Opinión.-
«LA PALABRA SE HIZO CARNE» (Jn. 1, 1-18)
Dios no es un enigma científico o intelectual que debamos resolver… es, más bien, el Misterio clave de toda la realidad que nos envuelve… y que debemos disfrutar.
Por eso, cuando Dios habla: no dice cosas… se dice a sí mismo.
Esto es lo que nos quiere transmitir este hermoso poema del evangelio de San Juan al afirmar que «la Palabra se hizo carne».
Lo cual significa, que la gran sabiduría, no consiste en almacenar datos o en saber mucho para someter a los demás y para desquiciar la hermosa complejidad de nuestro mundo… Consiste, más bien en:
– saber disfrutarlo,
– saber respetarlo,
– saber vivirlo,
– saber estar… dando vida, construyendo vida, contagiando vida… Una vida, plenamente humana y «con sentido»…
Y precisamente para esto, en Jesús picapedrero, la Palabra eterna de Dios se hace carne, pisa el barro, se hace gente, se hace pueblo, se hace historia…
Una Palabra:
-que se susurra en los rincones, y debe proclamarse en medio de las plazas…
– que se escucha en el silencio de la noche y debe gritarse a plena luz…
Una Palabra que no llega a los confines del mundo porque, a veces, por el miedo y la desidia, se queda temblando en nuestros labios…
Tambien hay que afirmar que estamos rodeados de palabras vacías que no dicen nada, aunque sean muchas… y que es posible comunicarse, aún sin palabras, con el silencio… sobre todo, cuando aprendemos a pasar las cosas no sólo por la cabeza… también por el corazón.
Pero, ojo, que hay mucho engaño y mucha comedia que pretende distraer nuestro cerebro y sumergirlo en un mundo de ocio y diversión alienante.
Por eso, hay que templar bien las cuerdas.
Hay que saber afinar.