Antonio Gómez Romera
Domingo, 8 de septiembre de 2024
EN EL XLVI ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO DEL PORTERO Y ENTRENADOR DE FÚTBOL, RICARDO ZAMORA
Tal día como hoy, domingo, 8 de septiembre, festividad de la Natividad de la Virgen María, trigésimo sexta semana del 2024, se cumplen 46 años (viernes, 1978) del fallecimiento en la barcelonesa Clínica San José, del portero y entrenador de fútbol Ricardo Zamora Martínez, apodado “El Divino”, a la edad de 77 años, debido a una trombosis cerebral e insuficiencia hepática. La capilla ardiente es instalada en el campo de Sarriá, sede del Real Club Deportivo Español, y es enterrado al día siguiente, 9 de septiembre, a las 4 de la tarde, en el cementerio barcelonés de Montjuic. La Federación Española de Fútbol acuerda concederle la Medalla de Oro a título póstumo y ordena guardar luto nacional en la segunda jornada de Liga de Fútbol.
En los inicios del fútbol profesional en España, Zamora es un auténtico ídolo de masas y el primer futbolista mediático, estrella en el césped, actor de cine y con una vida repleta de aventuras: cruzó los Andes a lomos de una mula, estuvo en la cárcel en la Guerra Civil, fue columnista de prensa bajo el seudónimo de Aromaz y hasta fue declarado desertor por el Ejército.
Ricardo Zamora es el mejor guardameta mundial en la primera mitad del siglo XX y uno de los mejores de todos los tiempos. Fallece sin haber perdido el carácter de mito y dejando para la historia algunas jugadas que hoy se consideran exageradas e inseguras, tan espectaculares como “la zamorana”, consistente en despejar el balón con el codo.
Breves Notas Biográficas
Nace en Barcelona, en Ronda de San Antonio, cerca de la plaza de Sepúlveda, el lunes, 21 de enero de 1901. Es su madre, María de los Desamparados Martínez Mauricio, valenciana de 39 años, y su padre, Francisco Zamora Bon, jornalero natural de Alberique (Valencia), de 51 años. Una curiosidad: el padre “está ausente” en el momento del nacimiento e inscripción en el Registro Civil, y es el doctor Gaspar Baldó Galiana (1867 – 1928), médico del Registro Civil del distrito de la Lonja, del Frontón Principal Palace y de la compañía «España S.A. Previsión y Seguros Sociales», quien firma la inscripción y quien ha asistido a la madre en el parto. Y, al enviudar la madre de Zamora, el Dr. Baldó se casa con ella, y Ricardo se convierte en su «hijo entenado». Entenado, según el Diccionario de la RAE, viene de antenado, propiamente, “nacido antes” y significa: 1. m. y f. hijastro, hijo de uno solo de los cónyuges, respecto del otro.
De niño es un muchacho enclenque, pero con tesón y voluntad, logra convertirse en un atleta que practica, además de fútbol, otros deportes como el atletismo, la natación, la pelota vasca y el boxeo.
Su capacidad para intuir la trayectoria del balón y sus grandes paradas bajo los tres palos le procuran el apodo de “El Divino”. Es tan grande su talento, que ficha a los 15 años con el Real Club Deportivo Español de Barcelona. El domingo, 23 de abril de 1916, debuta en el viejo campo del O’Donnell. En la portería, Zamora,y el resto del equipo lo integran Pakán (Francisco Armet, 1892 – 1973), Sampere(Emilio Sampere Oliveras, 1885 – 1966), Pueo (Jorge Pueo Marro, 1895 – 1963), Urgell(Miguel Urgell Calatayud, 1897 – 1972), Lemmel (Manuel Lemmel Malo de Molina, 1894 – / ), Alvarado(Lorenzo Alvarado Fernández, 1898 – / ), López(Juan López Turró, 1892 – / ), Vergés(Buenaventura Vergés), Usobiaga(José María Eustaquio Usobiaga, 1895 – / ) y Joaquín González. Empatan a un gol y el columnista del periódico «España Deportiva» del día siguiente, escribe la siguiente crónica: «De portero ha debutado en el Español un chiquillo que se llama Zamora, que ha parado las pelotas que le han tirado con todos los estilos imaginables y con la misma facilidad que si bebiera un vaso de agua».
Al ser el más joven de su equipo y estar en una posición de mucho riesgo por los fuertes contactos físicos, Ricardo sale al campo de fútbol con un suéter de cuello de tortuga o “tipo inglés” que lo cubre del sol, guantes y rodilleras que le protegen manos y rodillas y una boina dura para mantener su cabeza a salvo de los choques y, de paso, evitar que el sol lo moleste.
En 1920, en los Juegos Olímpicos de Amberes, Zamora es elegido Mejor Portero del Campeonato. A partir de entonces, se popularizan dos frases: «Uno a cero (el resultado del debut ante Dinamarca) y Zamora de portero» y «Sólo existen dos porteros: San Pedro, en el cielo, y Zamora, en la Tierra».
En 1930 contrae matrimonio en la Iglesia de la Merced de Barcelona con Rosario Grassa Negre (1908 – 1968), con quien tiene un hijo (Ricardo, 1933 – 2003), que sigue las huellas del padre, siendo guardameta en el Salamanca, Atlético de Madrid, Málaga, Español, Sabadell, Mallorca y, sobre todo, en el Valencia.
En septiembre de 1930 ficha por el Real Madrid, que paga al RCD Español por el traspaso 150.000 pesetas, de las que 35.000 son para el jugador, quien va a cobrar también una prima de 40.000 pesetas y 3.000 mensuales, toda una fortuna para la época en la que un salario diario de 10 pesetas se consideraba un buen sueldo. El cronista deportivo del “Heraldo de Madrid”, escribe: “El Real Madrid se ha llevado, sencillamente, al mejor jugador de fútbol que ha dado España desde que se mueve la bolita en la «piel de toro»: al más inspirado, seguro, ágil y valiente”.
Su compañero de equipo y de selección, Ciríaco (Ciriaco Errasti Suinaga, 1904 – 1984), nos dice de él: “Era el mejor, lo que pasa es que a veces nos daba grandes sustos con sus locuras. Cuando menos te lo esperabas se iba a hablar con el público o hacía una salida fuera del área que sorprendía a todos, a atacantes y defensa. Yo ya lo sabía porque en el Madrid FC veníamos jugando juntos, y por eso, cuando le adivinaba sus intenciones yo iba a la portería para cubrir los palos. Así, contra Brasil salvé un gol en la misma raya, porque Ricardo había salido a despejar, pero los delanteros le ganaron la acción y a punto estuvieron de marcar”.
En 1934 recibe la Orden del Mérito de parte del presidente de la II República, Niceto Alcalá-Zamora Torres (1877 – 1949). El domingo, 21 de junio de 1936, es la final de la Copa de España, “Copa de la República”, la primera de la historia entre Madrid y Barcelona. Se dirime en el estadio valenciano de Mestalla ante 22.000 espectadores, donde teóricamente sólo caben 19.000. Y, con “revendedores clandestinos” en la Plaza de Castelar, que casi multiplican por diez el precio de las entradas. 3.000 seguidores llegados desde Madrid y hasta 5.000 desde Barcelona duermen la noche anterior en la calle por la insuficiente oferta de plazas hoteleras en la ciudad valenciana. A las cinco y cuatro minutos de la calurosa tarde comienza la final. Para Zamora, puede ser la quinta Copa de su palmarés, tras las dos conquistadas con el Barcelona (1920 y 1922), la que alzó con el Español (1929) y la que ya ha conseguido con el Madrid (1934). En el minuto 83 del partido, el marcador es: Real Madrid, 2 – F. C. Barcelona, 1. Y así nos narra Ricardo Zamora en sus “Memorias” los últimos minutos de la Final: “Carga el Barcelona insistente buscando el empate. El tiempo transcurre desesperadamente lento. El Madrid, replegado, agotose en tremenda defensa, y el tanto se ve venir. Minutos, segundos faltan para que termine el duelo. El público, puesto en pie, espera el pitido final cuando Escolà se escapa, queda solo ante mí. Véolo como detiene momentáneamente su carrera, como en relámpago, mide con la vista la distancia, observa mi colocación e inicia el disparo. No ven mis ojos más que a Escolà. Lo veo agrandado; en primer plano sus pies y el balón. Hay un grito imperioso que se me queda dentro: ¡Por aquí! Inclino el cuerpo hacia la izquierda, marco el sitio. Sin una milésima de retraso, justos, coincidimos el balón y mis manos. Críspanse los dedos atenazando el cuero. ¡Mío! ¡Mío! ¡Mío! ¡Nada más que mío! Absoluta posesión de lo que me pertenece, de lo que nadie puede disputarme: el balón”. Zamora recibe una “unánime ovación” de hinchas de Madrid y Barcelona, destaca “Mundo Deportivo”, y con el pitido final es alzado en hombros por sus compañeros. ¡Campeones!. El murciano Mariano Ruiz – Funes García (1889 – 1953), ministro de Agricultura de la República, le entrega el trofeo. Ricardo Zamora lo ha logrado una vez más, la última de su carrera.
Después de haber disputado 82 partidos como madridista en el Campeonato de Liga y realizar una última parada antológica en la final de Copa, cree llegado el momento de poner punto final a su carrera. Acumula la medalla de plata en los JJOO de Amberes 1920, 5 títulos de Copa, 2 de Liga, 46 defensas del marco internacional español, durante las que ha encajado 42 goles, así como un buen puñado de campeonatos catalanes. Uno de sus grandes méritos es haber disputado los 24 primeros partidos de la Selección Española, relegando a la suplencia a otros grandes guardametas, como el sevillano Guillermo Eizaguirre Olmos (1909 – 1986) o el bilbaíno Gregorio Blasco Sánchez (1909 – 1983).
Ricardo Zamora es de aquellas personas que, en vida, puede contar que murió en el verano de 1936. Durante la Guerra Civil Española es detenido y encarcelado. Pocos días después, los periódicos españoles informan que Zamora ha sido fusilado y se guarda un minuto de silencio en los campos de juego del mundo del fútbol. El periodista Miguel Ángel Lara Adán (Madrid, 1970), en su artículo para el Diario “Marca”: “La muerte de Lorca y ‘la’ de Ricardo Zamora” (9 abril 2020), afirma que “El 20 de julio de 1936, mientras se retiraban los cadáveres del asalto republicano al Cuartel de la Montaña, alguien aseguró haber visto el cadáver de Ricardo Zamora, el famoso portero del Real Madrid y de la selección española. El rumor de extendió por toda la capital, pero nadie fue capaz de confirmarlo. Sin embargo, desde la embajada francesa se informó a París sobre la posible muerte de Zamora. El primer medio de comunicación que dio por seguro el fallecimiento del meta español fue “L’Auto”. Semanas después, el 15 de agosto, “L’Echo de Paris”, citando a Franz Platko tras ponerse en contacto con él en Praga, afirmaba que «Zamora habría sido fusilado en Madrid por los comunistas, por sus relación con los monárquicos». El 17 de agosto se publicaba la noticia en El Mundo Deportivo, sin darla totalmente por cierta. Ese rumor, en todo caso, le vino como anillo al dedo en Sevilla a Gonzalo Queipo de Llano. El asesinato de Federico García Lorca, acaecido en la madrugada del 19 al 20 de agosto, había puesto al hombre que lideró la rebelión militar de Sevilla contra la espada y la pared en Europa. Cuando la revista Estampa hizo pública la muerte del poeta, que había huido de Madrid horrorizado por el asesinato de Calvo Sotelo, el nombre de Queipo de Llano fue el señalado. Apareció como el del mando que ordenó desde Sevilla al comandante Valdés -el golpista que controló Granada- la ejecución de Lorca con una supuesta frase que pasó a la historia: «Que le den café, mucho café».
Lo cierto es que Zamora está preso en la cárcel Modelo, detenido por ser monárquico y haber escrito colaboraciones en el periódico “Ya”, diario muy ligado a la Iglesia católica. Su hijo, recordando la detención de su padre, declara en una entrevista periodística, que “venían a casa y se llevaban copas y medallas. Incluso se llevaron su coche. Una vez detenido, había un miliciano que cada día recitaba varios nombres. Eran individuos a quienes se llevaban y no volvían a sus celdas. En las listas apareció varias veces mi padre. Cada vez que pronunciaban su nombre el susto era tremendo. Ocurría, sin embargo, que cada comisario encargado de pasar lista lo incluía porque quería conocerle”.
Nadie da una peseta por su vida; su nombre aparece en la lista de “pendientes de ejecución” del Tribunal Popular cuando es reconocido por el escritor malagueño PedroLuis de Gálvez (1882 – 1940), revolucionario radical, bohemio, sablista, pendenciero,bebedor y mujeriego. Temido por muchos encarcelados se exhibe con un mono de seda azul, alcinto dos pistolas y al hombro un máuser. Pedro Luís, le salva de ser ejecutado, como lohace con algunos escritores a los que conoce de los cafés y las tertulias literariasmadrileñas, como, por ejemplo, Emilio Carrère Moreno (1881 – 1947) Ricardo León Román(1877 – 1943), Pedro Mata Domínguez (1875 – 1946), Cristóbal de Castro Gutiérrez (1874 -1953) o el doctor Antonio Martín Calderín (1896 – 1993). Pedro Luís de Gálvez, sin embargo, va a morir ante un pelotón de fusilamiento el 20de abril de 1940, en la cárcel de Porlier (Madrid), a pesar de que en el proceso judicialsumarísimo del consejo de guerra presenta una foto dedicada precisamente por Zamora: «A Pedro Luis Gálvez, el único hombre que me ha besado en la cárcel».
Un par de días después, Zamora abandona la prisión y se refugia con su mujer y su hijo en la embajada de Argentina, en el número 42 del Paseo de la Castellana. Allí, pasan meses de angustia, hasta que el 16 de marzo de 1937, un acuerdo entre el gobierno argentino y el republicano, posibilita ser evacuados junto a otros refugiados, desde Alicante a Marsella, en el torpedero argentino «ARA – Tucumán – E5», de 102 metros de eslora, 9,70 de manga y 3,80 de calado, desplazando 2.000 toneladas, con una dotación de 160 hombres al mando del Capitán de Fragata Mario Casari. Su primera entrevista en territorio francés se la concede al diario “Paris Soir”.En ella, Zamora habla del presente y del futuro: “Fui siempre un hombre íntegro. Un español cien por cien. He servido siempre a mi Patria con amor y entusiasmo. Creía que al final de una carrera calificada de gloriosa tenía derecho al respeto de mis compatriotas. ¿Proyectos para el porvenir? No he sido fusilado, estoy contento. Me encuentro joven y fuerte. Amo a mi deporte más que nunca y no he pensado en abandonarlo”.
De allí viaja a París, donde se encuentra con su amigo Pepe Samitier (José Samitier Vilalta, 1902 – 1972), en la redacción que el diario argentino “La Nación” tiene en la capital francesa y hablan de la posibilidad de irse a jugar a Argentina.
En Francia, donde al final decide quedarse, la figura de Zamora se va a convertir en objeto de rechazo para republicanos y nacionales. Para los primeros, que hablan de él como el «ex muerto», su salida de España es la prueba de que está del lado de los sublevados. Desde el lado franquista, una vez que saben que está sano y salvo en París, se le invita a volver a cruzar la frontera para asentarse en el lado nacional.
A finales de 1938, con la guerra cada día más cerca de ser ganada por el bando rebelde, Zamora decide por fin regresar a España. Cruza la frontera por San Sebastián y es retenido, pero desde Burgos se da la orden de dejarle en libertad. Franco, que negocia desde hace tiempo con Francia e Inglaterra el reconocimiento de su victoria y las condiciones para asentar su régimen cuando acabe la guerra sin acoso internacional, ha entendido la popularidad de Zamora, dentro y fuera de España.
Regresa a Madrid para comenzar una nueva etapa como entrenador: del Atlético Aviación, Celta, Málaga y Español de Barcelona, hasta totalizar 15 temporadas en la máxima categoría. Ejerce como efímero seleccionador español durante dos partidos en 1952, dimitiendo del cargo al serle ofrecido un contrato fabuloso para ocuparse de la selección nacional venezolana. Luego ejerce como secretario técnico en el Real Club Deportivo Español y relaciones públicas de la entidad. En 1950 el mismo Franco le concede la Gran Cruz de la Orden de Cisneros.
Colofón
Su trayectoria deportiva se inicia en el RCD Español (1916 – 1919), y continúa con el FC Barcelona (1919 – 1922), RCD Español (1922 – 1930), Real Madrid CF (1930 – 1936), OGC Nice (Francia, 1936 – 1938). Es internacional con la Selección Nacional en 46 ocasiones e interviene, asimismo, en la Copa Mundial de Fútbol de 1934, donde fue incluido en el equipo ideal. Fue, igualmente, Medallista olímpico (plata) en los JJOO de Amberes de 1920.
En 1958, el “Diario Marca” instaura el “Trofeo Zamora”, que se entrega al portero menos goleado de la Liga, en Primera y Segunda División. Tienen que pasar casi cuarenta años para que, el “chopo”,Iríbar (José Ángel Iribar Kortajarena, 1943) le supere en participaciones internacionales como titular de la Selección.
El periodista y escritor uruguayo, Eduardo Galeano (Eduardo Germán María Hughes Galeano, 1940 – 2015), en su libro “El fútbol a sol y sombra” (1995), nos dice sobre Ricardo Zamora: “Él era el pánico de los delanteros. Si lo miraban estaban perdidos”, “Con Zamora en el arco, el arco se encogía y los palos se alejaban hasta perderse de vista”. Como buen portero, cuenta con un talismán, su mascota: un muñeco de trapo vestido a su imagen y semejanza, que coloca en su portería en todos los partidos.