La Procesión de las Ánimas una antigua leyenda motrileña
Una antigua tradición motrileña llegada a los albores del siglo XX desde épocas pasadas y hoy olvidada, hablaba de la llamada “Procesión de las Ánimas”, según la cual unas espectrales sombras conformaban un lúgubre cortejo de almas de difuntos en pena que, partiendo desde la cruz de piedra que había junto a la ermita de la Aurora, recorría, a partir de la medianoche del día 1 de noviembre, la calle del Infierno, con letanía en la cruz del Humilladero situada al final de esa calle, la rambla de Capuchinos, subía la calle de Piedrabuena y bajaba, realizando un vía crucis, por la calle de las Cruces de San Antonio hasta llegar, por fin, a la placeta de la Iglesia Mayor, donde se realizaba un último responso en el antiguo cementerio junto a una cruz que aún existe en la fachada norte, al lado de la puerta, de la torre del campanario. Allí, decían, terminaba la macabra comitiva de difuntos.
Esta tenebrosa procesión de dos filas fantasmales de muertos, vestidos con oscuros sudarios y con velas en sus manos, era encabezada por un mortal que portaba la cruz y un recipiente de agua bendita con su hisopo; a su paso cesaban todos los ruidos, la gente se recluía en sus casas cerrando puertas y ventanas y el silencio era sepulcral en las calles de su recorrido, sólo interrumpido por el amortiguado tintineo de una campanilla y los rezos apagados de un fúnebre respnso junto a las cruces donde tradicionalmente se hacían las posas de los entierros, como eran la cruz en la calle de Montoya, la cruz de la ermita del Carmen, la Cruz de Conchas y las que existían, pintadas, en una hornacina en la fachada de lo que había sido la antigua Casa de Comedias cerca del Postigo de Beas. Los perros, a veces, aullaban lastimeramente y el olor era a cera quemada y a podredumbre.
Durante años esta sombría comitiva, que muchos aseguraban haber visto, aterrorizó el imaginario de los motrileños, que creían que las ánimas del Purgatorio venían esa aciaga noche todos los años para reclamar el alma de alguien que moriría pronto y pensaban que quien recibía la visita de las ánimas, fallecería en el plazo de un año. Incluso muchos vecinos colocaban lamparillas de aceite, llamadas “mariposas”, en los alfeizares de sus ventanas, junto a la puerta de sus hogares y en sus dormitorios para así iluminar el camino de las almas en pena y que no se detuvieran en sus casas.
Esta vieja leyenda motrileña es muy parecida a la tradicional de la Santa Compaña de Galicia y es factible que fuese traída a Motril por los numerosos vecinos gallegos que se establecieron en esta ciudad desde los primeros siglos de la Edad Moderna. Este mito cristiano está presente con diversas variantes en todo el contínuum cultural astur-galaico, donde recibe otras denominaciones como Güestia, Güéspeda, Estadea, Hoste, Genti de Muerti, procesión de animas o simplemente Compaña y que posiblemente corresponde a patrones de mitología y costumbres populares de tradición celta. Los druidasceltas celebraban dos importantes fiestas anuales. Una de ellas era el 1 de noviembre con la llegada del invierno, noche en la cual el tiempo quedaba paralizado y el mundo de los vivos podía comunicarse con el de los muertos. De aquí deriva el día de Todos los Santos y el mito de la Santa Compaña, según afirman historiadores como Rosso de LunaoMenéndez Pelayo.
Resulta fascinante, también, constatar cómo estas procesiones de muertos tenían su correspondencia real con el ceremonial que acompañaba antiguamente al viático por las calles de Motril: el cura acudía a administrar el sacramento acompañado por los vecinos o por los miembros de la cofradía a la que pertenecía el agonizante, con velas y convocados a toque de campana; esta comitiva estaba precedida por una cruz entre dos faroles y a su paso la gente se arrodillaba. Los vivos se despedían así de su vecino moribundo, y las procesiones de ánimas se aparecían para recibirlo entre los muertos. ¿Lo recordáis?
¿La Procesión de las Ánimas, leyenda o realidad? Lo cierto es que la luz eléctrica, al iluminar la noche, acabó con muchos de los fantasmas y con muchas de las tradiciones ancestrales de nuestro Motril antiguo.
Hace muchos años que nadie se encuentra con la procesión de las animas benditas por nuestras calles, pero si alguna vez, paseando esa noche de noviembre por alguna de esas vías motrileñas, hueles o percibes un penetrante olor a vela sin ninguna razón aparente, huye rápidamente y escóndete, las animas están pasando por tu lado y reza, reza mucho para que no te vean.