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Al igual que en otras ocasiones, compartí hace unos días en Facebook un enlace a mi blog en el que relataba un suceso imaginario.
Y es que cada vez que da un chispazo la única neurona que puebla mi techumbre, y que (todo hay que decirlo) no lo hace a menudo, intento escribir -si tengo tiempo, y/o con la aquiescencia de Mi Señoría La Pereza- sobre ello: Algo que me pasó y no recordaba, algo que me podría haber pasado, que me podría pasar o, como en la mayoría de los casos, nunca sucedió salvo en mi torpe, desordenada y enfermiza imaginación.
Normalmente -llámalo tiquismiquísmo– suelo mirar, remirar, leer y releer el texto una vez finalizado antes de publicarlo porque no solo escribo para mí. Antes sí; antes escribía exclusivamente para mí pero, entre los laberintos del Cosmos, cruzándome en los recovecos llenos de luz con mis íntimas amistades -esas (y perdóneseme el neoanglicismo) «personal influencers»)- me animaron de un modo u otro a que los hiciera públicos para los que me quisieran leer, que no sabía que estaban ahí, pero resulta que sí están.
No siempre consigo que la historia quede clara, pero lo intento. Tampoco siempre consigo que gusten mis relatos, o que se esté de acuerdo con ellos (aunque pensándolo bien, es posible que esto último no lo intente demasiado, pero sí que es seguro que me da igual).
El caso, y es a lo que voy, es que cuando compartí dicho enlace, hubo una serie de reacciones (4 para ser exactos) típicas de Facebook en forma de figuritas amarillas, rojas, o amarillas y rojas, a saber: Me gusta, me encanta, me interesa, me divierte, me sorprende o me enfada. Afortunadamente, o así me lo parece -quizá cuestión de ego-, quedo desmarcado de estas últimas y además, temporalmente, las estadísticas de mi blog dan una ligera subida: «Has tenido 14 visitas».
Al día siguiente y por curiosidad, copio y pego el texto íntegro de dicho relato donde cansinamente y a diario, la jodía RS me pregunta: «¿Qué estás pensando?» y el resultado, poco tiempo después, se materializa: 17 «Me gusta», 12 «Me encanta», 2 «Me importa», 26 comentarios -mine included- y 1 vez compartido.
A Alberto, quien es mi amigo desde hace años y que puso un corazoncito bajo el relato y el comentario: «¡Qué bueno, colega, te debo una cerveza!», me lo encontré ayer. Nos tomamos esa cerveza. Y después otra con su tapa correspondiente. Pagué yo.
Ni media palabra del relato.
©Javier Martín
Julio 2021