Derecho a un trabajo compatible con la vida

Jose María García Gálvez. Militante de la HOAC-Granada

¡Cuántas veces lo hemos escuchado! La defensa de la vida, tener un trabajo que sea compatible con la vida… son expresiones que se utilizan en muchas ocasiones desde los distintos partidos, los sindicatos, etc. para promover leyes o para criticarlas. Pero, ¿qué significa en realidad? ¿qué hay detrás de esa expresión?

Es indudable que la defensa y promoción de la vida es una dimensión humana fundamental y debe ser una prioridad para todos y cada uno de nosotros; por supuesto, también en el trabajo. Se puede apoyar en estudios sociológicos, en nuestras propias creencias, en los derechos laborales o en el propio sentido común, pero, diciéndolo brevemente, el trabajo es un bien de la persona, instrumento para su realización y para la construcción social. Seguro que en esto estamos todos de acuerdo, por tanto es lo primero a tener en cuenta, y no podemos olvidarlo.

Sin embargo, parece también claro que el trabajo ha ido convirtiéndose, en muchos casos, en instrumento de explotación, sufrimiento y muerte; manifestación de lo que Juan Pablo II denomina «la cultura de la muerte». No hace falta dar cifras estadísticas, es más directo pararnos a pensar un poco, porque seguramente todos conocemos casos en los que el trabajo se ha convertido en instrumento de explotación y de muerte. En primera persona, o en alguno de nuestros amigos, de nuestros vecinos, de algún familiar…

Y si seguimos pensando un poco, veremos que la razón es que el único criterio para organizar el trabajo, a todos los niveles, está siendo la rentabilidad económica; dejando en segundo plano los derechos que fluyen de él, es decir, dejando en segundo plano a la persona que trabaja. Y lo peor es que esto se ha convertido en la forma «normal» de ver la situación, como algo inevitable y que tiene que ser así porque sí.

Afirmar la vida en el ámbito laboral es afirmar prácticamente el verdadero orden de valores: la dignidad del trabajo se basa en que es una persona quien lo realiza y por tanto, ese debe ser el primer criterio para su organización, esa tiene que ser la forma normal de hacer las cosas, poniendo por delante a las personas. Y eso es algo que olvidan muchos de los que utilizan hoy día las expresiones que antes decíamos.

Y si lo concretamos desde una visión cristiana, o meramente humanista, el motor y motivación fundamentales para la defensa y promoción de la vida es la misericordia, el amor al otro hecho práctica de solidaridad. Y así debe ser también en todo lo referido al mundo del trabajo.

Por tanto, urge luchar activamente por un trabajo sin víctimas, para cambiar ese orden de valores. Para ello es necesario colaborar a:

Combatir la resignación: no estamos ante una fatalidad inevitable. Esta situación tiene causas concretas. Muchos accidentes y enfermedades profesionales son evitables si se ponen las medidas preventivas obligatorias.

Crear conciencia sobre el problema. Es una prioridad social, porque la vida de muchas personas corre peligro de forma innecesaria.

Fomentar el conocimiento de los derechos y obligaciones respecto a la salud laboral para exigir su cumplimiento en los lugares de trabajo, extendiendo la cultura preventiva, formando e informando a los trabajadores y facilitar su participación en la organización del trabajo en las empresas.

Combatir la precariedad y flexibilidad laboral, porque son causa fundamental de la siniestralidad; y trabajar activamente por mejorar las condiciones laborales y los derechos del trabajo.

Promover la acción sindical, especialmente con los trabajadores precarizados, impulsando su implicación en la defensa de su salud.

Todas estas ideas no están lejanas a la realidad, son actuaciones concretas que podemos y debemos ir realizando para hacer posible un trabajo compatible con la vida. Es una tarea que todos podemos asumir, desde cualquier ámbito de la sociedad, pero sobre todo es una tarea completamente cristiana, teniendo en cuenta lo que decía San Ireneo: «la gloria de Dios es que el hombre viva»

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