ENCRUCIJADA
Puso toda su ilusión en ello. Apareció en su vida de repente, sin esperarlo, ni llamarlo. Bueno quizás si lo esperaba, un corazón solitario siempre guarda ese lugar de honor por si acaso llega quien deba ocuparlo. Él la envolvió con sus palabras y le hizo creer que la llevaba esperando toda su vida.
La sorpresa fue el primer sentimiento, grato por otro lado. Saberse deseada, o querida, o quien sabe si ambas cosas, cuanto menos es altamente halagador. Esto dio lugar a la confusión, al fin y al cabo no era más que un desconocido, apenas sabía nada de él. Pero la duda engendró una ilusión que poco a poco fue prendiendo en su corazón, que aprendió a latir al compás de su nombre.
Sus encuentros eran esporádicos y siempre rodeados de gente, pero una palabra cuchicheada al oído, una mirada cómplice, una caricia fugaz, siguieron dando pábulo a un sentimiento que crecía cada día a expensas de ella misma.
Sin embargo el pasar del tiempo no daba lugar a nada más. En cada encuentro se repetía el mismo ritual sin avanzar un milímetro en el mismo. Aún así, cual Cenicienta en su desván, rebuscaba entre sus mejores galas cada vez que sabía de su llegada y se preparaba para él como una novia, deseando escribir una historia que apenas llegaba a esbozarse.
Esa eterna paralización del tiempo en un primer momento interminable, empezó a angustiar sus días con la misma intensidad que antes los habían llenado de color y decidió convencerse a si misma de que había sido un espejismo, que nada de lo ocurrido había sido real, que su anhelante corazón se lo había inventado todo… vano intento, porque él recurrió entonces a toda su locuacidad, poniendo incluso al cielo por testigo de que lo que los unía era cierto, utilizando un lenguaje casi en clave, que solo ellos dos entendían.
Mil mariposas volvieron a danzar en el corazón de ella, que dio rienda suelta a su vuelo creyendo que al fin, el capullo se había abierto y el gusano se había convertido en crisálida. Pero apenas alzó el vuelo, un alfiler volvió a paralizar su alma, estancando el tiempo en un segundo infinito del que parecía no querer salir.
Pasaron días, semanas, meses…”te olvido, te saco de mi, no eras nadie y volverás a ser nadie”, se repetía a si misma ante el callejón sin salida en el que se había convertido lo que empezó sabiendo a gloria y con el pasar del tiempo empezaba a antojársele hiel.
Estaba tan confundida… de alguna manera sabía que estaba cayendo en una trampa, quería huir de ese hombre detrás de cuyo nombre se le escapaba el corazón. Con sus palabras le debió dar alguna pócima que la encantó robándole la voluntad.
Llegó a creer que era el destino quien los había unido, pero si así había sido ¿para que? ¿para sumirlos en una eterna nada, rodeada de angustia, incertidumbre y pesar?
Las preguntas eran cientos, pero pocas las respuestas. Podrían tocar juntos el cielo si él quisiera, ese beso imaginado se le antojaba la antesala del Edén, y su abrazo… eso posiblemente sería el Paraíso, pero solo la oscuridad y el desasosiego llenaban su vida desde que apareció en ella para robarle la paz.
¿Y él? ¿qué sería exactamente lo que él pensaba, sentía o quería?, tan pronto la halagaba con sus hermosas palabras, como la paralizaba con el más absoluto desdén. Tampoco daba lugar a pedirle ningún tipo de explicación. A quien a nada se ha comprometido poco se le puede pedir.
En la última ocasión en que se vieron, ella acudió a su cita sin ilusión, pero fue para probarse a sí misma que era capaz de aceptar su presencia sin pretender nada más.
Sin embargo ese día ocurrió el milagro, sintió el contacto de sus manos que la aferraron con deseo, besándola con pasión. Creyó morirse, si es que la felicidad puede llegar a ser mortal. Ese beso le hizo recuperar la ilusión que sembró en su alma el primer día y que había ido creciendo hasta casi ahogarla, en ese momento pleno al fin. Todas sus cuitas parecían haber sido en vano, era correspondida, al menos así lo decían sus gestos, su sonrisa, ese beso…, todos los pronósticos se cumplían, el destino era quien había intervenido para que sus vidas se unieran, para que la magia del amor volviera a ocurrir…
Esa noche todos los ángeles del cielo la acompañaron en su sueño, lo ocurrido durante día era la evidencia de que todo lo anterior había sido una extraña y necia sucesión de malos entendidos, a partir de ese momento todo sería diferente y por fin lo que prometía en un primer momento que llegaría a suceder sucedería, llenando su vida de la calidez que tanto necesitaba.
Pero a veces el destino no es el que se nos había prometido. Después de eso no volvió a verlo, incluso lo llamó y ni siquiera contestó a su llamada.
De nuevo fue primero la sorpresa pero en esta ocasión a quién dio paso fue al dolor, a un dolor agudo que sabía que cada nuevo encuentro acrecentaría, llevándola al cielo primero para hacer su caída más vertiginosa cada vez.
Debía salir de esa encrucijada, taparle a su corazón los ojos y aprender a vivir sin él.
Por mucho que lo sintiera, por encima de todo debía quererse a sí misma y el camino que la llevaba a él estaba lleno de espinas, que cada vez se clavaban más hondo en su alma. Ya no sabía si existía él, o la que era un sueño era ella misma.
Solo le quedaba un camino que no le hiciera perder la cordura, y hormigonando su corazón, alejó de sí una historia que ya nunca supo si soñó.