El Movimiento de Trabajadores Cristianos de Europa (MTCE), al que pertenece la HOAC, tras una reflexión sobre la compatibilidad entre vida familiar y vida profesional, ha redactado la «Carta Europea para las familias».
En ella se constata cómo la flexibilidad y precariedad crecientes en el trabajo, y el paro cada vez más extendido, hacen más frágiles a las familias; cómo la organización del trabajo obstaculiza la vida personal y familiar; y cómo la disminución, y a veces desaparición de los derechos sociales, penaliza principalmente a las familias trabajadoras.
Y sobre todo, se constata cómo el pensamiento dominante, individualista y consumista, nos hace creer que estas situaciones son naturales y no se pueden cambiar; aunque impidan el desarrollo de la vida familiar y la participación en la vida social.
Creemos que la propia organización del sistema capitalista neoliberal está destruyendo una institución fundamental de toda sociedad: la familia. Y esto supone un formidable reto para los que nos preocupamos por la dignidad, la libertad y el desarrollo integral de las personas.
Parece que nadie cuestiona el derecho a ser madre o padre, a formar una familia, a educar a los hijos…; pero, ¿se dan las condiciones objetivas que permitan hacerlo? ¿cómo realizarse en la vida familiar, hacer de la familia un lugar de desarrollo de la persona, de corresponsabilidad, de compromiso social y cristianos, sin ser penalizado por este sistema?
Por todo eso, reivindicamos los derechos familiares de las personas y los derechos sociales de las familias. Y desde la HOAC de Granada y de Motril hemos iniciado una serie de reflexiones mensuales sobre algunos de estos derechos, a través de los «viernes solidarios» o los artículos en El Faro. Y éste en concreto lo dedicamos al derecho a desarrollar la propia vocación.
En estos tiempos que vivimos en los que el mismo derecho al trabajo está por los suelos, parece que hablar de otros derechos del trabajador, como el de desarrollar la propia vocación, fuera una cosa sin sentido. Sin embargo, es importantísimo que el mundo obrero no pierda nunca este horizonte que siempre ha estado presente en su historia y su utopía.
Efectivamente, la vocación profesional se encuentra en lo más profundo de la vida del trabajador que desea aportar lo mejor a su familia, y ser tenido y tratado conforme a las cualidades y aptitudes que el Creador ha puesto en su persona y no conforme a otros intereses económicos de la empresa.
Todo esto lo decía magistralmente Guillermo Rovirosa, primer militante de la HOAC, en el año 1963: «El hombre que trabaja en «lo suyo», en aquello que le da satisfacción y le interesa, que pone en juego sus aptitudes, y que constituye para él verdadero gozo y un placer, ofrece un contraste brutal con el hombre que trabaja exclusivamente para «ganarse la vida», que lo mismo le da un trabajo que otro, el caso es sacar el máximo provecho con el mínimo esfuerzo. El primero es un hombre libre, el segundo es un condenado a trabajos forzados, bajo el látigo del hambre».
Así pues, desarrollando la vocación profesional, el obrero se humaniza y no desarrollándola se deshu-maniza. Es decir, desarrollando nuestra vocación profesional nos sentimos enraizados en nuestra familia y nuestra sociedad, dando sentido a lo que hacemos y aportando lo mejor de cada uno a nuestra familia, como primer espacio de vida, y a nuestra sociedad. Por eso es un derecho que no podemos olvidar, para seguir construyendo humanidad.