EL ÚLTIMO VIAJERO ROMÁNTICO

MULHACÉN

Iñaki Rodríguez -escritor-

Indios americanos, aborígenes australianos y del Pacífico, tribus africanas y en definitiva las culturas más antiguas del planeta, sienten sus montañas como sagradas. En cada uno de sus montes hay al menos una leyenda de cómo, por qué y para qué se formó. Su razón de ser. Cuando vivía en Filadelfia, un apache me dijo que el hombre blanco acabará algún día con montañas y ríos y destruirá mares y bosques, debido principalmente a la sobre población del planeta y que si no es así, entonces serán la polución y las guerras y cuando eso ocurra, ¨el hombre blanco tendrá que comerse el dinero porque no habrá otra cosa que echarse a la boca¨.

Creo en Dios. No lo veo, pero me lo imagino al mirar montañas como el Mulhacén. Su paz, luz y sencillez son, para mí, destellos de Dios. Además, el camino a la cima, se puede comparar con el final feliz que muchos deseamos y que todos deberíamos tener en nuestras vidas, representando el duro, pero también precioso, trayecto hacia el reino de los cielos. Monte Solarius, como le llamaban los romanos o Monte Solorio, como así lo tildaban los visigodos, es el monte del sol o como decían ellos el ¨monte donde luce el sol antes de salir¨.

Este monte nuestro es vida para la manzanilla real, el narciso de Sierra Nevada, la estrella de las nieves, el hombre, el zorro, el topo y muchísimos otros seres vivos. Pero también es tumba de montañeros y de reyes como Muley Hacen, a quien debe su nombre. Fue allí, donde el antepenúltimo rey de Granada decidió ser enterrado para encontrar el descanso eterno. Otros enamorados insignes del Mulhacén fueron Washington Irving, el Marqués de la Ensenada, Gerald Brenan o Ganivet. A todos ellos eclipsó con su luz nuestro monte del sol y les rebosó con su amor y la suavidad de sus laderas.

Mientras escribo estas líneas, los glaciares se están derritiendo, Andalucía y muchas otras zonas del planeta están desertizándose y los desastres naturales se hacen cada vez más fuertes y por consiguiente, más horribles para los que los padecen. Todos podemos contribuir en algo. Son muchas las medidas que podemos tomar: si utilizamos más el transporte público o la bicicleta, cogemos poco o nada el coche, consumimos menos de todo, compramos únicamente productos locales, reciclamos bien la basura o no aceptamos que nos den productos plastificados, ya estaremos haciendo frente a este cambio climático que nos acecha y nos afecta de manera catastrófica. Lo llamamos ¨calentamiento del planeta¨. Sus efectos causarán multitud de sequías, inundaciones e incendios y habrá éxodos de gente migrando hacia zonas donde hay agua, provocando que los conflictos se tripliquen por estos motivos.

Acordaros de lo que ha ocurrido en gran parte de la Vega de Motril. ¿Qué ha sido de aquél maravilloso vergel ahora convertido parcialmente en cemento o en lonas de plástico? El motivo ha sido el mismo: la falta de lucidez del ser humano. Hemos asistido impasibles, en un abrir y cerrar de ojos, a este vandalismo contra la naturaleza que ha quedado impune. Está en nuestras manos y en nuestra conciencia, no sólo en la de los líderes que nos gobiernan, el destino del planeta que van a heredar nuestros hijos. Que ellos también puedan algún día cruzar a pie los riachuelos de La Campiñuela, seguir camino arriba por la Chorrera, llegar hasta Laguna Hondera, ascender por la Cuerda del Resuello y colmar la cima del Mulhacén.

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