“Abrir y cauterizar”
Hoy me siento inspirada y me apetece hablar de algún tema profundo…por ejemplo de los antitranspirantes. No sé que opinaréis vosotros al respecto 🤔, pero yo siempre he pensado que son una aberración contra la naturaleza.
Esas pobres glándulas sudoríparas intentando hacer bien su trabajo…eliminando de buen rollo las toxinas por el sobaquillo, y nosotros haciéndoles tapón en plan Kareem Abdul- Jabbar 🏀 ….no es justo.
Pero bueno, de sobra es conocida la tendencia de los primates modernoides de intentar ocultar lo que nos parece “feo” o “huele mal” ¡Incluso somos unos verdaderos artistas en hacer como si todo eso no existiera! 😎
También en lo emocional…sí. También para eso somos unos hachas. Nos aplicamos sofisticados e ingeniosos “antitranspirantes”: lociones de distracción, fluidos de adicción o cremas de autoengaño…
Si, nos da mucho miedo enfrentarnos a nuestras “miserias” y por eso decidir acudir al psicólogo, no es que sea la decisión que más mola del mundo 😬. De hecho, doy fe de que se está mucho mejor en el bar tomándose una cerveza.
La labor del psicólogo no es fácil porque básicamente, consiste en facilitar que la persona que está sufriendo, se atreva a quitarse todos esos “antitranspirantes” de encima y consiga atravesar el dolor para trascenderlo.
Podríamos asemejarlo al trabajo del fisioterapeuta cuando busca el punto de dolor y aprieta porque, aunque es consciente de que en ese momento, te estás c_ g_n_o en toda su nación 🤣, también sabe que en unos días te encontrarás mucho mejor.
Fue Aristóteles, que era un tío muy listo, el que tomó del lenguaje médico el término “catarsis”, que inicialmente se refería al proceso de purificación por el cual el cuerpo elimina toxinas, y trasladó su significado a la necesidad del alma de expulsar, mediante expresión artística, todo lo que le resulta dañino contener.
Y es que el arte puede ser un canal extraordinario para la expresión y el afrontamiento de las emociones, permitiéndonos, al mismo tiempo, ponernos a una cierta distancia del dolor.
Concretamente, los psicólogos empleamos con bastante frecuencia la escritura como herramienta terapéutica, y dependiendo del objetivo que queramos conseguir, pedimos a los clientes que elaboren autobiografías, que describan detalladamente sucesos traumáticos, que escriban cartas de despedida o, por ejemplo, que se sumerjan en sus miedos más profundos.
Cuando estamos pasando un mal momento, puede resultar ilógico e incluso atemorizante pensar en sumergirnos aún más en el malestar. De hecho, entrar de lleno en la emoción de la que estamos rehuyendo (tristeza, miedo, decepción, rabia, desconsuelo, duelo etc.) suele intensificarla temporalmente. Normalmente se suele prescribir para que se haga, sin interrupción, durante varios días o semanas seguidos. Si somos constantes, lograremos atravesar las profundidades y salir a la superficie 🏊🏻♂️. Es decir, después de un cierto incremento ⬆️ de las sensaciones, ese malestar comenzará a menguar ⬇️ y podremos experimentar un notable alivio.
Y es que, como dice el escritor Juan José Millás: “La escritura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas”.
Podríamos destacar como beneficios de la escritura terapéutica que:
- Nos ayuda a desahogarnos y liberar tensión.
- Ayuda a perderle el miedo a los pensamientos negativos y agoreros, y a relativizar los problemas.
- Ayuda a ordenar y simplificar la maraña de pensamientos y emociones que muchas veces nos bloquean y, en consecuencia, a poder manejarlos de una forma más eficaz.
- Ayuda a deja de rumiar sobre uno mismo y su problema, para plasmar la idea en el papel.
- Ayuda a acelerar el proceso de mejora en cualquier crisis emocional.
Por todo ello, la escritura siempre resulta una técnica potente a la par que accesible, segura y respetuosa. Y además es barata y sencilla de aplicar 😃.
Quizás te estés preguntando, ¿Y por qué escribir y no hablar?
A menudo, cuando hablamos con alguien sobre algo que nos preocupa o nos duele, no llegamos hasta el fondo. A veces es nuestro interlocutor el que no tolera vernos sufrir y hace o dice cosas para cortar el flujo de nuestro dolor (darnos consejos precipitados, decirnos que no pensemos así, cambiar de tema, restar importancia etc…), en otras ocasiones somos nosotros mismos los que nos cohibimos por pudor o por pensar que no nos van a entender.
Sin embargo, el papel nunca nos juzga, y puede soportar todo nuestro dolor. No tenemos por qué ocultar nada.
Otro de los motivos por los que puede ser mejor escribir que hablar, es que, aunque hablando podemos encontrar cierto alivio a corto plazo, a largo plazo se suele retroalimentar la preocupación y por tanto aumentar la percepción de gravedad del problema. Al escribir, por el contrario, aunque a corto plazo podamos sentirnos más “revueltos”, a largo plazo conseguimos ganar alivio y perspectiva respecto al problema y es que, a veces, para salir del infierno, es necesario bailar con el diablo 👿.
Pero recuerda, si el malestar que te genera enfrentarte a escribir tus vivencias o sufrimiento es tan intenso que no logras afrontarlo sólo, siempre pide la ayuda de un profesional de la salud mental.
¡Espero que te haya gustado!
¡Un abrazo! 💛🧡💚💙