EFEMÉRIDES DE FIN DE SEMANA

Antonio Gómez Romera

Domingo, 21 de mayo de 2023

En el XCVI aniversario del primer vuelo en solitario a través del atlántico de Charles Lindbergh y el “Spirit of St. Louis”

Charles Lindbergh.

Tal día como hoy, domingo 21 de mayo, festividad de San Constantino, vigésima semana del año 2.023, se cumplen 96 años (sábado, 1.927), de la llegada del aviador estadounidense Charles Lindbergh (Detroit, Míchigan, 4 de febrero de 1.902 – Kipahulu,

Hawái, 26 de agosto de 1.974) al aeródromo Le Bourget de París (Francia), con el avión de ala fija modelo Ryan NYP, “Spirit of St Louis”. Había partido desde Nueva York, 33 horas, 30 minutos y 29´8 segundos antes y tras recorrer 5.782 km, realiza la primera travesía, en solitario y sin escalas, del Atlántico Norte, obteniendo el Premio Orteig de 25.000 dólares de la época. Raymond Orteig (Louvie-Juzon, Pyrénées-Atlantiques, Francia, 1.870 – Nueva York,1.939) era propietario de los hoteles “Lafayette” y “Brevoort” en Nueva York y tras el regreso deLindbergh a Estados Unidos, Orteig le entregó oficialmente el premio el 16 de junio de1.927 en una ceremonia celebrada en el salón de recepción del “Hotel Brevoort”.

Lindbergh y el Spirit of St Louis.

Mientras Norteamérica vive la tiranía de la Mafia y el despilfarro que va a provocar uno de los desastres económicos más graves de la era contemporánea, un joven solitario está a punto de demostrar que ha llegado el momento de extender los dominios del hombre más allá de tierra firme. Los periódicos de Estados Unidos, lo llaman ‘the flying fool’, el ‘tonto volador’, ya que el “Spirit of St Louis” tiene un sólo motor y no va a llevar ni radio ni paracaídas para incluir un depósito de combustible más grande.

Tras haber preparado la ruta a conciencia y realizar hasta 32 vuelos de prueba, el 20 de mayo de 1.927, a las 7:52 de la mañana, Charles Lindbergh despega del aeródromo

Roosevelt de Nueva York. Durante más de un día, el mundo entero contuvo la respiración como pudo. “No creo que aquella noche durmiera más que el propio Lindbergh”, recuerda más tarde el actor James Stewart.

Charles Lindbergh y su esposa Anne.

Veintisiete horas después de su partida, la noticia de que ha superado la etapa más peligrosa del trayecto acalla las voces más pesimistas. A mitad de camino reconoce más tarde Charles que en lugar de alegrarse, siente temor por lo mucho que aún le queda. Su principal combate es contra el cansancio. Considera cerrar las ventanas del avión, pero desestima la idea, porque necesita el frío para no dormirse. Cuando la radio anuncia que Lindbergh ha sobrevolado el sur de Inglaterra, la gente empieza a invadir el centro de París. “Después del Armisticio de 1.918, París no había sido testigo de una manifestación de entusiasmo y excitación popular como aquella”, comenta un periodista testigo del aterrizaje. Miles de vehículos colapsan las carreteras que conducen al aeródromo de Le Bourget, al noreste de París. Al final, cerca de 150.000 personas se congregan en el mismo campo de aterrizaje. Poco después de las diez de la noche, el gentío enmudece al escuchar el zumbido de un motor. Finalmente, a las 22:24 del día 21, el “Spirit of Saint Louis” aterriza en el aeródromo de Le Bourget. Los enfervorecidos franceses le arrancan prácticamente la ropa a tiras para tener un souvenir suyo, y el mismo avión es casi despedazado por el gentío que celebra su éxito. Lindbergh salva la vida gracias a unos gendarmes que se las ven y se las desean para protegerle. La proeza alcanza dimensiones mundiales, cambiando para siempre la vida del piloto. El presidente francés, Gaston Doumergue (Aigues-Vives, 1 de agosto de 1.863 – Aigues-Vives (Gard), 18 de junio de 1.937) le rinde honores en mitad de una gran expectación.

Cartel de búsqueda del hijo de Charles Lindbergh.

Después de volar a Bélgica y Reino Unido, el “Spirit of St. Louis” viaja de vuelta a Estados Unidos en el crucero de guerra “USS Memphis” (CL-13) en el mes de junio 1.927, y una flota de barcos de guerra y aviones le escolta hasta la capital, donde el presidente John Calvin Coolidge Jr. le condecora con la distinguida “Cruz de Vuelo”. Tras los festejos y numerosos vuelos promocionales por Estados Unidos, Centroamérica, Colombia, Venezuela y, finalmente, el Caribe, el 30 de abril de 1.928, el «Spirit of Saint Louis» es entregado al Instituto Smithsoniano para su conservación. Actualmente se encuentra expuesto en el Museo del Aire y del Espacio, en Washington D. C. (EE. UU.)

Empresarios, jefes de estado y todo tipo de personalidades quieren conocerle. Uno de ellos, Harry Guggenheim, entabla una fructífera amistad con Lindbergh que acaba provocando un profundo impacto en el desarrollo de la aviación en Estados Unidos. En diciembre de aquel mismo año y, a petición del gobierno estadounidense, vuela a varios países de América Latina como símbolo de buena voluntad. Durante su estancia en México conoce a la hija del embajador americano en aquel país, Anne Spencer Morrow (Englewood, Nueva Jersey, 22 de junio 1.906 – Vermont, 7 de febrero de 2.001), con la que acaba casándose. Juntos realizan gran número de expediciones alrededor del mundo, explorando nuevas rutas para las aerolíneas que le tienen en nómina. Charles Lindberg, se convierte en un ídolo de masas y en un héroe americano gracias a su hazaña de cruzar en solitario el Atlántico. Tal es así que los camareros se disputan los huesos de pollo y las servilletas que deja en los restaurantes y tiene que ver cómo la gente le sigue hasta el baño y se resigna a que sus camisas nunca vuelvan de la lavandería. Es más, su casa natal fue asaltada por unos ladrones que se llevaron todos los objetos personales que pudieron encontrar, hasta los más pequeños e insignificantes.

Desfile en coche descubierto por Broadway junto al alcalde, James Walker.

Durante la hora y 41 minutos que Lindbergh pasó el día 15 de agosto en Springfield (Illinois): «ofreció un breve discurso en el aeródromo, saludó a cerca de cien funcionarios locales, lo invitaron a admirar y pasar revista a la 106ª Caballería de Illinois, se montó en un coche descapotable para recorrer a la carrera ocho kilómetros, en los que dejó atrás a 50.000 personas que lo vitoreaban y ondeaban banderines, dejó una corona en la tumba de Abraham Lincoln, lo llevaron al arsenal de la localidad, donde le obsequiaron con un reloj de oro y le dedicaron una sucesión de acelerados y pomposos discursos». Pero, la tragedia se ceba en su familia, su hijo primogénito, Charles Augustus Lindbergh Jr., de 20 meses de edad, es secuestrado el 1 de marzo de 1.932 en la residencia que el matrimonio posee en Nueva Jersey y, para su liberación se les exige el pago de 50.000 dólares en certificados de oro. Tras el pago del rescate, el niño apareció muerto en una carretera. La tragedia cobró resonancia internacional y saltó a las primeras páginas de los periódicos. Aun sin pruebas irrefutables, Bruno Hauptmann, un carpintero de origen alemán, fue declarado culpable y condenado a muerte. Pese a ello, el llamado “crimen del siglo” continuó generando debate debido a las múltiples preguntas que quedaron sin respuesta.

Terriblemente disgustada, la pareja se trasladó a Europa para alejarse de la presión mediática. Durante los años treinta, la pasión de Lindbergh por el mundo de la mecánica le llevaría a destacar en un campo a priori poco relacionado con la misma, el de la investigación médica. Lindbergh y el cirujano y biólogo francés Alexis Carrel investigaron en el área de trasplantes de órganos. Llegaron a diseñar un dispositivo capaz de bombear a través de los tejidos las sustancias necesarias para mantener vivo un órgano fuera del cuerpo. Este invento les condujo a patentar un rudimentario corazón artificial y allanó el camino para los trasplantes que, décadas más tarde, revolucionarían la ciencia médica.

Una muchedumbre rodea el avión de Lindbergh en Inglaterra.

Durante una cena en 1.938 en la casa del Embajador de EEUU en Alemania, recibe una medalla del comandante de la Luftwaffe, Herman Goering, en nombre del propio Adolf Hitler. Aquellos coqueteos con la Alemania nacionalsocialista de la que queda profundamente impresionado van a poner en entredicho su reputación. A su regreso a Estados Unidos advierte de la insuperable fuerza alemana y lidera el movimiento aislacionista norteamericano. Su enaltecimiento del régimen nazi le vale el reproche de muchos de sus conciudadanos, incluido el del presidente Roosevelt, que le prohíbe combatir en Pearl Harbor. Le acusan de derrotista, antisemita y traidor pro-nazi. No obstante, durante la Segunda Guerra Mundial, lleva a cabo misiones como civil en Europa al servicio de las fuerzas aéreas estadounidenses. Nunca volvió a ser lo que era y muchos se preguntaron si aquel hombre capaz de enhebrar un discurso de odio era el mismo que había protagonizado una de las hazañas más luminosas e ilusionantes de todo el siglo XX.

Una de las mayores aportaciones de Lindbergh fue su inestimable ayuda en la creación del programa espacial estadounidense. Su papel acabó resultando vital en ese ámbito, donde llegó incluso a asesorar en sus investigaciones a Robert H. Goddard, inventor del cohete moderno. Con el tiempo, el propio Lindbergh llegaría a convencerse de que las consecuencias de su proeza a bordo del “Spirit of Saint Louis” le habían causado más quebraderos de cabeza que beneficios. Hastiado y desengañado, dejó a un lado la aviación y se entregó a la protección del medio ambiente. Dedicó el resto de sus días a rescatar animales en peligro de extinción y a preservar áreas inexploradas del planeta. Por si fuera poco, realizó extraordinarios descubrimientos arqueológicos y antropológicos y prosiguió con las investigaciones médicas que había iniciado durante los años treinta.

Tumba de Charles Lindbergh.

Colofón

En 1.954, Charles gana el Premio Pulitzer de Literatura con su obra “Spirit of St. Louis”, un relato sobre su famoso vuelo. Su último proyecto fue la creación de una fundación que dotaba con 10.580 dólares, cantidad que le costó el Spirit of Saint Louis, y que dedicará a todos aquellos proyectos orientados, según sus palabras, “a mantener el equilibrio entre el avance tecnológico y la preservación de nuestro entorno humano y natural”.

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