COSAS QUE ME REPELEN
Lo admito, me repele la expresión “sal de tu zona de confort”. Me pasa con casi todas las frases/eslogan que se ponen de moda, muletillas que van de boca en boca y se repiten hasta la saciedad: las lees en artículos, las escuchas en la tele o en el autobús, te las recomienda tu vecina justo después de darte la receta del fritillo…en fin…que cansinismo…😒
El caso es que el origen de este término es muuuuy interesante pero el problema es la utilización generalizada, superficial y tergiversada que se hace de el. El problema, también, es que hay personas que creen saber que es lo mejor para ti en cada momento y aprovechan cualquier ocasión para enchufarte la frase con tono condescendiente: “amig@, ¿qué haces ahí parad@? la magia está ahí fuera…más allá de lo cotidiano… ¡sal de tu zona de confort!”. Lo siento…pero estas cosas me hierven los higadillos 😤
El concepto “zona de confort” está inspirado en un experimento clásico en Psicología realizado en 1908 por los psicólogos Robert M. Yerkes y John D. Dodson, quienes descubrieron que un estado de comodidad relativa genera un nivel constante de rendimiento, y que, para mejorar ese rendimiento, necesitamos experimentar cierto grado de ansiedad. Es decir, sobrepasar una línea donde el estrés aumente un poco. Este espacio que se encuentra justo fuera de las fronteras de nuestra zona de confort se llama “ansiedad óptima”.
Se la conoce como la Ley de Yerkes-Dodson.
En experimentos posteriores se demostró, además, que si nos alejamos demasiado de esa frontera de seguridad y el nivel de incertidumbre y ansiedad sobrepasa el 50%, nos desmotivamos, nos desequilibramos y comenzamos a cometer errores.
La teoría de la zona de confort toma esta ley psicológica, la aliña con un poquito de: “¡No te conformes!”, “¡Afronta TODOS tus miedos!”, “¡Si quieres puedes!”, “¡Avanza pase lo que pase!” y la devuelve al mundo convertida, para muchos de nosotros, en una trampa de auto exigencia y culpabilidad.
Dicho esto, paso a explicar, bajo mi humilde opinión, donde nos equivocamos muchos al interpretar y utilizar este término:
La primera gran confusión es entender aquí la palabra “confort” como comodidad en el más estricto sentido de la palabra. En realidad, la zona de confort no es necesariamente una zona cómoda, pero si es una zona en la que no hay sensación de riesgo porque es una zona muy conocida por nosotros. Digamos que la zona de confort ha sido construida en base a todos nuestros hábitos y rutinas, y al minimizar la incertidumbre, sentimos que lo tenemos todo más o menos bajo control, por lo que creemos que estamos a salvo.
Podemos, por ejemplo, estar en una relación de maltrato y por supuesto eso no significa que estemos cómodos ahí, pero es cierto que nos puede dar más miedo abandonar esa relación conocida y a la que estamos “habituados”, que adentrarnos en el terreno desconocido de empezar una nueva vida solos.
Otra confusión es que solemos asociar zona de confort únicamente con espacios físicos, relaciones o actividades. Por supuesto, la zona de confort podría ser cualquier lugar en el que preferimos quedarnos en vez de salir a explorar el mundo, como por ejemplo el sofá de nuestra casa, una relación de pareja que no funciona, los lugares que siempre frecuentamos, o el destino turístico al que regresamos año tras año. Sin embargo, zona de confort también hace referencia a la forma en como manejamos algunas situaciones difíciles o incómodas: por ejemplo, la manera en que manejamos nuestra vida cuando nos sentimos tristes, la forma en que afrontamos nuestros miedos e incluso la manera de relacionarnos con nuestros familiares y amigos cuando hay discrepancias.
La tercera confusión tiene que ver con que casi siempre asociamos esta expresión con movernos, aumentar la actividad, ser productivos, etc.
Todavía no he escuchado a nadie aconsejar: “sal de tu zona de confort y tírate en el sofá a no hacer nada” …bueno, pues os aseguro, que esto es lo que le haría falta aprender a más de uno.
En el mundo acelerado y exigente en el que vivimos, para muchos, la zona de confort es precisamente el modo “no parar”. Constantemente veo en consulta personas que sienten una gran ansiedad cuando se encuentran sin planes y nada concreto que hacer, o personas que saben perfectamente manejarse con las obligaciones, pero patinan estrepitosamente a la hora del disfrute y la relajación, porque incluso de esto, quieren hacer un “debo/tengo que pasármelo bien y disfrutar”.
La cuarta confusión que se me ocurre es que salir de la zona de confort parece que debe ser algo obligadamente difícil o incómodo, y te dicen cosas como: “sal de tu zona de confort, cuélgate una mochila y vete de vacaciones sol@”, “sal de tu zona de confort y tírate en paracaídas”, “sal de tu zona de confort y crea tu propia empresa en mitad de una pandemia…”
Y a ti se te cae un lagrimón del tamaño de un puño 😢 porque todo lo que te proponen es extremadamente incómodo y además no te motiva en absoluto, y piensas cosas como: ¿Por qué narices tengo que salir de mi zona de comodidad?, ¿Por qué a todo el mundo le gusta tirarse en paracaídas menos a mí?, ¿No hago ya suficientes cosas incómodas al día?, ¿aumentar un poquito más esa incomodidad hará que descubra por fin el sentido de mi existencia y viva ya feliz por siempre jamás?
Una cierta sensación de riesgo estimula y motiva al ser humano, sin embargo, también es muy importante que nos conozcamos lo suficiente como para saber cuando algo TODAVÍA es demasiado para nuestro body o simplemente, ni nos va, ni nos viene. ¡Qué noooooo!, Que no tod@s necesitamos lo mismo ni estamos en el mismo punto…punto.
Y, por último, pero no por ello menos importante es que de tanto decirnos que nos salgamos de ahí, hemos llegado a pensar que la zona de confort es un lugar negativo del que siempre hay que huir. Una zona donde sencillamente NO se puede estar, porque si te quedas ahí eres un cobarde, un perezoso o un fracasado… ¡o todo junto!
Y digo yo…tampoco será tan negativo cuando desde que somos monos erguidos es lo que siempre hemos estado buscando, ¿no? De hecho, la creencia de que debemos ir en búsqueda constante de algo nuevo y cada vez más complejo es cuando menos, angustiosa y frustrante.
El poeta Baudelaire ya decía: “la vida es un hospital donde cada enfermo está poseído por el deseo de cambiar de cama. Este quisiera sufrir frente al calefactor, y aquel cree que mejoraría junto a la ventana. Siempre me ha parecido que estaría bien donde no estoy y de esta cuestión del desarraigo hablo sin cesar con mi alma”
Al respecto de esto, recuerdo que una vez tuve un cliente que había vivido siempre en diferentes países por motivos laborales. Llevaba siete meses en España y había acudido a consulta porque se encontraba desmotivado y bajo de energía. Sentía que el hecho de estar aquí le convertiría en un ser pasivo y falto de emoción. Por otro lado, no entendía como habiendo tenido tantas experiencias de vida, y habiendo tenido que enfrentar tantas situaciones diferentes, le estaba costando tanto adaptarse, al fin y al cabo, ¡esto era más fácil! estaba en casa, cerca de su familia y tranquilo. En una de nuestras conversaciones le pregunté: “¿Cuál crees que es tu zona de confort?”, a lo que él me respondió “pues supongo que la misma que la de todo el mundo, ¿no?
Yo me quedé en silencio y levanté una ceja, él se echó a reír y dijo:
- Bueno, quizás mi zona de confort sea intentar constantemente salir de la zona de confort…
- ¿y qué buscas ahí fuera?
- Aprender, retos, no sé, sentirme vivo…
- ¡Vaya!, pues parece que un aprendizaje y un reto es precisamente lo que ahora tienes entre manos, ¿no?…
Pasó de sentirse como una víctima de la situación a entender que aquella era una experiencia “tan experiencia” como las que tenía cada vez que cambiaba de país. Entendió que ahora la aventura consistía en aprender a quedarse, en aprender a convivir con la rutina y ¿por qué no? con el compromiso de arraigarse a algo.
Para resumir:
Todos tenemos necesidad de comodidad y seguridad, así como de aprendizaje y desarrollo. Habrá momentos en los que queramos dar pasos hacia adentro y otros en que querremos dar pasos hacia afuera, y ese ritmo lo marcamos nosotros, no nos lo tiene que marcar ninguna industria bienintencionada.
El desarrollo personal NO ES UNA OBLIGACIÓN. Es un acto voluntario y en consciencia, y el éxito en la vida no se tiene porque medir en triatlones completados, número de países visitados, o libros publicados.
Y ya para terminar, comparto con vosotr@s algo que le suelo decir a mis clientes:
Recuerda que no se trata tanto de salir de tu zona de seguridad, sino de expandir tu zona de seguridad para que cada vez sea más amplia. Parece lo mismo, pero no lo es.
¡Espero que os haya gustado!
Abrazos 💛💙