Algunos datos sobre la evolución de la población motrileña en la Edad Moderna
Lo primero que tenemos que considerar es conocer quiénes eran estimados como vecinos del municipio. En Motril, como en todas la ciudades de la Corona de Castilla, la noción de vecino arranca de la concepción medieval del municipio como una entidad territorial y políticamente cerrada y con un sistema social planteado en base a la total diferenciación entre vecino y forastero, donde el calificado como vecino gozaba de todos los privilegios y mercedes otorgados a la municipalidad, mientras que el foráneo era considerado como un extraño al que legalmente no habría que dejar gozar de las citadas prerrogativas.
Para Motril no conocemos ninguna ordenanza expresa emitida por el Concejo donde se recoja las condiciones necesarias para ser considerado vecino, pero sí que hay en los Libros de Actas del Cabildo multitud de acuerdos en los que se conceden cartas de vecindad en base a determinadas estipulaciones:
- Hombres casados que se comprometiesen a traer a sus familias a Motril y residir en la ciudad.
- Presentar ante el Concejo carta de fianza firmada por un vecino de Motril.
- Estar casado con un vecino o vecina de la ciudad.
- Presentar ante el Concejo carta de fianza comprometiéndose a residir en el municipio al menos por 10 años.
- Tener una profesión u oficio cualificado y presentar carta de fianza firmada por un vecino.
- Poseer propiedades territoriales o urbanas en Motril o su “tierra”.
- Merced de vecindad concedida por la Corona.
La vecindad se conseguía solicitando al Concejo la correspondiente carta, solicitud que debía ser acompañada de una declaración jurada del lugar donde se pensaba domiciliar y el compromiso de residencia por 10 años. Hasta que no se otorgase la citada carta el individuo era considerado “estante” o “morador”. Una vez conseguida la carta de vecindad, el nuevo vecino tenía el derecho de gozar de los privilegios, mercedes y exenciones que la ciudad poseía. En caso de Motril las ventajas que tenían los vecinos eran las siguientes:
- Exención del impuesto de alcabalas de todas los mercaderías y productos que se comprasen, vendiesen, contrataren o se produjesen en Motril, siempre que fuese entre vecinos o entre vecinos y forasteros.
- Exención del impuesto de almojarifazgo, cargo y descargo por mar y tierra y diezmo y medio diezmo de lo morisco.
- Exención de pedidos e impuesto de moneda forera.
- Exención de tener que pagar para el mantenimiento de las acequias de regadíos.
- Exención de la obligación de tener que alojar a militares y gente de guerra.
- Privilegio prohibiendo la introducción de uva y vino de fuera del municipio hasta que no se consumiese la producción de los vecinos.
En lo que se refiere al desarrollo demográfico de Motril podemos afirmar que su poblamiento fue bastante dificultoso, fundamentalmente por su situación en la costa del reino de Granada, frontera de un África hostil, y casi en guerra permanente desde la conquista cristiana, lo que provocó que no fuese un polo de atracción de población exterior e incluso pudo actuar como repelente de la propia población autóctona; lo cual fue muy negativo para una economía que como la azucarera necesitaba de una abundante mano de obra y que tuvo que recurrir a un gran número de trabajadores estacionales venidos de casi toda Andalucía. De todos modos, se puede observar como la población motrileña creció al ritmo del desarrollo de la producción cañera y azucarera. Para 1510, aun cuando la agricultura cañera no se había liberado de los estrechos límites del policultivo musulmán, la población era de 190 vecinos, que considerando una media de 3,7 habitantes por vecino, tendríamos un total aproximado de 700 personas. En 1547 nos encontramos ya con 584 vecinos y tras la crisis demográfica provocada por la expulsión morisca, tenemos para los primeros años del siglo XVII, 1605, momento en que la caña se convierte en monocultivo y la industria manufactura del azúcar la única de la ciudad, una población de 713 vecinos; número que va a seguir incrementándose notablemente en estas primeras décadas de la centuria para llegar a los 1.200 vecinos en 1657; crecimiento que va a continuar, salvo coyunturas de corta duración, hasta un número aproximado de 2.000 vecinos en los años intermedios del siglo XVIII; cifra en la que se va a estancar o incluso reducir a fines de la centuria debido a la decadencia de la agricultura cañera y la gran crisis sufrida por la economía local. Un informe de Manuel Moñino al conde de Floridablanca en 1788 es elocuente con respecto a la crisis finisecular de los pueblos cañeros de la costa granadina:
“Es espantosa la decadencia en que se hallan casi todos los pueblos de la costa del reyno de Granada y tal parece increíble que los cerros despoblados, los valles desiertos y los campos ahora áridos de Motril hayan sido capaces de la fertilidad y de la abundancia de que es fama gozaron aquellas miserables ciudades (…) La ciudad de Motril es un pobre pueblo de dos mil vecinos”.
Estas palabras de Moñino fueron refrendadas unos años después por las del Gobernador Político y Militar de Motril, Jaime Moreno, en un discurso ante el Concejo en 1801:
“Desde mi yngreso a este gobierno, consideré por mi primera obligación atender con el mayor esfuerzo el restablecimiento de esta ciudad que se hallaba en el más deplorable estado, perdido su antiguo esplendor, disminuido su numeroso vecindario, emigradas las más esclarecidas familias y reducida a una corta porción de pobres avitantes”.
Para terminar con esta visión general, podemos decir que una vez iniciado el siglo XIX, la situación demográfica vuelve a cambiar totalmente y con la reactivación económica estimulada por la implantación del cultivo algodonero y una incipiente industria de despepitado e hilado, se produce un nuevo incremento de los efectivos poblacionales, como se pone de manifiesto en los datos que sobre la población ofrece en 1827 Sebastián Miñano en su Diccionario Geográfico – Estadístico de España y Portugal, que da para Motril un total de 2.493 vecinos, unos 9.330 habitantes.
Una vez presentadas estas líneas generales sobre la evolución de la población motrileña en la Edad Moderna, vamos a particularizar en un momento determinado como fue 1752, año en el que conocemos una relación pormenorizada de los vecinos y sus familias con ocasión de la realización del censo para el Catastro del Marqués de la Ensenada que da la cifra de 2.047 vecinos y una población total de 7.364 habitantes, incluidos seglares y clérigos y los 12 vecinos de la alquería de Pataura.
El recuento final daría los siguientes datos:
- Hombres cabezas de casa…………………… 1.616
- Mujeres cabezas de casa…………………….. 1.557
- Hijos mayores de 18 años……………………. 372
- Hijas mayores de 18 años……………………. 329
- Hijos menores de 18 años……………………. 1.314
- Hijas menores de 18 años………………….… 1.185
- Padres, hermanos y parientes………..………. 105
- Madres, hermanas y parientas…………….…. 288
- Criados………………………………………. 78
- Criadas……………………………………….. 117
- Clérigos, sus familias y sirvientes……………. 403
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Total: 7.364 personas.
La población motrileña seguiría aumentado y a mediados del siglo XIX en 1842, según el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Pascual Madoz, nuestra ciudad alcanzaría un total de 10.483 habitantes, una de las más pobladas de la provincia de Granada.