EL PRÍNCIPE Y EL PALOMO
Dedicado a mi sobrino Enrique.Tus ojos son dos palacios de cristal. En uno vive un príncipe que sueña con volar y en otro revolotea un palomo que fantasea con gobernar. El pichón vuela, finge que gobierna, baja al suelo y se contonea. Al no haber nadie más en su reino de cristal, ordena a su sombra que le deje de imitar. El príncipe salta, se golpea, ve las estrellas. Los luceros se convierten en campanillas amarillas, azules y violetas ¡Pobre principito! Todo lleno de cardenales en su camita de lunares… Para él no existe otra cosa más que escapar de su prisión de cristal ¡¡¡Volar, volar!!! Es lo único que anhela.Ve al palomo, subir cada vez más alto y… bajar luego en picado (tras golpearse con el techo, pero claro, esto el príncipe no lo sabe). El principito le mira ensimismado con la cabecita pegada al ventanal, ¿cómo se iba a imaginar que el palomo no jugaba, sino que intentaba a su sombra despistar? El palomo, exhausto, alza el ala derecha y ordena a su sombra que se incline ante él y repite una y otra vez: ¨ ¡Haz una reverencia! ¡Este súbdito no quiere obedecer! En cambio aquél príncipe salta todo el día de alegría. Ahora mismo su ejército de campanillas hace exactamente lo que él le ordena. Mira, se está haciendo el herido y esas tontas le defienden en círculo del enemigo. Y yo…no consigo que esta estúpida me obedezca y además tiene el descaro de levantar su ala a la misma altura que yo o incluso más alto. ¡Es inadmisible! ¡Es inaudito!¨.Y así, un día tras otro, llega el ocaso, la noche y el descanso y el príncipe y el palomo cierran sus ojitos agotados. Pero Enrique, un día llorarás y en medio del desconsuelo, dos ríos de lágrimas resquebrajarán tus dos palacios de cristal. ¨Príncipe, enséñame a gobernar. Todos los días le digo a mi sombra que no me persiga, que no me imite. Le doy innumerables órdenes pero no me obedece¨, suplicará el palomo. – ¨Para ser un buen gobernante debes ser justo y pedir a tu pueblo sólo cosas que puedan hacer. Ordena a tu sombra que te siga a todas partes y verás como tu vida cambia. Oye palomo, ¿podrías enseñarme a volar?¨ concluyó preguntando su alteza real. ¨ Pero tú no puedes volar, no tienes alas. Si quieres yo seré tus alas. Viajaré por pueblos y ciudades y te contaré todo con pelos y señales y mientras, tú gobiernas y ordenas a mi sombra que me imite y siga a cualquier lugar¨. Entonces el sol y la lluvia se besarán sobre una nube de plata y el arco iris surcará el azul turquesa de tu hermosa alma, porque sencillamente, todo volverá a la normalidad.