La vida en la ciudad transcurría plácidamente en Motril a finales del siglo pasado, a pesar de la crisis económica y la incuria de los tiempos. Noviembre había sido un mes extraordinariamente lluvioso, lo que había provocado algunos problemas, entre ellos el hundimiento de una casa enclavada en la calle Curucho. A pesar de la adversa climatología, el Teatro Calderón de la Barca, inaugurado varios años antes, celebraba sus funciones con normalidad. A iniciativa de varios motrileños se había verificado una velada teatral a beneficio de los indigentes de la localidad. Concretamente La Fornarina, drama escrito por Francisco Retés fue puesto en escena por una compañía de jóvenes de la localidad. Una lectura poética y una pieza corta titulada «La Tostada» completaban el programa teatral que contó con una gran concurrencia de público.
Las tradiciones que en estas fechas tan entrañables se estilan por esta época siguen estando vigentes en los tiempos actuales. El tradicional aguinaldo era práctica muy usual entre la sociedad motrileña e, incluso, se ve acrecentado por las penalidades del momento. Son muchos los pobres de solemnidad que requieren este donativo para mitigar sus necesidades. Es tal la penuria que las calles se ven inundadas de indigentes que van de casa en casa mendigando alguna ayuda para subsistir. La situación queda perfectamente plasmada por el redactor de «La Revista Local y Literaria», que con cierta ironía recomienda a sus lectores «simular desde el 23 al 31 de Diciembre accesos de locura furiosa y recibir las visitas a puñetazo limpio» o, incluso, «alquilar un perro de presa que echado en el umbral de la puerta de la habitación no deje acercarse a nadie, sin enseñarle sus brillantes y aguzados dientes…». La entrañable y multitudinaria misa del Gallo sigue congregando a numerosos motrileños en la iglesia de la Encarnación, aunque la solemnidad no esta reñida con las muestras de irreverencia que derivan del excesivo abuso de vinos del lugar. Precisamente, a su conclusión, se entablaría en la cercana calle del Señor de Junes una reyerta entre varios «devotos de Baco», provocando la intervención del sereno del distrito para apaciguar los ánimos.
La lotería, como hoy, era un acontecimiento de enorme expectación. El tradicional sorteo de estas fechas era el sueño que animaba a todos a jugar, aunque fuese a costa de los pocos ahorros que la vida les deparaba. La prohibición de rifas particulares había provocado el incremento de la venta de números, todo ello en beneficio de las rentas del Estado. Sin embargo, los afortunados serían en realidad unos pocos.
Los días claves de la Navidad son aprovechados para desplegar una inusitada actividad social, en la que el Teatro Calderón se erige en el principal centro lúdico de la ciudad. Por ello, para el día 25 de diciembre se ha concertado la representación del drama original de Gaspar Núñez de Arce «Deudas de la Honra». El programa concluirá en ese día con la puesta en escena de la comedia en un acto «La venda de Cupido». El día 26 no habrá ninguna velada teatral ya que ha sido sustituida por un baile de máscaras. Para el día 27, sin embargo, se estrena una gran obra, «La trenza de sus cabellos», drama en verso del afamado autor Tomás Rodríguez Rubí, quedando completada la noche con el juguete cómico en un acto «De vuelta del otro mundo». Un nuevo baile de máscaras pondrá el colofón a las funciones festivas que concluyen en ese día 28, día de los santos inocentes.
El día 25, día de Navidad, se espera gran animación en la velada teatral programada, dado el gran número de entradas que han sido repartidas. Sin embargo, tan buenas expectativas se tornan amargas en tan sólo unos instantes. A las 20,45 hrs. un movimiento sísmico de gran intensidad sacude los hogares. Estos terribles momentos se convierten en interminables horas para algunos, prolongándose la oscilación por tiempo de quince segundos. Como preludio, un ruido sordo y duradero anuncia que algo extraño va a acontecer. Según las crónicas de la época, tras el terremoto, una nube de polvo volcánico se cierne sobre la ciudad.
De seguida el pavor sobrecoge a todos sus habitantes. Los espectadores que contemplan la velada teatral en el Calderón quedan paralizados. Las butacas desocupadas caen al suelo y las columnas de los palcos se cimbrean a compás del temblor. El miedo inunda el ánimo de todos los presentes, que se prestan a abandonar precipitadamente el local. La salida, en extremo desorganizada, crea algunos problemas y son muchas las personas que reciben golpes y contusiones durante la evacuación. Desde luego la calle se convierte en el lugar mas seguro por el momento, a pesar de que algunos edificios han quedado seriamente dañados y varias casas se han derrumbado. El pueblo es un puro clamor. Gritos ensordecedores y llantos de niños y mujeres se escuchan por doquier.
Pasados estos minutos de horror, las familias abandonan sus moradas y se acomodan en plazas y calles. Sobrepuestos de esta primera impresión, al momento la tierra vuelve a estremecerse. Siete oscilaciones sísmicas se repiten durante la noche acrecentando el miedo entre la población. Parece el fin del mundo y todos vuelven sus miradas hacia su santo patrón, el Nazareno, a quien suplican que interceda para que termine esa noche de horror. Una gran muchedumbre se dirige enseguida hacia la iglesia Mayor y con inconmensurable fe sacan en procesión a la efigie de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Como refleja «La Revista Local y Literaria», al aparecer en la plaza su figura, «todas las rodillas se doblaron, todos los ojos vertieron lágrimas, todos los labios murmuraron oraciones, todos los pechos se ahogaron en suspiros, todas las manos se levantaron al cielo suplicantes…». La procesión estuvo presidida por el párroco de la iglesia, que reflejaba en su semblante los horribles momentos vividos instantes antes. La comitiva recorrerá las céntricas calles de la ciudad seguida de todo el pueblo de Motril, para dirigirse hasta la ermita de la Virgen de la Cabeza. Allí, el capellán real entonó varias plegarias y rezos que fueron acompañados por todos los presentes. De seguida la Virgen de la Cabeza fue colocada en andas y junto al Nazareno prosiguió la marcha hasta la iglesia de la Encarnación. En su pórtico ambas imágenes fueron objeto de muestras de veneración y fe de los motrileños, que permanecieron junto a ellas hasta las primeras horas de la mañana del día 26 de diciembre.
Al clarear el día, muchas familias inician el regreso a sus moradas. En verdad la ciudad ofrece una estampa triste y desoladora: «la palidez y el espanto estaban retratados en todos los rostros. Las calles veíanse llenas de escombros. Las fachadas presentaban en su mayoría desperfectos que amenazaban ruina. Muchos tejados habían caído al suelo. Una casa de la placeta del teatro tenía, entre otros desperfectos rota y en tierra la ménsula de un balcón. El templo parroquial estaba todo cuarteado…». El día transcurrirá con la lógica incertidumbre y el relativo sosiego, aunque a la caída de la tarde se sienten nuevas oscilaciones y el miedo otra vez hace mella entre la población. Motril entero es un puro clamor y nadie se siente seguro en ningún lugar. Con precipitación las familias abandonan el núcleo urbano y se acomodan en los alrededores. Se habilitan con premura multitud de chozas para resguardarse del frío de la noche, aunque todo vale con tal de no quedar al aire libre. Los carruajes y hasta incluso los coches del tranvía fueron habilitados como improvisados refugios. Para desgracia de todos una fuerte tormenta con abundante aparato eléctrico descarga sobre la comarca. Otra vez parece que el fin del mundo llega irremisiblemente.
Para satisfacción de todos, no se produce ningún terremoto durante la noche, aunque la tensión de algunos y el miedo de otros, ha generado el infundado rumor de nuevos registros de temblores. Al despuntar un nuevo día la calma va extendiéndose entre la población, aunque hasta la misma noche del día 27 permanecieron algunas familias en chozas y casetas de la vega. Parece que todo ha terminado, pero sólo es una mera pausa.
En la tarde del día 30 de diciembre, concretamente a las siete menos cuarto, una nueva sacudida siembra el terror en la ciudad. Su duración es leve, aunque intensa, pero suficiente para originar una nueva huida hacia los alrededores. A lo largo de la noche varias replicas se hacen sentir provocando que los nervios afloren en todos. Algunas personas han quedado sobrecogidas por un inenarrable pavor que las postra en cama gravemente enfermas.
En el último día del año el balance es desolador. Desde el día 25 se han contabilizado más de quince oscilaciones sísmicas. Cuatro personas han fallecido a causa de ello y varias mas se encuentran en grave estado. En cuanto a pérdidas materiales se han constatado más de setenta edificios derruidos, más de treinta casas han tenido que ser apuntaladas y un elevado número presentan importantes desperfectos. Incluso, hasta la torre de la iglesia Mayor se encuentra cuarteada. Aparte de ello la ciudad se encuentra desolada y todas las actividades se hallan paralizadas. Como muy bien describe el redactor de La Revista Local y Literaria, el aspecto de la ciudad es el de un inmenso cuartel de campaña. La primera autoridad municipal y varios concejales han recorrido las calles para evaluar los desperfectos de las viviendas.
Las perspectivas tan halagüeñas que se esperaban al comienzo de la Navidad de este terrible año han quedado todas rotas por los acontecimientos. Entre otras actuaciones las funciones teatrales del Calderón y los bailes de máscaras quedaron suspendidos y como nota anecdótica se puede referir que los presos de la cárcel se amotinaron al sentir los temblores y tuvieron que ser trasladados hasta Capuchinos, donde fueron instalados provisionalmente.
Como recoge la prensa de la época, este año de 1.884 «a más de traer a nuestros ánimos una consternación indefinible, hará durante muchos años triste y espantoso el recuerdo de los días de Navidad..». A consecuencia estos terribles días, Motril renovará el voto que un día la ciudad acordó para conmemorar los terremotos que casi un siglo antes, en 1.804, sembraron el terror entre su población.