EFEMÉRIDES DE FIN DE SEMANA

0
420

Antonio Gómez Romera

Domingo, 1 de septiembre de 2024

EN EL DLXXI ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, “EL GRAN CAPITÁN”

Alhorí Ducal del Castillo de Montilla.

Tal día como hoy, domingo, 1 de septiembre, festividad de San Arturo de Irlanda ( / – 1282), monje trinitario luchador por la libertad de los pobres reclusos de las mazmorras mahometanas y por la abolición total de la esclavitud, que acabo siendo martirizado -quemado vivo- por los musulmanes, en la trigésimo quinta semana de 2024, se cumplen 571 años (1453), del nacimiento en Montilla, lugar de la llanura de la campiña cordobesa y tierra de frontera, de don Gonzalo Fernández de Córdoba, el “Gran Capitán”. Se le ha considerado como el primer soldado de la Edad Moderna por su renovación de las tácticas de guerra, ya que transformó a la infantería española en la máquina de guerra más poderosa, determinante y eficaz que dominaría los campos de batalla de toda Europa. Participó decisivamente en la Guerra de Granada (1482 – 1492) y, después, derrotó a los franceses en las Campañas de Italia (1494 – 1498 / 1501 – 1504), incorporando el Reino de Nápoles a la Corona de los Reyes Católicos.

El Gran Capitán, óleo de María José Ruiz López- Premio Internacional de Pintura Gran Capitán – 2015.

Breves Notas Biográficas

Éste noble hidalgo del siglo XV es bautizado en la Iglesia de la Villa, Parroquia de San Sebastián, en los principios del catolicismo de casta vieja, con el nombre de Gonzalo, como su tatarabuelo paterno, Gonzalo Fernández de Córdoba y Biedma (1330 – 1385), casado con María García Carrillo (Señora de Villaquirán), muerto en 1384, poco después de la llegada al trono de Castilla de la nueva dinastía Trastámara que él mismo había apoyado desde Montiel. Gonzalo Fernández de Córdova, o Hernández de Córdova, o simplemente Gonzalo Fernández, o Ferrandes, que en esto hay alguna discrepancia entre los eruditos que han escrito con relación a él, aunque si nos atenemos al rigor genealógico propio de aquella época, deberíamos llamarle Gonzalo de Aguilar Fernández de Córdoba y Herrera.

El padre del Gran Capitán, Pedro Fernández de Córdoba y Aguilar (1424 – 1455), VIII Señor de la Casa de Córdoba, VII Señor de Cañete de las Torres, Priego, Montilla, La Puente, Castill-Anzur (Puente Genil) y Monturque, Ricohombre de Castilla, alcalde mayor y alguacil de Córdoba. Todos estos títulos pasan al hijo mayor y primogénito, Alfonso (ó Alonso) Fernández (1447 – 1501). Gonzalo, nunca heredará la hacienda de los Aguilar por las leyes imperantes del mayorazgo. Su madre, Elvira de Herrera y Enríquez, “señora de nobilísima sangre de grande hermosura” (Jovio), prima de Juana Enríquez (1425 – 1468) y madre del futuro rey Fernando el Católico, era una mujer inquieta, altiva como la mayoría de los Enríquez, noble estirpe de los Almirantes de Castilla y orgullosa de ser una descendiente de doña Leonor de Guzmán, a quien veneraba, y en cuyo espejo muchas veces se miró.

El Gran Capitán a caballo Dibujo de Augusto Ferrer – Dalmau.

Unos meses antes del nacimiento de Gonzalo, en abril, D. Álvaro de Luna (1390 – 1453), Condestable de Castilla, Maestre de Santiago y válido del rey Juan II, “prudente como Catón, magnánimo como Escipión, buen guerrero como Masinisa, el héroe destinado a iluminar una época, el valor de una tierra, el sentido de una historia” es metido en prisión por orden real y decapitado por el Justicia Mayor de Castilla, don Álvaro de Zúñiga y Guzmán (1410 – 1488), el 2 de junio, en la Plaza Mayor de Valladolid.

El espíritu de la frontera da legitimidad a la actitud de una clase social agro ganadera preocupada por el control de los pastos y las cañadas. La sinuosa y enrevesada verborrea de anónimos escritores que halagan a los terratenientes locales con relatos del pasado da lugar a los romances fronterizos. Algunos miembros de esa nobleza murieron defendiendo una charca en un día de crudo verano para tener esa poca agua para sus rebaños. Gonzalo, hereda esa forma de ver el mundo, basada en la hidalguía, donde las costumbres importan más que las leyes y los convencionalismos más que las costumbres.

Los Aguilar son una familia de hacendados rurales cuyas propiedades se extienden por la parte más suroriental de la depresión del Guadalquivir, en la frontera con el Reino de Granada. Una explotación cerealista, donde los olivos son abundantes y los pastos ganan terreno gracias a los elevados beneficios obtenidos por las ventas de la lana en los mercados flamencos y caballos para la guerra.

El Gran Capitán en el Monumento a Isabel la Católica (Madrid).

El Señor de la Casa interviene a menudo en la vida local de los pueblos, acude a sus fiestas, especialmente romerías y casamientos, y se muestra generoso el día del nacimiento de alguno de sus hijos. Las fiestas sirven para establecer unas relaciones más humanas y menos rígidas entre los campesinos y la gente del castillo. También se utilizan para conocer a los jornaleros recién llegados a la región atraídos por un salario, no muy alto, pero lo suficiente para compensar su precaria economía familiar. Allí reina la alegría, real o fingida, mezclada con cierto recelo ante la presencia de los hacendados de ilustre apellido, aunque de maneras tan toscas como los aldeanos del entorno. Cuando la ocasión es propicia, acude también la señora del castillo mostrando lujosos vestidos y costosas joyas, la gran pasión de las mujeres nobles del siglo XV.

Gonzalo Fernández de Córdoba, Grabado de Wenceslaus Hollar, siglo XVII.

El historiador y escritor José Calvo Poyato (Cabra, Córdoba, 1951), en su novela “El Gran Capitán (Una apasionante historia sobre Gonzalo de Córdoba, el soldado que encumbró un imperio)” (Plaza y Janés – 2015), en el capítulo 20, narra las declaraciones de Leonor Rodríguez, ama de cría de don Gonzalo: “Doña Aldonza, la ama de llaves, me había contratado pocos días antes como ama de cría. Yo acababa de dar a luz, pero mi hija murió al nacer y era fama que las mujeres de mi familia teníamos muy buena leche… don Gonzalo mamaba como un lechoncillo. Nunca tenía bastante (…) El día que nació todo eran pasos presurosos, murmullos de oraciones y comentarios apagados en la antecámara de doña Elvira. Doña Aldonza, quien lo disponía todo en asuntos domésticos, me ordenó acompañar al preceptor, don Diego de Cárcamo, que se llevaba a los niños de paseo. Una se llamaba Leonor y el otro Alonso, y los había subido en la carreta con la que se iba al mercado. (…) Cuando llegamos a la parroquia, aquí al lado, las campanas tocaban el ángelus. Nos pusimos de rodillas y rezamos. Recuerdo que los niños estaban más atentos a las campanas que al rezo. Volteaban con tanta fuerza que parecía que el campanario iba a venirse abajo, porque estaba muy dañado después de la última entrada de los moros. (…) Cuando las campanas dejaron de sonar, un cañonazo hizo temblar los muros de la iglesia. Recuerdo que dos sacerdotes aparecieron por la puerta de la sacristía corriendo, buscando la salida. Entonces sonó otro más y se quedaron paralizados. El preceptor les dijo que doña Elvira había dado a luz un varón. Por eso eran los dos cañonazos. Se trataba de un aviso para el Señor, que con algunos de sus hombres se había marchado muy de mañana a unas dehesas porque le habían llegado quejas de que algunos vecinos roturaban tierras en perjuicio de los propios del concejo. Un disparo anunciaba el nacimiento de una hembra y dos el de un varón. Cuando nació, faltaba un cuarto para las 12…”.

Retrato del Gran Capitán en un manuscrito de Nicolo Nelli (1568).

Gonzalo vive los primeros años de su niñez en Montilla, educado por su madre a través de una obra muy usada en la época como es «Educación de príncipes». Aprende a escribir y gramática. Muerto su padre muy joven (1455), Gonzalo es enviado a la ciudad de Córdoba para que se eduque bajo el cuidado de Diego de Cárcamo, pariente lejano de la familia, hombre docto, juicioso y culto. Este hidalgo sirve de preceptor al pequeño Gonzalo y le inculca el aprecio por la grandeza, la combatividad y la rectitud, virtudes que deben brillar en todo caballero. En Córdoba capital, la familia de Gonzalo es propietaria de un palacete situado en la manzana que hoy ocupa la “Biblioteca Viva de Al-Ándalus”, el Convento de Los Dolores y la antigua casona que fuera de don Rafael Castejón. Posiblemente, aquí transcurre parte de la infancia de Alonso de Aguilar y sus hermanos.

En aquella época, el Reino de Castilla se halla dividido en dos bandos irreconciliables. Los que siguen al legítimo rey, Enrique IV (1425 – 1474), y los que lo hacen al pretendiente, su hermano, el infante don Alfonso (1453 – 1468).

Gonzalo, siendo todavía un niño (1466), y gracias al apoyo de los viejos amigos de su padre, Alfonso Carillo de Acuña (1413 – 1482), arzobispo de Toledo, y Juan Pacheco (Juan Fernández Pacheco y Téllez Girón, 1419 – 1474) maestre de Santiago, marcha a Ávila a servir como paje en la Corte del infante don Alfonso y, como tal, le acompaña en sus campañas bélicas. La prematura muerte del infante (Cardeñosa, Ávila, 5 julio 1468), hace que Gonzalo deje la Corte y regrese a la casa familiar de Montilla.

A finales de 1468, Gonzalo valora la posibilidad de entrar en la vida religiosa tomando los hábitos de fraile en el Real Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso, situado en una ladera de Sierra Morena, muy cerca de la ciudad califal de Medina Azahara, con un amplio mirador sobre la campiña cordobesa y el Guadalquivir. Es prior del mismo Fray Antonio de Hinojosa. Tras la entrevista que mantienen Fray Antonio y Gonzalo, el prior le responde: “¡Vete, hijo, con Dios, que para cosas mayores te tiene Dios guardado!”.

Monumento al Gran Capitán, por Mateo Inurria, en la plaza de las Tendillas de Córdoba.

La princesa Isabel (1451 – 1504), hermana del rey Enrique IV y del difunto infante don Alfonso, que acaba de contraer matrimonio el 19 octubre 1469, se dispone a defender sus derechos hereditarios contra los partidarios de su sobrina y ahijada de bautismo, Juana de Castilla (1462 – 1530), apodada “La Beltraneja», por suponerse hija de don Beltrán de la Cueva, valido del rey Enrique IV. Hasta las “Coplas de Mingo Revulgo” lo cacareaban ya en las plazuelas de los pueblos y llama a su lado a Gonzalo para que luche con sus tropas.

En la Guerra de Sucesión que sigue a la muerte de Enrique IV (1474), Gonzalo hace sus “primeras armas” en la batalla de La Albuera (24 febrero 1479), en las cercanías de la ciudad de Mérida, donde está al mando de una compañía de 120 jinetes, mereciendo grandes elogios de sus jefes.

Manuel de Montoliu, en su “Vida de Gonzalo de Córdoba (El Gran Capitán)” (Edit. Seix y Barral, 1952), nos dice sobre Gonzalo: «La gallardía de su persona, la majestad de sus modales, la viveza y prontitud de su ingenio, ayudada de una conversación fácil, animada y elocuente, le conciliaban los ánimos de todos […]. Dotado de robustas fuerzas, y diestro en todos los ejercicios militares, […] siempre arrebataba los aplausos; y las voces unánimes de los que le contemplaban le aclamaban príncipe de la juventud».

El Gran Capitán, grabado de Bartolomé Vázquez por dibujo de José Jimeno en Retratos de españoles ilustres (1791).

Colofón

Gonzalo Fernández de Córdoba es, por encima de todo, un hombre leal a los valores del tiempo que le toca vivir, donde la honra, el honor y la lealtad, son más importantes que el dinero.

El castillo de los Aguilar en Montilla lo mandará derruir su pariente, el rey Fernando el Católico, en 1508, y de él, hoy sólo quedan unos restos en proceso de restauración en medio de un pueblo moderno, activo, dedicado a las tareas agrícolas y muy célebre por su vino. Desde luego, un pueblo orgulloso por su insigne vecino al que, gracias a la tenacidad del bibliófilo Manuel Ruiz Luque (Montilla, 1935), ha dedicado una “Cátedra Gran Capitán”por acuerdo del Pleno del Excmo. Ayuntamiento de fecha 4 de agosto de 1998. El objetivo no ha sido otro que mantener viva la memoria de Gonzalo Fernández de Córdoba, fomentar el estudio de su persona y difundir el conocimiento de su obra.

Desde 1943, el Tercio 1º de La Legión, unidad encuadrada en la Comandancia General de Melilla, lleva el nombre de “Gran Capitán”, en su memoria y por expreso deseo de su fundador, el Teniente Coronel de Infantería Don José Millán-Astray y Terreros (1879 – 1954).

José Rey García, historiador, profesor y Cronista Oficial de Montilla ha podido referir, igualmente, que “Los trabajos que convertirán la planta alta del alhorí de la fortaleza de Montilla en un Museo dedicado a resaltar y poner en valor la figura de Gonzalo Fernández de Córdoba ‘El Gran Capitán’avanzan a muy buen ritmo. Ahora mismo se está trabajando en el montaje de paneles y vitrinas sobre los muros de este histórico edificio enclavado en el mismo lugar donde se ubicaba el castillo en el que nació el Gran Capitán en el año 1453. De hecho, se espera que el proyecto esté finalizado dentro de este mismo año 2024, aunque para rematarlo haya que esperar un poco más. Al menos hasta la primavera de 2025”.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor, introduce tu comentario
Por favor, introduce tu nombre aquí