Antonio Gómez Romera
Domingo, 19 de noviembre de 2023
EN EL CLXXIII ANIVERSARIO DE LA INAUGURACIÓN DEL TEATRO REAL EN MADRID
Hoy domingo, 19 de noviembre, festividad de Santa Isabel de Hungría (1.207 – 1.231), patrona de viudas, panaderos, mendigos, novias, trabajadores y sociedades de caridad, condesas, exiliados, personas falsamente acusadas, hospitales y sanatorios, servicios de enfermería, personas ridiculizadas por su piedad y terciarios. Asimismo, protectora contra la mortalidad infantil, dolores de muelas y problemas con la familia política. Hoy, en su cuadragésimo sexta semana del año 2.023, se cumplen 173 años (1.850) de la inauguración del Teatro Real en Madrid, en el día de la onomástica de la soberana, la reina Isabel II (1.830 – 1.904).
El Teatro Real de Madrid es uno de los edificios más emblemáticos del Madrid de los Austrias. Situado entre la Plaza de Oriente y la Plaza de Isabel II, mira de frente al Palacio Real. El edificio es sobrio, de apariencia robusta, pero a la vez elegante. La fachada principal, por donde entran los espectadores, es la que da a la Plaza de Oriente. Tiene una forma de hexágono irregular, con aspecto de construcción isabelina, similar a un ataúd. El exterior del edificio no ha variado desde su construcción, entre 1.817 y 1.850.
Antecedentes
El Teatro Real se levanta en el mismo solar que durante el siglo XVIII ha ocupado el “Teatro de los Caños del Peral”, también dedicado, por afición de los monarcas y de los madrileños, a la ópera y a la música de estilo italiano. Fue demolido entre 1.816 y abril de 1.818 por el mal estado del edificio. El rey Fernando VII (1.784 – 1.833), ordena que se trace el diseño de la nueva Plaza de Oriente y el 23 de abril de ese mismo año se coloca la primera piedra y comienzan las obras de cimentación del nuevo Teatro. Al año siguiente, 19 de noviembre de 1.819, hace 204 años, también por orden de Fernando VII, abre sus puertas el “Museo Real de Pinturas”, que acabará siendo el “Museo del Prado”.
El nuevo Teatro se va construyendo poco a poco, a impulsos de alguna decisión de la Corona, o cuando la Real Casa encuentra dinero para ello. Mucho antes de terminarse, en 1.836, se abre una parte del edificio, la que hoy da a la Plaza de Isabel II. Se destina a Salón de Baile, con gran éxito de público. Se incrementan los bailes cuando se termina la Primera Guerra Carlista, y con ellos aumentan los ingresos que la Casa Real cobra al empresario que arrienda el local. Ahí empiezan otros problemas, porque en 1.840 el Gobierno del general Baldomero Espartero (1.793 – 1.879) decide mudar las Cortes desde el local que ocupan en el ruinoso convento del Espíritu Santo hasta el salón del Teatro de Oriente, como se le llama entonces. La Casa Real protesta, porque se queda sin unos ingresos que compensan un poco los enormes gastos que le han supuesto las obras del teatro. Esta polémica entre el Gobierno y la Casa Real lastra durante algunos años el proyecto.
En 1.845 el Marqués de Salamanca (José María de Salamanca y Mayol, 1.811 – 1.883) propone hacerse cargo del teatro a sus expensas. El general Ramón María Narváez (1.799 – 1.868) se niega. De ese año data el enfrentamiento del Marqués de Salamanca con los liberales conservadores, en particular con Narváez.
En 1.849 se llega a un acuerdo sobre lo que las diversas instituciones han gastado en las obras y empieza a quedar despejado el panorama. A partir de ahí el Gobierno se hace con las deudas y los gastos. El 7 de mayo de 1.850 se publica la Real Orden en la que la Reina manda que se proceda inmediatamente a «terminar las obras del Teatro de Oriente, bajo los planos que se hallan aprobados». Firma el ministro de Gobernación, Luis José Sartorius (1.820 – 1.871).
El 25 de mayo, la Casa Real da oficialmente por terminado el conflicto que mantiene con el gobierno acerca del coste de las obras. Seis meses después, en un tiempo récord (las prisas se pagarán en la calidad de la obra), el nuevo teatro está terminado, se llamó “Teatro Real”.
Inauguración del Teatro Real
El 19 de noviembre llueve a mares, y a las ocho de la tarde, cuando se abren las puertas del Teatro Real, la fila de coches llega hasta la Puerta del Sol. Se entra por el arco de la calle de Carlos III, y la salida está señalada por el arco de la calle Felipe V. Allí se agolpa la multitud, que contempla a los asistentes al gran acontecimiento.
El Teatro Real está adornado con hachones de cera y colgaduras. Los Reyes, la Real Familia y el séquito entran, a las nueve en punto, por la puerta central de la Plaza de
Oriente. En esta fachada ondean multitud de gallardetes y una bandera española. La Reina, con veinte años recién cumplidos, viste un traje de color caña con cintas de raso blanco y aderezo y luce una diadema de brillantes. A los acordes de la Marcha Real toma asiento en el palco regio, forrado de raso blanco y carmesí, adornado con una gran colgadura de terciopelo también carmesí, con escudo y franjas doradas y, en el techo, una estrella de terciopelo.
El Teatro, con sus cuatro órdenes de palcos, relumbra, recién pintado de marfil y oro, con toda la tapicería en rojo: las colgaduras, de damasco, y de terciopelo las butacas y las balaustradas. El techo ha sido pintado por el discípulo de Goya, Eugenio Lucas Velázquez (1.817 – 1.870). Hay representadas escenas mitológicas y retratos de algunos artistas, entre ellos Leandro Fernández de Moratín (1.760 – 1.828), Pedro Calderón de la Barca (1.600 – 1.681), Diego Velázquez (1.599 – 1.660) y Vincenzo Bellini (1.801 – 1.835), un homenaje al compositor favorito de la Reina.
El telón de boca, obra del escenógrafo francés Humanité – René Philastre (1.794 – 1.871) «simulaba un pabellón de terciopelo recogido hacia un lado para mostrar otra cortina de color amarillo claro, bordada caprichosamente en oro y colores. En el centro, sobre fondo blanco, un medallón con las iniciales de la reina, sostenido por ángeles, y en la parte superior las armas de España».
Mientras hacen su entrada los Reyes, «sobre el patio de butacas caía una lluvia de papelitos de colores con poesías de los mejores literatos del momento»: Gertrudis Gómez de Avellaneda (1.814 – 1.873), Juan Eugenio Hartzenbusch (1.806 – 1.880), Manuel Bretón delos Herreros (1.796 – 1.873) y, como no podía ser de otra manera, Temistocle Solera (1.815- 1.878), escritor de los libretos de las primeras óperas de Giuseppe Verdi (1.813 – 1.901).
En el palco llamado «de diario» que ocuparía la Familia Real cuando no acudiera en funciones oficiales o de gala, se sienta la Reina Madre, María Cristina de Borbón Dos
Sicilias (1.806 – 1.878), con el Duque de Riánsares (Agustín Fernando Muñoz y Sánchez,
1.808 – 1.873). Justo enfrente, ocupan el palco del Gobierno el general Narváez, Presidente del mismo, Juan Bravo Murillo (1.803 – 1.873), ministro de Hacienda, y otros miembros del Consejo. El ministro de Gobernación, Luis José Sartorius Tapia (1.820 – 1.871), ocupa su propio palco.
El Teatro, con sus 2.800 plazas, es uno de los más grandes del mundo, y está a rebosar. En la reventa se han llegado a pagar 320 reales por una entrada que costaba en taquilla 24. Los cantantes están entre los mejores del momento: Paul Barrouilhet (1.810 – 1.871), el más prestigioso de los barítonos, cobra casi 230.000 reales por cantar dos meses. Para el tenor Italo Gardoni (1.821 – 1.882), menos famoso, sus honorarios no llegan a 14.000 reales. La soprano Erminia Frezzolini (1.818 – 1.884) o el director de orquesta Michele Rachele y, como protagonista absoluta, una súper diva, la contralto Marietta Alboni (1.826 – 1.894), que, según se asegura, cobró la fabulosa cantidad de 55.200 francos por 24 funciones, a 10.000 reales cada una. Marietta es una mujer joven, hermosa, con una voz extraordinaria y una gran artista, a pesar de su irrefrenable debilidad por los dulces que, con el tiempo le llevará a engordar y de la que el compositor Gioachino Rossini (1.792 – 1.868) va a decir que es como “un elefante que se tragó un ruiseñor”. El novelista y dramaturgo Benito Pérez Galdós (1.843 – 1.920) cuenta que en su camerino siempre había dos mesas, «una con las cosas de tocador y otra con el recado de golosinas, platos de sustento, como jamón con huevo hilado y bartolillos de tantísimas clases».
La obra que inaugura el Teatro Real es la ópera “La favorita” (1.840), de Gaetano Donizetti (1.797 – 1.848), que cuenta los amores desdichados de Leonor de Guzmán, favorita de Alfonso XI de Castilla, con el joven Fernando, que abandona por ella su carrera eclesiástica y luego su prometedora carrera militar. A partir del 19 de noviembre de ese 1.850 y durante los 75 años siguientes, el Real se convierte en uno de los principales teatros europeos.
Colofón
Desde el pasado 19 de septiembre, la Sala Principal del Teatro Real cuenta con una proyección llamada “Cielo”, realizada por el artista Jaume Plensa, que ilumina su cúpula, rememorando aquellas pinturas que adornaban las cúpulas en el clasicismo. Tras su inauguración, esta intervención artística se podrá contemplar y disfrutar desde la entrada del público a la sala hasta el momento en que se apagan las luces para el inicio del espectáculo. La obra es un rodaje en alta resolución (4k) del cielo de Madrid desde la azotea del Teatro, tomado en los días centrales del mes de junio, y recoge el movimiento de las nubes en un devenir continuo y real para ser proyectado en la cúpula de la sala principal, gracias a cuatro sofisticados proyectores de 20 000 lúmenes, con una duración aproximada de unos 20 minutos.