EL FARO
Maribel Verdú entrega el galardón honorífico a la actriz, un “Goya de amor” en palabras de la presentadora de la gala
Con la ovación de todo el auditorio puesto en pie, la actriz Aitana Sánchez-Gijón ha recogido el Goya de Honor 2025, distinción con el que la Academia de Cine reconoce toda su trayectoria. Su compañera de profesión, amiga y presentadora de la gala, Maribel Verdú, le ha entregado este reconocimiento, tras hacer un repaso por la filmografía y los directores con los que ha trabajado la intérprete y señalar lo especial de esta noche.
“Eres luz y talento, eres la compañera perfecta, cómplice y leal. Pero este Goya de Honor no te lo dan por lo que yo te quiero y te admiro, sino por lo que te quiere y te admira la gente. Eres un espejo en el que nos gusta mirarnos. Porque haces que nuestro país, nuestra cultura y nuestras vidas sean mejores. Porque llevas 40 años en la élite de un mundo en el que resistir más de un rato en lo más alto es un completo milagro”, aseguró Verdú, que calificó esta distinción de “Goya de amor”.
Emocionada, la actriz ha levantado la estatuilla. “Echo la vista atrás y siento que he sido algo precoz en muchos momentos. Empecé siendo una niña, tuve el honor de presidir esta Academia antes de cumplir los treinta y hoy recibo este premio cuando aún me siento como esa niña que pronunció sus primeras frases entre cajas, con todo por hacer, con el mismo temblor, con el mismo vértigo, con las mismas ganas de desentrañar el misterio”, ha destacado Sánchez-Gijón sobre el escenario de Granada. En su discurso de agradecimiento ha hecho balance de los 40 años que lleva dedicándose profesionalmente a la actuación y se ha acordado de las numerosas personas que han sido fundamentales en su trayectoria, entre ellos su maestra Alicia Hermida, el cineasta Bigas Luna y la directora Patricia Ferreira.
En su carrera ha destacado que “mi escuela principal y constante fue el trabajo” y el teatro –“el escenario, para mí es el gran maestro del actor” y ha recordado lo afortunada que se siente por poder dedicarse a este oficio. “Formo parte de ese exiguo porcentaje de actrices y actores que pueden vivir de esta profesión. Quiero compartir este Goya con todos esos compañeros que siguen adelante contra viento y marea empujados por su vocación y su talento”, les dedicó, antes de resaltar como cada vez más hay más mujeres en todos los departamentos que hacen posible una película. “Por suerte están cambiando las cosas. Hoy sois muchas más”, celebró.
En sus palabras no se ha olvidado de Marisa Paredes a quién ha citado, repitiendo las palabras que la veterana actriz dijo en una gala de los Goya: “No hay que tener miedo a la cultura. Hay que tener miedo a la ignorancia, a la indiferencia, a la mentira, al fanatismo y a la violencia. Hay que tener miedo de la guerra”. A esta frase, Sánchez-Gijón ha añadido que “hay que tener miedo a los imperialismos y a las limpiezas étnicas”.
Para la ganadora de la Concha de Plata a la Mejor actriz del Festival de San Sebastián por Volavérunt, recibir ahora el Goya de honor en Granada cierra un círculo con los orígenes de su vocación. “Mis inicios están poéticamente ligados a esta tierra. Con la compañía ‘La Barraca’ representamos a Federico García Lorca en su Fuentevaqueros natal y aquí, en Granada”, recordó. A ese círculo que se cierra también aludió Maribel Verdú. “Nos conocemos desde pequeñas. Compartíamos el mismo sueño. Quién nos lo iba a decir entonces, cuando ni siquiera había premios Goya, que cuarenta años después íbamos a estar aquí en Granada viviendo una noche como esta”, reflexionó.
La Junta Directiva de la Academia le concede esta distinción “a una actriz muy querida y respetada por sus compañeros y reconocida por el público y la crítica desde sus comienzos. Una actriz completa: seria, responsable, competente, cercana, y que sabe otorgar a todos sus trabajos verdad, sinceridad y profundidad”.
Discurso íntegro de Aitana Sánchez-Gijón
Desde que nuestro presidente me comunicó que habían decidido otorgarme este reconocimiento he tenido mucho tiempo para hacer balance de mi vida, para recordar a todas las personas que me han acompañado y a las que ya no están, para pensar en lo que esperaba cuando empecé y en todo lo que esta carrera de fondo me ha dado hasta el día de hoy.
Pienso en la niña que empezó a ir a clases de teatro en el taller María Galleta y en la epifanía que sintió al descubrir que ese mundo de juego, fantasía y creación podía ser un modo de vida, un camino infinito de descubrimiento, una herramienta mágica para habitar vidas ajenas, para bucear en el alma humana y desentrañar sus misterios.
Recuerdo el temblor con el que pronuncié mis primeras frases entre cajas a los doce años en la compañía ‘La Barraca’ de mi maestra Alicia Hermida. Con ella representamos a Federico García Lorca en su Fuentevaqueros natal y aquí, en Granada. Así que mis inicios están poéticamente ligados a esta tierra.
Desde ese momento empecé este camino en el que mi escuela principal y constante fue el trabajo. Formo parte de ese exiguo porcentaje de actrices y actores que pueden vivir de esta profesión. Quiero compartir este Goya con todos esos compañeros que siguen adelante contra viento y marea empujados por su vocación y su talento. ¡Va por vosotros!
Decía que mi formación ha sido, afortunada de mí, el trabajo constante y no solo a través del cine o la televisión, sino también gracias al teatro. El escenario, para mí, es el gran maestro del actor. Y si hoy tengo más herramientas ante la cámara es, en gran parte gracias a todos esos teatros que me he pateado durante años por todo el país. Me gustaría animar a las jóvenes actrices y actores que estén dando sus primeros pasos a que pisen los escenarios siempre que puedan.
Amo tanto esta profesión que disfruto más del trabajo de mis compañeros que del mío propio. Me lleno de asombro y de agradecimiento con el talento ajeno. Ese ha sido y es una fuente inagotable de aprendizaje para mí. Con muchos de vosotros y de vosotras he compartido cientos de aventuras delante y detrás de las cámaras. Imposible mencionar a todos esta noche. Dejadme que sobre todo en nombre de los que ya no están recuerde especialmente a Bigas Luna, a quien cada año que pasa echo más de menos. Y permitidme que de los más de cuarenta directores con los que he tenido la fortuna de rodar mencione, en nombre de las cuatro únicas directoras, a Patricia Ferreira, que nos dejó hace poco más de un año y que fue una de las pioneras en ponerse detrás de la cámara y en contar sus propias historias cuando para las mujeres estaba casi todo vedado. Por suerte están cambiando las cosas. Hoy sois muchas más. Y no solo directoras y guionistas. También productoras, sonidistas, directoras de fotografía, foquistas, operadoras de cámara o ayudantes de dirección. Iba siendo hora, compañeras.
El cine es un empeño colectivo. La energía de todos los individuos que forman el grupo está enfocada en lograr un objetivo común. Remamos siempre juntos pese a nuestras diferencias, intentamos dar lo mejor de nosotros mismos en circunstancias, a veces, muy adversas y todo para contar historias que sirvan de lugar de encuentro frente al desencuentro, frente al rechazo del diferente, frente a la intolerancia, la incomprensión y los abusos de poder; historias que nos ayudan a compartir lo que nos duele y lo que nos salva.
Como dijo nuestra querida Marisa Paredes precisamente en una gala de los Goya: “No hay que tener miedo a la cultura. Hay que tener miedo a la ignorancia, a la indiferencia, a la mentira, al fanatismo y a la violencia. Hay que tener miedo de la guerra”.
Y permitidme que añada algo más. Estoy segura de que Marisa estaría de acuerdo conmigo. Hay que tener miedo a los imperialismos y a las limpiezas étnicas.
Un individuo se define por el número de personas que han tocado su vida, leí hace poco en alguna parte. A ellas quiero dedicarles este Goya. A las que me acompañáis esta noche desde el patio de butacas y a las que estáis conmigo desde vuestras casas. A mis hijos, Teo y Bruna, mi alegría de vivir, a mi padre Ángel, que nos dejó hace ya demasiado tiempo y, sobre todo, a mi madre Fiorella, el motor de mi vocación, mi gran cómplice. Mamma, sin tu apoyo, tu confianza y tu respeto, nada de esto hubiera sido posible.
Y ya termino.
Echo la vista atrás y siento que he sido algo precoz en muchos momentos. Empecé siendo una niña, tuve el honor de presidir esta Academia antes de cumplir los treinta y hoy recibo este premio cuando aún me siento como esa niña que pronunció sus primeras frases entre cajas, con todo por hacer, con el mismo temblor, con el mismo vértigo, con las mismas ganas de desentrañar el misterio.
Muchas gracias por tanto amor. Nos vemos en el cine.
NOTICIA EL FARO (Incluye listado completo de premiados)