DOMINGO LÓPEZ FERNÁNDEZ
Un año más, una generación de motrileños a extinguir, la de los antiguos alumnos de D. Federico, se daba cita en Motril el pasado fin de semana para honrar la memoria de su maestro y recordar a los compañeros desaparecidos en los últimos años. Lo vienen haciendo desde 1982 y según refieren lo van a continuar haciendo hasta que el último miembro del colectivo tenga que echar el cierre por falta de personal, pero para eso falta mucho tiempo ya que su ánimo y su espíritu parecen rejuvenecerse cada año en las fechas cercanas al mes de agosto. El bastión en que se apoyan es el recuerdo dejado por su viejo preceptor, D. Federico, que llegaba a nuestra ciudad en el año 1894 para instruir en primeras letras a los jóvenes motrileños. D. Federico desempeñó su cargo en el colegio San Emigdio durante más de cincuenta años y muy a su pesar tuvo que cerrar las puertas en 1950 ante su delicado estado de salud. Su dilatada trayectoria docente propició que en 1944 se le otorgara la Medalla de oro al Mérito al Trabajo y que el ayuntamiento de la ciudad le dedicara una calle con su nombre.
El programa de actos fijado para este año por Manuel Jiménez Mendoza comenzaba el pasado viernes, 10 de agosto, con una misa en la iglesia Mayor que fue impartida por el sacerdote Manuel Cuello Suárez, antiguo alumno, que cada año regresa a Motril para pasar unos días con la familia. En los momentos previos a la eucaristía se repartieron saludos de rigor, pues la mayor parte de los presentes se veían por primera vez en el templo tras llegar desde distintos puntos de origen. El sábado 11 los alumnos se reunían en el complejo Katena para celebrar un almuerzo de hermandad y departir más ampliamente sobre los momentos vividos en su niñez entorno al viejo maestro. Allí se encontraba Emilio Martín Moré, abogado y licenciado en ciencias políticas que reside habitualmente en Madrid. Todos los años regresa a su ciudad natal para pasar las vacaciones y asistir al encuentro del colegio. Emilio Martín recordaba como su padre también asistió al colegio, al igual que sus hermanos y dedicaba cálidas palabras hacia los colaboradores de D. Federico, particularmente su sobrina Mª Ángeles y Dª Magdalena. También se encontraban nuestros habituales colaboradores, José López Lengo y Francisco Guardia Martín, desplazados desde Madrid y Estepona respectivamente, y que son fijos a la cita todos los años. Para ambos D. Federico siempre permanecerá en su memoria de infante y reconocen las especiales dotes humanas y docentes de su antiguo preceptor. Igualmente asistía el ingeniero Juan López Martos, que recordaba como ingresó en el colegio en 1943 y se marchó en 1947 ya que D. Federico no preparaba el grado de ingreso. Lo hizo junto a D. Félix Pérez, padre de D. Germán Pérez, en la academia Balmes, para pasar posteriormente a estudiar la carrera en Madrid. Juan López Martos reconocía que nació en Adra por las circunstancias del momento, pero que se siente motrileño porque como bien dijo “uno es de donde pasa su niñez”, y él la vivió intensamente en nuestra ciudad. López Martos se encuentra durante estos días de vacaciones en Motril y en este día quiso compartir mesa junto a Manuel González Montero, Emilio Martín y Carlos Hernández Díaz. A su lado se encontraba el sacerdote misionero Manuel Cuello Suárez, que ingresó en el colegio en plena guerra civil, concretamente en 1938. Manuel pertenece a la congregación de los Padres Blancos y ha permanecido durante 41 años en Malí. Allí ha formado a sacerdotes locales y ha construido pozos, carreteras y escuelas y a sus 83 años desempeña actualmente el cargo de párroco en Los Remedios de Sevilla. Este año ha querido compartir camaradería con sus amigos de la infancia y el año que viene aquí estará si Dios quiere para continuar recordando a etapa de su niñez. Junto a él se encontraba Fernando Palacios, el pintor Miguel Chinchilla, Pepe Carrasco, Manuel Terrón y su hermano Antonio, fiel éste último a todas las veladas y que no ha dudado en asistir a esta cita pese a su delicado estado de salud. Estos motrileños y unos cuantos más que por espacio es imposible nombrar han cumplido fielmente con su deuda de gratitud a quien fuera su maestro, D. Federico Gallardo del Castillo, pero en verdad este 2012 se ha echado en falta la ausencia de su mentor, Manuel Jiménez Mendoza, por causa de enfermedad grave y la de otro de sus habituales, Diego Domínguez, que siempre ponía el toque de alegría con la lectura de unos ripios dedicados a sus compañeros. Pero como bien se dice, Dios aprieta pero no ahoga, y todos esperan que las circunstancias que les afectan se resuelvan positivamente y puedan estar presentes en la velada del año que viene.