EL ÚLTIMO VIAJERO ROMÁNTICO

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UN SORBO DE AGUA

Iñaki Rodríguez -Escritor-

Lo escuché en la cumbre, un ave alpina susurró tu nombre y cantó tus delicias y virtudes y un profundo sentimiento conquistó mi alma que, como pozo vacío y hondo, se llenó de agua y me enamoré de ti. Loco de mí, sin ni siquiera conocerte, ni hablarte, ni tampoco verte, ni tu voz oír, me enamoré de ti y se llenó ese pozo y se desbordó esa agua y colándose entre las rocas comenzó su intrépida odisea, siempre hacia ti. Solo supe avanzar, en mi afán por estar contigo y el atrás, se convirtió en pasado y el presente, en futuro. Yo solo quería quererte, solo quería amarte… Porque… ¿Para qué sirve el agua, si no da de beber a nada ni a nadie? ¿Para qué sirve el agua, si no es para limpiar de inmundicias los corazones? Y conocí al cuarzo y a la pirita y me escurrí entre la mica y la turmalina y aparecí en una cueva repleta de lapislázuli y pensé que aquello era el fin, que prisionero había caído, abatido en aquella caverna, rodeado de estalactitas, para no salir jamás, preso, en el buche de la montaña ¡En una madriguera!… Y una pena me llegó al alma y me sentí morir y sin embargo, en mi último aliento, encontré un resquicio, porque cuando una puerta se cierra, otra se abre y esplendorosa y alentadora, aquella desembocadura se descubrió ante mí y allí, encontré un atisbo de luz y lo seguí, sin pensarlo lo seguí, pues… ¿De qué sirve pensar cuando estás enamorado? Y como en un tobogán me deslicé y salté a una fuente igual que un niño y allí estabas tú, tan primorosa. Entonces te miraste en mí, como en un espejo, me recogiste entre tus manos y en sorbo de agua me diluí. 

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