Cartas al director.-
«Hasta su muerte terrenal fue un trabajador incansable, creador de una numerosa familia con todos los vaivenes de la vida, pero siempre, siempre con una gran SONRISA»
Centenario prístino del nacimiento de un hombre bueno, de naturaleza alegre y por supuesto interminablemente enamorado de la vida.
Una vida casi plena, casi completa, puesto que vivió a su manera. Aquella manera dentro de un orden, pero con desorden, sin hacer daño, sin lastimar a quien no se lo mereciese, haciendo sonreír a todo ser humano a su alcance. Generoso cuando se le solicitaba y cuando no se le solicitaba también.
Por supuesto hablo de mi padre, de Javier Castro Martín, que nació tal día como hoy un trece de mayo, pero de 1924, día de la Virgen de Fátima como no podía ser de otra manera y a la que encomendó su protección y de la que recibió tantos favores.
Su paso por esta vida terrenal tuvo de todo, por eso fue completa o casi completa. Tuvo momentos de gozo y otros muy amargos.
De la porción de vida que compartí con él, me viene a la memoria los días que también fueron los más desdichados para mí, y fueron los de la muerte de mi hermano Rubén a la edad de 6 años, en aquel trágico accidente.
Él vivió épocas y periodos muy convulsos y diferentes, que con su mente y memoria privilegiada nos supo trasmitir a sus hijos y amigos. Vivió el ultimo periodo de la monarquía de Alfonso XIII, el mismo monarca que le hizo entrega en propia mano de un libro escolar de la época en su visita a Ceuta, ciudad donde vivió mi padre hasta los 5 años.
También vivió una 2ª Republica, tan convulsa o más que el periodo anterior, donde lejos de solucionar los problemas se dedicaron a generar más problemas.
Evidentemente vivió una terrible guerra civil con sus muertes y sus miedos, donde cuando llegó a Motril la “Desbandá” le suplico a su padre que ellos también se fueran puesto que venían los moros cortando las cabezas a los niños. Mi abuelo entonces conservando una extraña serenidad lo calmó y lo único que hizo fue quemar su carnet de la CNT.
Aquella “Desbandá” que tanto cambió la vida de mi familia y que con el paso del tiempo resultó ser una bendición para todos nosotros.
Tras la guerra, como es natural aconteció una agónica posguerra marcada por el hambre y las enfermedades que en sus primeros años se llevo la vida de su madre, mi abuela Carmen.
En los años posteriores y hasta su muerte terrenal fue un trabajador incansable, creador de una numerosa familia con todos los vaivenes de la vida, pero siempre, siempre con una gran SONRISA.
FELICIDADES PAPÁ
Jesús Luis Castro Martín
Motril, a 12 de mayo de 2024