Domingo, 21 de agosto de 2022
Antonio Gómez Romera
EN EL 82 ANIVERSARIO DEL ATENTADO A LEÓN TROTSKY A MANOS DEL ESPAÑOL RAMÓN MERCADER
Hoy se cumplen 82 años (miércoles, 1940) del magnicidio de León Trotsky (León Davídovich Bronstein, teórico comunista ruso, líder forjador de la Revolución Proletaria de Octubre de 1917, del Movimiento Obrero Mundial y el principal opositor de Stalin en su ascenso al poder) en Coyoacán (n° 19 de la Calle de Viena – Ciudad de México), por Ramón Mercader del Río (Barcelona, 1913 – 1970, conocido con el alias de “Jacques Mornard”, agente español al servicio de la Unión Soviética, con un piolet de montaña.
Sobre “Trostki”
En la obra “Tres tristes tigres”, original del escritor y guionista cubano Guillermo Cabrera Infante, premio “Cervantes” en 1977, se define a Trotsky como el “profeta de una religión herética: mesías y apóstol y hereje en una sola pieza”. León toma el nombre de «Trotski» de un guardia de la Prisión de Odessa, de donde escapa en 1902. Al morir Lenin (Vladímir Ilich Uliánov, Gorki, 21 enero 1924), León Trotski y su familia son víctimas de la persecución de Stalin (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Gori, diciembre 1878 – Moscú, 5 marzo 1953). Eduard Puigventós López, escritor y doctor en Historia Contemporáneas, en su obra «Ramón Mercader, el hombre del piolet. Biografía del asesino de Trotsky», (Now Editorial, 2015) afirma que «Stalin aprovechaba todos los resortes del poder y del estado soviético para apartar a sus posibles rivales y erigirse como líder máximo y supremo, que todo lo dirimía y que nadie le hiciera sombra, y a Trotsky, que era su principal competidor, hacía tiempo que lo había ido arrinconando».
La propaganda estalinista lo convierte en el «modelo del mal». Es exiliado a Alma Ata, Kazajistán, en enero de 1928, expulsado de la Internacional Comunista el 1 de octubre 1927, el 23 de octubre del Comité Central del PCUS y el 15 de noviembre, del Partido. Como bien reconoce el mismo Trotski en Alma Ata, el 16 de diciembre de 1928, «Se me exige que renuncie a toda actuación política: esto quiere decir que renuncie a luchar por los intereses del proletariado internacional, lucha que he llevado sin interrupción durante treinta y dos años, es decir, desde que nací a la vida consciente. La pretensión de presentar mi labor política como «contrarrevolucionaria» procede de aquellos a quienes yo acuso ante el proletariado internacional de estar pisoteando las teorías fundamentales de Marx y de Lenin, de haber violado los intereses históricos de la revolución internacional, de haber roto con las tradiciones y la obra de Octubre y de estar preparando inconscientemente, pero no por ello con menor peligro, la reacción termidoriana».
Trotsky es expulsado de la URSS el 20 de enero de 1929. El Acta de la GPU, de 18 de noviembre de 1928, ratifica que «Después de deliberar acerca de la situación: el ciudadano Lev Davidovich Trotsky, conforme al artículo 58/10 del Código Penal, por acusación de actividad contrarrevolucionaria consistente en la organización de un partido clandestino antisoviético, cuya actuación se redujo durante todo este tiempo a provocar manifestaciones antisoviéticas y a preparar una lucha armada contra el poder de los soviets: Hemos resuelto: el ciudadano Lev Davidovich Trotsky sea expulsado del territorio de la URSS».
Trotsky se exilia en Turquía(12 de febrero, Constantinopla – isla de Prinkipo), Francia (julio 1933- junio 1935, Barbizon, cerca del bosque de Fontainebleau), Noruega(18 junio 1935 – 19 diciembre 1936, Wexhall, aldea a 70 km al N de Oslo) y, finalmente, en México(9 enero 1937). A Trotski le tocó afrontar la mayor prueba que la Historia puede someter a un revolucionario: ver cómo «su obra degenera» en manos de la «oligarquía burocrática parasitaria» que usurpa el poder.
El magnicidio de Trotski
León Trotski, cuestionado líder revisionista, un judío comunista de origen ucraniano, pasa sus días plácidamente en México, país donde se ha rodeado de intelectuales y artistas de la categoría de Diego Rivera y de Frida Kahlo. Desde México, el que fue mano derecha de Lenin, se convierte en toda una celebridad mundial, al organizar la «Cuarta Internacional» para hacer frente al tirano georgiano, Stalin. En 1939, se pone en marcha por orden de Stalin la “Operación Utka” (Operación Pato), para «eliminar» a Trotski, «el peor enemigo del pueblo». Ramón Mercader, agente al servicio del NKVD soviético (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), que habla varios idiomas, se infiltra en París, en los círculos trotskistas con la identidad de “Jacques Mornard”, supuesto militante belga. Conoce una mujer de la absoluta confianza de Trotski, Silvia Ageloff, hermana de su secretaria privada: Ruth Ageloff. Al poco tiempo de conocerse, Ramón y Silvia comienzan una relación. Entra en Estados Unidos por la ciudad de Nueva York y asume una nueva identidad como el ingeniero de minas canadiense “Frank Jackson”. Ramón viaja a México, en compañía de Silvia, quien le presenta a Trotski, comenzando en ese momento la última fase de su plan: ganarse la confianza del líder ruso, llegando incluso a regalar bombones a la esposa de éste, Natalia Sedova y todo, para poder quedarse con él a solas.
La mañana del 20 de Agosto de 1.940, Ramón acude a la casa de Trotski para entregarle el borrador de un artículo sobre la Cuarta Internacional. Es recibido en el despacho, a solas, y cuando León se acerca a la ventana para poder leerlo mejor, Ramón saca un piolet de montaña de mango recortado que lleva escondido bajo su gabardina y le golpea con él en la cabeza, causándole una herida mortal. León grita desgarradoramente; acuden los dos guardaespaldas, y lo trasladan, en un primer momento, a casa de un vecino, el doctor catalán Wenceslao Dutrem, que le hace una primera cura. Después es trasladado al Hospital de la Cruz Verde, donde se le somete a una trepanación para intentar extraer los fragmentos de hueso de su cerebro. Ramón es detenido por los guardaespaldas, golpeado en la cabeza con las culatas de sus armas y entregado a las autoridades mexicanas, que lo encarcelan en la prisión de Lecumberri (México D.F.).
León fallece al día siguiente el 21 de agosto, a las 19:36 horas, en el Puesto Central de Socorros (Libro 11 del Registro Civil, Hoja 137), sin haber recuperado la conciencia, víctima de una «herida contusa penetrante de cráneo con lesión encefálica y ventricular» que le produce un severo derrame endocraneal irreversible. .» El escritor cubano Leonardo Padura, en su obra «El hombre que amaba a los perros», define el atentado como «un crimen ideológico, simbólico (…) Por haber estado fuera del poder, la figura de Trotski alcanzó la dimensión que todavía tiene y por la cual hoy te encuentras gente que te dice ‘soy trotskista o tengo inclinaciones por el trotskismo; y es muy difícil que te encuentres a alguien que te diga soy stalinista o tengo inclinaciones por el stalinismo’.
Acusado de asesinato, con el agravante de que la víctima había sido un exiliado, Ramón Mercader, casi 3 años más tarde, es juzgado y condenado por los Tribunales Mexicanos a 20 años de cárcel e internado en la Prisión Lecumberri, conocida popularmente en México como “El Palacio Negro de Lecumberri”, donde dedica el tiempo a leer y a alfabetizar a los otros presos, por lo que es conocido como «El Santo». El mismo escritor ya citado, Eduard Puigventós López refiere que “está claro que (Ramón) no confesó nunca las motivaciones reales del asesinato, si bien todo el mundo lo sabía. Como tampoco confesó nunca su verdadera identidad. En el momento del atentado llevaba encima una carta de confesión mecanografiada pero firmada a mano, por si acaso lo pillaban; en la carta, en un correcto francés, explicaba su historia ficticia: que era un belga (Jacques Monard) interesado en política, que se había enamorado de Sylvia y que un miembro de la IV Internacional le había dado dinero e instrucciones para ir en México para esperar órdenes de Trotski -a quién él admiraba- y que una vez allá, se dio cuenta de que el revolucionario sólo lo quería para cometer actos de envenenamiento, asesinato y sabotaje a la Unión Soviética, insultando a su novia y diciéndole que la dejara (…) La cuestión es que hasta 1950 no se conoció su identidad auténtica, pero aun así no se llegó a demostrar nunca que la NKVD o la URSS estuvieran, en último término, implicados en el asunto. Mercader fue siempre leal con los suyos”. Respecto a su pareja, Silvia Ageloff, el hecho de que intentara suicidarse al descubrir que
Ramón la había utilizado para acercarse a Trotski muestra su total desconocimiento sobre los planes de Ramón Mercader. Doce años más tarde, un criminalista mexicano, Alfonso Quiroz, desvela que el asesino de “Trotski” es en realidad el barcelonés Ramón Mercader del Río. El dato definitivo de su investigación son las huellas dactilares de Ramón tomadas por la policía española cuando fue detenido en Valencia en 1934. Coincidían, cien por cien, con las Monard.
Colofón
A las exequias de “Trotski”, celebradas en la capital mexicana, asistieron cerca de trescientas mil personas. En la Capilla Dorada del Panteón Moderno, horno crematorio del Panteón Civil, fue incinerado y sus cenizas enterradas en el Parque de la Fortaleza y trasladadas después al jardín de su casa de Coyoacán, en la que un modesto obelisco, con una hoz y un martillo, indican el lugar.
Ramón Mercader es liberado el 6 mayo de 1960 y regresa a Moscú con un pasaporte checoslovaco, haciéndose llamar Ramón Paulovich López. Nuevamente las palabras del profesor Eduard Puigventós López son bastante expresivas de cuál es su trayectoria a partir de ahora: “Recibe las condecoraciones que le habían sido concedidas años antes (de manos de Alexander Shelepin, director de la KGB): la Medalla de Lenin y la de Héroe de la URSS, ésta última muy importante, ya que hasta entonces sólo la había obtenido un español, Rubén Ruiz, el hijo de la Pasionaria, muerto en Stalingrado. A su llegada a la URSS, será recibido por Breznev y condecorado. Recibirá una pensión de coronel retirado de la KGB y todos los facilitados de un miembro de la nomenclatura soviética: un piso espacioso, chófer cuando lo necesitara, acceso en bibliotecas, teatros y restaurantes, cesión de una dacha (casa de campo) en las cercanía de Moscú, además de tener la posibilidad de obtener todo tipo de productos, en tiendas especializadas; pero todo aquello no lo acaba de hacer feliz. Los tiempos han cambiado: es un personaje incómodo para los soviéticos y para la comunidad española refugiada a la URSS, puesto que representa al estalinismo más oscuro, aquello del cual quieren desprenderse, sobre todo después de la denuncia que Jruschov hará de Stalin en el XX Congreso del PCUS de 1956. Y él, Mercader, se sentirá decepcionado de la aplicación que se hace del comunismo. La patria mundial de los obreros, aquello que tendría que ser el paraíso, no lo era. Y su familia, mujer y tres hijos, tampoco se sienten a gusto. Cuando tienen la oportunidad de marchar a otro país la aprovecharán: será Cuba, socialista, sí, pero con un carácter latino, una lengua conocida, un mejor clima y el lugar de nacimiento de la madre. Pero allá también acabará sintiéndose decepcionado de la aplicación práctica del comunismo. Creo que fue plenamente consecuente con sus actos y leal a una causa y a unos ideales, pero a la vez fue, en parte, instrumentalizado por el mismo sistema en que confiaba y que respondía a sus expectativas”.
Ramón Mercader pasa sus últimos años viviendo entre Moscú y La Habana, donde muere de cáncer óseo, el 19 de octubre de 1978. Algunos rumores señalan a que el KGB lo envenenó con polonio, a través de un reloj que le regalaron en La Habana, como gratitud por sus servicios. En el cementerio de Kúntsevo, en las afueras de Moscú, el epitafio de su tumba, dice: “Ramón Paulovich López, héroe de la Unión Soviética”. Para Olivia Gall, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México y autora del libro “Trotsky en México y la vida política en tiempos de Lázaro Cárdenas (1937 – 1940)” “Trotsky fue una figura enorme, independientemente si uno simpatiza con él o no. Fue una figura importante en el Siglo XX, pero digamos que México es el único lugar en el mundo entero que le hace un espacio físico, que lo resguarda y que trata un poco de mostrar en esa casa de Coyoacán, por lo menos un poquito de quién era él”.
Recordar, finalmente, que el testamento de Trotsky es un canto a la realidad, pues «La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente».