ENTRE DILUVIOS, CONFINAMIENTOS Y TENTACIONES
No solo la Biblia, también otras tradiciones antiguas, hacen referencia a la historia de un diluvio universal provocado por la corrupción generalizada de la especie humana. Fueron necesarios 40 días de confinamiento y de lluvia purificadora para renovar la vida sobre la tierra. Y hoy, después de tres mil años de este relato, vemos que siguen siendo terribles las inundaciones, los ciclones, los sunamis y las trombas de agua y lodo que arrasan ciudades y poblados. Y, lo peor de todo es que siguen siendo frecuentes los diluvios humanos de hambres y miserias, de venganzas y torturas… diluvios de odio, de fuego bélico, de metralla destructora… diluvios de energía atómica… diluvios químicos, diluvios bacteriológicos… diluvios de virus, epidemias y pandemias…Y según este triste panorama, parece que tendríamos que darle la razón a los autores que forjaron esta historia y afirmaron lo siguiente por boca del autor del libro del Génesis: «Los pensamientos del hombre tienden siempre al mal» (Gn. 6, 5). Pero esta afirmación responde a una mentalidad mítica y no o es toda la verdad.
En la constitución del ser humano no es todo maldad… no hay solo barro y veneno. Hay otros aspectos bastante más luminosos y esperanzadores como: una gran capacidad de amor, una profunda ansia de justicia y libertad y un fuerte deseo de superación… fruto del soplo divino que recibió nuestro barro. Por eso, hoy se nos invita a que pasemos con Jesús de Nazaret, desde este confinamiento trágico de nuestros diluvios a este otro confinamiento regenerador del desierto cuaresmal. La propuesta consiste en entrar en un desierto que no es un lugar geográfico. Es más bien, el lugar de la prueba y del discernimiento existencial… allí donde, sin maquillajes y sin caretas, hemos de clarificar definitivamente nuestras posturas ante los retos que nos plantea el momento en que vivimos.
Estos 40 días de confinamiento cuaresmal pueden ser, sin duda, una oportunidad única… Sin haberlo previsto, nuestras agendas repletas, nuestros trabajos urgentes, nuestras actividades programadas… se vinieron abajo con el Covid-19… Todo tuvo que esperar. También ahora, debemos abandonar la loca inmediatez en la que nos movemos, para entrar en este desierto donde quizás nos espera esa gran verdad para la que nunca encontramos tiempo. Es el tiempo oportuno para aprender a hacer silencio y para escuchar el rumor de una palabra que nos habla al corazón y nos abre nuevos horizontes para que dejemos de vivir atrapados en las trampas seductoras del camino.