a los 30.000 guerreros de Tartugai, a los que derrota, señalando así el que va a ser su destino: luchar siempre contra enemigos muy superiores en número y vencerlos. Vuelve a establecerse nuevamente en los territorios de su familia, cerca del río Onón, y todas las tribus que a la muerte de su padre le habían abandonado vuelven a reunirse a su alrededor, reconociéndolo como su jefe legítimo. Temujin se preocupa, ante todo, de fortalecer su propia tribu, de constituir un verdadero ejército y también de estar informado de cuanto ocurre en sus tribus vasallas. Bajo su mandato logra unificar a todas las tribus para ir a la guerra contra los pueblos nómadas del sur, los tártaros, a los que derrota en 1202. Los pueblos que no se le someten son derrotados en el campo de batalla y empujados hacia la selva o los desiertos, y sus propiedades repartidas entre los vencedores. La fama de los mongoles eclipsa la de todas las demás tribus, expandiéndose hasta los confines de las estepas.

Modelo de un guerrero mongol.

Con los suyos, Temujin es cruel, inexorable y despiadado, como la estepa y su terrible clima. Invariablemente, mata a cuantos pretenden compartir con él el poder o simplemente le desobedecen. Es el caso de Yamuga, su primo y compañero de juegos de la infancia, con quien ha compartido el lecho en los días de adversidad y repartido fraternalmente los escasos alimentos de que disponían. Yamuga, disconforme con su papel de subordinado, le planta cara y, tras diversas escaramuzas, se refugia en las montañas seguido únicamente por 5 hombres. Un día, cansados de huir, sus 5 compañeros se arrojan sobre él, le atan a su caballo y le entregan a Temujin. Cuando los dos primos se encuentran, Yamuga reprocha a Temujin que trate con aquellos 5 felones que han osado alzar la mano contra su señor. Reconociendo la justicia de su crítica, Temujin ordena detener a los traidores y decapitarlos. Y, seguidamente, sin inmutarse, ordena que estrangulen a su querido primo.

Su ambición, no tiene límites. En 1203, con el apoyo de las tribus del este, ataca por sorpresa a Toghrul, jefe de los keraitos, sus antiguos aliados, y aniquila al ejército que tantas veces le había ayudado.

En 1206, año de la Pantera, cuando ya todas las tribus de la Alta Mongolia están bajo su dominio, en el curso de una importante asamblea de jefes, Temujin se hace nombrar Gran Kan, o emperador de emperadores, con el nombre de Gengis Kan. A su lado, en la ceremonia de coronación, están su esposa Börte y los cuatro hijos varones que ha tenido con ella: Yuci, Yagatay, Ogodei y Tuli.

Gengis Kan crea un “Estado en Armas”, en el que cada hombre, tanto en tiempos de paz como de guerra, está movilizado desde los 15 hasta los 70 años. También las mujeres entran en la organización con su trabajo, y para ello les concede derechos como el de propiedad. Antes de cumplir 44 años, Gengis Kan tiene ya dispuesta su formidable máquina guerrera. La base del ejército de Gengis Kan son los jinetes y los caballos tártaros. Los jinetes son capaces de permanecer sobre sus cabalgaduras un día y una noche enteros, duermen sobre la nieve si es necesario y avanzan con igual ímpetu, tanto cuando comen, como cuando no prueban bocado. Los caballos pueden pasar hasta tres días sin beber y saben encontrar alimento en los lugares más inverosímiles. Además, provee a sus soldados de una coraza de cuero endurecido y barnizado y dos arcos, uno para disparar desde el caballo y otro más pesado que lanza flechas de acero para combatir a corta distancia. Llevan también una ración de cuajada seca, cuerdas de repuesto para los arcos y cera y aguja para las reparaciones de urgencia. Todo este equipo lo guardan en una bolsa de cuero que les sirve, hinchándola, para vadear los ríos.

Estatua ecuestre de Gengis Kan – Detalle

La táctica desplegada por Gengis Kan es un modelo de precisión. Coloca a sus tropas con las unidades separadas por anchos espacios. Delante, las tropas de choque, armadas con sables, lanzas y mazas. A retaguardia, los arqueros montados. Éstos avanzan al galope por los espacios que quedan entre las unidades más adelantadas disparando una lluvia de flechas. Luego es el turno de las tropas de asalto. Pero Gengis Kan gana más de una batalla, valiéndose exclusivamente de la propaganda para sembrar el terror, recordando a sus enemigos los horrores que ha desencadenado en las naciones que han osado enfrentársele. Someterse o perecer, rezan sus advertencias. Los mercaderes de las caravanas forman su “quinta columna”; a través de ellos contrata los servicios de agentes en los territorios que proyecta invadir. Así llega a conocer al detalle la situación política, las facciones descontentas con los reyes y se las ingenia para provocar guerras intestinas.

En el año 1211, reúne todas sus fuerzas. Convoca a los guerreros que viven desde el Altai hasta la montaña Chinggan para que se presenten en su campamento a orillas del río Kerulo. Al este de su imperio está China, con su antiquísima civilización. Al Oeste, el Islam, con las naciones que han surgido tras la estela de Mahoma. Y más a occidente se extiende Rusia, un conglomerado de pequeños estados, y la Europa central.

Comienza su conquista. En poco más de 10 años el imperio mongol crece hasta abarcar desde las orillas del Pacífico hasta el mismo corazón de Europa, incluyendo casi todo el mundo conocido y más de la mitad de los hombres que lo pueblan. Karakorum, la capital de Mongolia, es el centro del mundo oriental. Gengis Kan no ha perdido jamás una batalla, a pesar de enfrentarse a naciones que disponen de fuerzas muy superiores en número.

Miniatura – Genghis Khan mira asombrado mientras el corasmio Jalal ad-Din se prepara para vadear el Indo.

Colofón

Tras su fallecimiento, el “enorme rodillo mongol” siguió aplastando pueblos y naciones. Sus sucesores dominaron toda Asia, penetraron, aún más, en Europa, derrotando a húngaros, polacos y alemanes. Después, el imperio decayó, hasta desaparecer. Karakorum yace sepultada bajo las arenas movedizas del desierto de Gobi. ¿Casualidad, superstición o maldición? En 1941, arqueólogos soviéticos encontraron en Samarcanda la tumba del rey turcomongol Tamerlán (1336 – 1405). Inmediatamente después, los soldados nazis comenzaron la ofensiva del Frente Oriental en la Segunda Guerra Mundial. ¿Causa y efecto? Dos años después, los restos de Tamerlán fueron enterrados de nuevo, con los correspondientes ritos musulmanes y, al día siguiente, el mariscal alemán Friedrich Von Paulus (1890 – 1957) se rindió en Stalingrado.

Los mongoles recuerdan a Gengis Kan como alguien extremadamente querido por lo que creó, por el territorio unificado, por los avances sociales y la mejora en las rutas de comercio que unieron Oriente y Occidente. Es muy poco probable que el Gobierno autorice alguna vez excavaciones que permitan encontrar la tumba de Gengis Kan, ya que eso perturbaría su lugar de descanso y podría desencadenar un suceso apocalíptico.

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