algunas duele encontrarlas,
como duele, a menudo, la verdad cuando se queda sin alas de esperanza;
como duele la mentira
cuando es la única carta que nos queda.
Pesa el espíritu fatigado,
la voz borrosa de quién perdió
la ilusión,
la mirada caída de quien busca en el suelo
lo que no supo decirle al cielo.
¿A qué mundo vamos?
¿A qué mundo nos llevan?
¿Dónde están esos diminutos mundos
donde se esconde la felicidad?
¿Por qué los hombres-maletín-y-corbata
pretenden creerse dueños del planeta?
No debes decir todavía
que poco puedes hacer,
que la batalla es perdida
con quienes conocen tan bien las leyes
que han hecho de ellas
el perfecto instrumento del poder y la injusticia.
Tu boca debe seguir cantando
que se una la tuya a la mía.
Y aunque parezca todo perdido, debes saber,
Que no fue la primera vez que vencimos al diluvio,
Ni será la última batalla contra el hambre y la miseria
Con cuchillos de harina y agua en forma de pan de la esperanza.
Dame tu dolor, te presto el mío.
Dime que alguna vez
te quedaste dormido con un libro abierto en el pecho
y amaneciste creyendo que aún podemos hacer algo,
que en el corazón más oscuro y cansado
siempre puede crecer la semilla
de una más, de otra oportunidad
para 68 mayos más….
Y aunque tu voz se vuelva borrosa
cuando te preguntes
a qué mundo vamos, a donde nos llevan…;
aunque creas y te sientas la genealogía
de lo inútil, y de la poca importancia…
Siempre deberías saber que no intentarlo es perder seguro;
Que se puede vencer, que venceremos, y le daremos la vuelta
a este mundo de hombres-corbata-y-maletín…
Une tus palabras a las mías,
tus manos a los demás,
tu ilusión a mi esperanza.
Hazte justo y sabio poniéndote en lugar de los demás…
Y veremos, ¡lo veremos!, cómo al preguntarte
¿a qué mundo vamos?, ¿a qué mundo nos llevan?
Encontrarás la respuesta con una sonrisa en los labios.