Opinión.-
ATENTOS A LAS SEÑALES
En Palestina, una tierra sedienta de agua y de justicia, crecían las higueras, formando parte del paisaje…
Lo mismo se encontraban en los más ásperos lugares de las montañas, que en los terrenos fértiles en que se asentaban las hortalizas y los viñedos…
Lo mismo daban sombra en los patios de las casas, que se desparramaban por los barrancos, en las lindes de las fincas, entre los establos del ganado o al borde de los caminos.
Y Jesús picapedrero, traspasado por la luz de aquel paisaje, tan pegado a la tierra… y tan atento como siempre, a los latidos de las criaturas más pequeñas, nos pone el ejemplo de esa higuera, que cuando vemos que sus ramas se ponen tiernas y le brotan las primeras llemas, comprendemos que la llegada del verano está muy cerca.
De la misma manera, estamos rodeados en nuestro tiempo: de pequeñas señales o de rotundos avisos que nos invitan a reflexionar sobre la dirección de nuestra vida y sobre el fin último de nuestra existencia.
Y el evangelio nos invita a tener los ojos bien abiertos para mirar la realidad y aprender a desentrañar estos signos.
Hay señales que todo el mundo puede distinguir y que nadie podrá decir que él no se ha enterado.
Nuesta tierra se encuentra en peligro, en una situación límite en que se encienden las luces de alarma… y todo, debido a nuestra actividad depredadora causante del agotamiento de los recursos naturales, la contaminación ambiental, el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad…
Y para colmo, también se está extendiendo por el ancho mundo una alerta roja generalizada por falta de humanidad…
Y esta si que es la más terrible y la más devastadora de las gotas frías, que está produciendo miles y miles de víctimas sangrantes.
Sin embargo, por muy difícil y dolorosa que sea nuestra situación, Jesús nos garantiza la gran esperanza de un futuro mejor y de una vida en plenitud.
Es cierto que el camino tiene recodos difíciles e incluso abismos en que parece que todo se nos hunde.
Pero no tengamos miedo y escuchemos al Jesús de lo imposible que nos invita a observar la higuera, ese árbol frágil capaz de sobrevivir en los terrenos más pobres y en los más complejos y desafiantes lugares, donde menos se espera que ningún árbol dé fruto…
De la misma manera, se multiplicarán entre nosotros las ramas tiernas y tendremos brotes nuevos y frutos sabrosos en una abundante cosecha de fraternidad.
¡Ánimo!
¡Al final todo saldrá bien!