FINIS AFRICAE

UNAS BREVES NOTAS SOBRE EL VOTO DE LA INMACULADA

FRANCISCO GUARDIA -Escritor-

Cuando hace un par de semanas me propuse escribir mi último articulillo sobre los votos de Motril no pudo dejar de venirme a la mente el de la Inmaculada pero no hice referencia a él por dos razones: la principal, que hacía escasos días lo había tratado de forma insuperable el cronista de la ciudad don Manuel Domínguez y nada podía añadir; la segunda porque mi trabajo hubiera quedado demasiado largo y me parece una descortesía abusar de la paciencia de los lectores.

Pero si nada nuevo puedo decir sobre el voto en sí, sin embargo me gustaría hacer unas apostillas acerca de su transmisión textual, pues pienso que al encontrarse el original incluido en un tomo de actas capitulares su manejo y frecuente consulta resultaba engorroso por lo que los clérigos de la Iglesia Mayor, donde debían celebrarse los cultos anuales para su cumplimiento, hubieron de sacar una copia para su utilización y al ser el papel un material frágil y muy sensible al uso continuado, se deterioraría con el paso de los años siendo necesarios nuevos traslados, con lo que se irían produciendo pequeñas variaciones ortográficas siempre tendentes a la modernización. No sería extraño que los eruditos y curiosos locales, que en ningún tiempo faltan, procuraran hacerse con copias.

Precisamente del ejemplar conservado en el archivo de la Iglesia Mayor o del particular de alguien próximo al círculo eclesiástico debió salir la transcripción que se envió para su publicación en El Amigo del Clero, donde podemos apreciar un texto demasiado moderno para 1634. No me extrañaría que el promotor del envío fuera el poeta don Mariano Batanero, muy activo literariamente por aquellas fechas en su campaña de exaltación mariana y que en el mismo número donde apareció el texto del voto publicaba una oda en octavas reales a la Inmaculada.

 En 1906 o 1907 -el recorte de prensa que tengo no consigna la fecha pero fue en uno de esos años-  otro don Manuel, esta vez Rodríguez Martín (nuestro Juan Ortiz del Barco), dio a la imprenta una de sus crónicas motrileñas, a la que puso por título Voto de la Concepción, dedicada a su amigo y paisano don José Luminati Saló, donde, tras una breve evocación del momento de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María, incluía el texto completo del voto.

Motril Iglesia Mayor y Ayuntamiento

De su lectura resulta evidente que Ortiz del Barco utilizó una fuente distinta a la de El Amigo del Clero. Se advierte especialmente en la ortografía, de un sabor mucho más arcaico. Solo unos ejemplos para no resultar pesado: donde El Amigo… transcribe “de ella”, “ahora”, “en  honor”, “hoy” o “Majestad”, Ortiz del Barco ofrece las formas “della”, “aora”, “a onor” “oy” y “Magestad”. Además la transcripción de este último conserva siempre la reduplicación de la “l” final en “Motrill” y la “h” en el nombre “Christobal”; resulta caprichoso el uso de “b” y “v”, así como el empleo o supresión de la “h” (“ermanablemente”). En cuanto a la muy repetida palabra “escribano” es errática ya que encontramos las formas: “Scrivanos”, “Escrivano” y “escribano”.

¿De dónde salió este texto utilizado por nuestro viejo cronista, que se nos antoja más próximo al original? No es preciso engolfarse en abstrusas investigaciones porque él mismo tuvo la feliz iniciativa de consignarlo en uno de los últimos párrafos de su citada crónica:

“Así se halla escrito el Voto para perpetua memoria en un libro pequeño con forro de pergamino que forma parte del legajo 367 del Archivo Municipal”.

De ese libro debió extraer copia uno de los escasos pero muy fieles amigos y colaboradores que en su ciudad natal tuvo don Manuel, entre los que se distinguió por su actividad y disposición el que en la niñez había sido su discípulo, don Manuel Vázquez Alfalla. Se sabe que le facilitó cientos de folios y cuartillas con copias de documentos, lo que en unos tiempos en que no existía la fotocopiadora y todo había que hacerlo a base de pluma y tintero tiene su mérito. Cuando el día de mañana un hagiógrafo redacte la vida de este sacerdote camino de los altares, habrá de tenerlo en cuenta al tratar de sus virtudes.

En cuanto al librito con forro de pergamino, tan exactamente localizado, debería continuar en su sitio aunque los legajos posiblemente hayan cambiado de signatura. Desde que sirvió a Ortiz del Barco para su crónica no se han producido en el Ayuntamiento -que yo sepa- incendios ni inundaciones capaces de destruirlo. Los insectos xilófagos han podido excavar en sus añosas hojas algunas de esas caprichosas galerías que parecen diseñadas por un ingeniero ebrio en plena crisis de delirium tremens, pero de eso a pensar que se lo hayan merendado por completo va un abismo. Y como la diplomacia no es mi fuerte, solo se me ocurre una pregunta: ¿Quién lo robó?

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