Antonio Gómez Romera
Domingo, 21 de julio de 2024
En el LV aniversario de la llegada del hombre a la luna, la mayor proeza en la exploración de la humanidad
Hoy domingo, 21 de julio, festividad de San Lorenzo de Brindis (1559 – 1619), fraile capuchino y Doctor de la Iglesia, en la vigésimo novena semana de 2024, se cumplen 55 años (lunes, 1969) de la llegada del hombre a la Luna, la mayor proeza de exploración de la Humanidad.
Todo comienza el jueves 25 de mayo de 1961, cuando el 35 presidente de los Estados Unidos de América, John F. Kennedy (1917 – 1963) sorprende en su discurso especial ante la sesión conjunta del Senado y el Congreso de los Estados Unidos, con estas declaraciones: “Creo que esta nación debería comprometerse a alcanzar el objetivo, antes de que termine esta década, de llevar un hombre a la Luna y devolverlo sano y salvo a la Tierra. Ningún proyecto espacial será más impresionante para la humanidad, ni más importante para la exploración del espacio a largo plazo; y ninguno será tan difícil o costoso de lograr”.
Esto sucede 43 días después (miércoles, 12 de abril) de que los soviéticos hayan conseguido que el cosmonauta Yuri Gagarin (1934 – 1968) se convierta en el primer ser humano en viajar al espacio exterior y 20 días después de que el astronauta Alan Shepard (1923 – 1998), a bordo de la cápsula Libertad 7 (Freedom 7), se convierta en el primer americano en ser lanzado al espacio (viernes, 5 de mayo).
Ocho años de duro trabajo tienen que pasar antes de que la NASA (“National Aeronautics and Space Administration”) vea cumplido su gran proyecto de poner un hombre en la Luna. El miércoles 16 de julio de 1969, a las 9:32 hora local, despega desde el Complejo de Lanzamiento 39 A del Centro Espacial Kennedy en Florida el cohete Saturno V con tres astronautas a bordo y un solo objetivo: llegar a la Luna. Doce minutos después, entran en órbita.
El cohete Saturno V, con un peso de 3.000 toneladas y un empuje máximo de 33,4 MN (meganewtons), puede poner hasta 140 toneladas de equipos tecnológicos en órbita baja terrestre (170 km de altura). Consta de cuatro partes fundamentales: el Apolo 11, donde viajan los astronautas y se encuentra el instrumental científico, y tres fases más con combustible, que se van desprendiendo a medida que se completan etapas de viaje. Después de 2 horas y 33 minutos en órbita terrestre, el motor S-IVB acelera la nave espacial a la velocidad requerida para escapar de la gravedad de la tierra y dirigirse hacia la Luna. Cuatro días después, Neil Armstrong (1930 – 2012) y Edwin “Buzz” Aldrin (1930), alunizan suavemente a bordo del Módulo “Eagle” (Águila) en el Mar de la Tranquilidad, una suave llanura volcánica de cientos de kilómetros, cercana al Ecuador de la Luna, mientras que Michael Collins (1930 – 2021) mantiene el Módulo de Mando “Columbia” en órbita, a 112 kilómetros de altura. Collins está solo en la inmensidad del espacio, pero según ha asegurado él mismo, no se sintió solo en ningún momento. Sabía, que si no lograban despegar de la Luna, él debía poner rumbo a la Tierra, a la que al recordarla desde su ventana describe como «frágil».
En la superficie, está empezando el día lunar y tras unas horas destinadas a igualar la presión del Módulo Águila con el exterior, ambos astronautas se disponen a salir. El traje espacial A7L que llevan, bautizado como EMU, Extravehicular Mobility Unit, o Unidad de Movilidad Extravehicular, está diseñado para proteger al astronauta de temperaturas extremas y posibles impactos de micro meteoritos. Tiene 8 cm de grosor, 11 capas de distintos materiales y pesa 80 kg incluyendo la mochila de soporte vital.
El astronauta Neil Armstrong abre la puerta, desciende lentamente los nueve peldaños de la escalerilla y es el primer hombre en pisar la superficie de nuestro lejano satélite natural: la Luna. Son las 3 horas y 56 minutos de la madrugada (hora española). Armstrong da un paso y pronuncia las siguientes palabras, audibles desde la Tierra por radio: «Este es un pequeño paso para el hombre; un gran salto para la humanidad», ante la mirada de millones de personas de todo el mundo que observan este histórico acontecimiento a través de sus pantallas de televisión. Aquí, en España, en blanco y negro y con alguna que otra interferencia, pues la Luna está muy, muy lejos, a una distancia promedio (por eso de su órbita elíptica) de 384.400 kilómetros, aunque la Luna se está alejando de la Tierra a razón de 3’8 centímetros al año.
Posteriormente “Buzz” Aldrin se une a él, y sus primeras palabras son una simple y asombrosa descripción de la superficie lunar: “Magnífica desolación”. Lo de llamarse “Buzz” se debe a que su hermana, incapaz de pronunciar “brother”, hermano, decía “Buzzer” y así terminaron conociéndole todos, hasta el punto de que decidió cambiar legalmente el nombre con el que fue bautizado, Edwin Eugene, por el apodo familiar. Inmediatamente, ambos astronautas comienzan a realizar las tareas que les han sido asignadas: toman fotografías, manejan una cámara de televisión, colocan una bandera de los Estados Unidos y colocan una placa metálica en una de las patas del Módulo de descenso con la siguiente inscripción: “Aquí los hombres del planeta Tierra han puesto el pie sobre la Luna por primera vez. Julio de 1969 D.C. Hemos venido en paz en nombre de toda la humanidad”. Después realizan actividades científicas: instalar un reflector de rayos láser (prismas en forma de espejo) destinado a medir con exactitud la distancia entre la Tierra y la Luna, un sismógrafo para registrar terremotos lunares, una pantalla para medir la intensidad del viento solar y, por otra parte, mediante picos y palas, recogen arena y fragmentos de rocas lunares para traerlas a la Tierra.
Después de algo más de dos horas en la superficie lunar, vuelven al Módulo Águila y el Módulo de ascenso se separa del de descenso y reemprende el viaje para unirse con el Módulo de Mando donde les espera Collins. Tras reunirse de nuevo, regresan sin dificultades a la Tierra y amerizan, sanos y salvos, en el Océano Pacífico, no lejos de Hawai, el jueves 24 de julio, ocho días después del inicio de la misión.
Los astronautas tienen que someterse a una cuarentena, por la posibilidad, en realidad remota, de que hayan traído algún germen desconocido de la Luna. La tripulación pasa las primeras 88 horas tras su regreso en una sala de 10,5 metros. Después se trasladan a un área más grande donde pasan varias semanas. Armstrong celebra allí su 39 cumpleaños.
Las muestras de rocas lunares son estudiadas por los científicos. Los análisis químicos – físicos y cristalográficos revelan que se trata de materiales idénticos a las rocas ígneas terrestres resultantes de fusiones. No se encuentra ningún elemento biológico, lo cual confirma la inexistencia de cualquier forma de vida pasada o presente. La Luna, al igual que la Tierra, tiene una constitución en estratos que estuvieron en un tiempo en estado fluido como lo estuvo nuestro planeta hace aproximadamente 4.500 millones de años.
Colofón
Con la Misión del Apolo XI (AS-506), el “desafío” del Presidente Kennedy se ha conseguido. Los hombres de la Tierra han caminado sobre la superficie de la Luna y han regresado sanos y salvos a casa. El Programa Apolo supuso una inversión de 24.000 millones de dólares y más de 400.000 trabajadores participaron en su desarrollo. El cohete, la nave y el módulo lunar estaban compuestos por 5.600.000 piezas, y aunque todas hubieran funcionado con un 99,9% de eficacia, se podían haber producido hasta 5.600 averías. Cualquier teléfono móvil de hoy tiene más memoria que el ordenador que Armstrong, Aldrin y Collins llevaban a bordo.
Pese al gran éxito de 1969, el programa Apolo sufrió dos reveses importantes. El primero de ellos se produjo el 27 de enero de 1967, cuando murieron los tres astronautas del Apolo 1 (AS-204) durante unos ejercicios de entrenamiento. El Apollo 13 también sufrió un accidente el 13 de abril de 1970, esta vez en el espacio (“Houston, tenemos un problema”), del que escaparon milagrosamente con vida sus tres tripulantes. La causa fue la explosión de un tanque de oxígeno que obligó a abortar la misión y regresar a la Tierra. El Módulo de Mando del Apolo 11, “Columbia”, es la única parte de la nave espacial que regresó a la Tierra. Fue transferido al Smithsonian en 1971 después de una gira por diversas ciudades estadounidenses patrocinada por la NASA. Los astronautas trajeron casi 400 kilos de rocas lunares cuyas muestras incluyen basaltos y rocas ígneas de color oscuro que fueron fechadas con cerca de 3,7 mil millones de años de antigüedad, de las que se dieron muestras a 135 países diferentes de todo el mundo como un gesto de buena voluntad.
La Misión del Apolo 11 fue, y será siempre, un símbolo de la insaciable curiosidad del hombre para explorar lo desconocido.