Domingo A. López Fernández
-Cronista Oficial de la ciudad de Motril-
El pasado miércoles, 28 de agosto, se cumplía el primer aniversario del fallecimiento de Francisco González Roldán, conocido empresario e industrial del ramo de panificadoras motrileñas que fue propietario de “Panadería La Posta”. Con motivo de este aniversario, hemos querido trasladar a los lectores de EL FARO la trayectoria personal y empresarial de un hombre que ha dejado profunda huella en la ciudad, pues en tiempos realmente difíciles comenzó su vida laboral como aprendiz en la industria panificadora y, a base de esfuerzo personal y trabajo, mucho trabajo, consiguió triunfar en el sector. En síntesis, de aprendiz pasó a conocer todo el entramado que exige la fabricación del pan y, de aquí, a arrendar el local que, con el paso del tiempo, logrará hacer suyo. Desde entonces, trabajando codo con codo junto a su mujer, María Luisa Arquero, consiguen hacerse un hueco en la producción y comercialización del pan y triunfar en un negocio que fue, sin duda, el auténtico proyecto profesional de sus vidas. Independientemente de ello, Francisco González ha pertenecido a esa generación de “niños de la guerra” que se encuentra prácticamente a extinguir y que vio robada su infancia por causa de una guerra fratricida entre hermanos. La consecuencia directa de este hecho fue el no poder conocer a su padre y que su madre tuviese que reinventar su vida y montar un pequeño puesto en el mercado para sacar adelante a sus dos hijos. El mérito de Francisco González está, pues en “hacerse a sí mismo” y haber sabido aprovechar las oportunidades que le dio la vida sin tener un padre protector que guiase de pequeño sus pasos. Esta labor tuvo que ser asumida por su madre, que consciente del valor de los estudios, perseveró en que Francisco González siguiera su provechosa formación en la escuela, ciclo que el mismo decidió no continuar en la etapa de la adolescencia para ayudar en la economía familiar. He aquí, pues, la trayectoria vital de Francisco González Roldán, empresario e industrial que fue de la ciudad de Motril.
MEMORIA DE ANIVERSARIO FRANCISCO GONZÁLEZ ROLDÁN: INDUSTRIAL DEL RAMO DE PANADERÍA (1938-2023)
El nacimiento de Francisco González Roldán mantiene ciertas discrepancias documentales a la hora de precisar la fecha de su alumbramiento. Según su partida de bautismo, nace en la localidad granadina de Torvizcón cuando el reloj marca la una de la madrugada del día 28 de mayo de 1938. En cambio, según su documento nacional de identidad, lo hace igualmente en Torvizcón, pero el día 13 de mayo, fecha en la que siempre celebró su cumpleaños. De un modo u otro, nace en el seno del matrimonio que han constituido Francisco González Molina y Gracia Roldán Carranza, familia de condición humilde en la que él ejerce su trabajo como jefe de camareros en el Centro Cultural Recreativo y ella se dedica a las labores domésticas. Ambos tienen fuerte raigambre motrileña, pues sus padres, igualmente, son nacidos en la ciudad, al igual que sus abuelos. Por parte paterna se trata de Francisco González Pérez y Francisca Molina Soto y, por rama materna, José Roldán Polo y Concepción Carranza Terrón. Francisco hace el número dos de los hijos habidos en el matrimonio, tras Gracia, su hermana, que nace en Motril en el año de 1935.
LAS TRISTES CIRCUNSTANCIAS DE UNA GUERRA CIVIL
El nacimiento de Francisco en Torvizcón puede considerarse como un accidente del destino, ya que acontece en plena guerra civil y es consecuencia directa de la serie de trágicas circunstancias que suceden ante la inminente caída de la ciudad de Málaga. Durante días, en los inicios del mes de febrero de 1937, cunde el desánimo entre la población civil que ya lleva días haciéndose eco de las inflamadas arengas radiofónicas del general Queipo de Llano. Las amenazas de muerte y las advertencias de violaciones de mujeres trascienden en las ondas por todos los rincones de la ciudad, lo que provoca la huida de un importante contingente de la población civil hacia Almería, reducto republicano del sector oriental. Se inicia entonces la dolorosa marcha de familias enteras que es conocida como la “desbandá”, trágico episodio que provocará una masacre en la carretera por acción de la armada “nacionalista” desde el mar.
La enorme marea humana procedente de Málaga provoca el “contagio” entre numerosas familias de los pueblos costeros y los propios motrileños, que se ven abocados a unirse a esta impresionante diáspora que marcha hacia la capital almeriense. Algunas familias, como es el caso de Francisco González Molina y Gracia Roldán, junto a su pequeña hija Gracia, emprenden la huida hacia el sector republicano de Vélez Benaudalla y, posteriormente, a Las Alpujarras (sin saber muy bien qué pasaba realmente), recalando en la localidad de Torvizcón. Según la partida de bautismo, allí nace Francisco González Roldán el día 28 de mayo de 1938, que no podrá ser bautizado por causa de laicidad de las autoridades locales y la inexistencia de sacerdote en la iglesia parroquial.
La guerra civil continúa su sino y el día 1 de abril de 1939 se emite el último parte de guerra en el que el general Franco informa que la guerra ha terminado. Desde meses atrás, el hundimiento de la República es una palpable realidad, de modo que comienza ahora otro éxodo, el de los republicanos que buscan preservar su vida ante las más que probables represalias que se esperan del bando nacional. Los destinos son variados, Francia, enclaves del norte de África, países iberoamericanos e, incluso, la misma URSS. En esta situación, Francisco González Molina se ve obligado a dejar a su mujer y sus dos hijos en Torvizcón y marchar, como tantos otros miles de españoles, a la vecina Francia. Desde finales del mes de enero, una enorme riada humana cruza la frontera, unos por mar y otros por los Pirineos, siendo recluidos en campos de concentración que se habilitan en el sur. Se estima que fueron más de 500.000 españoles los que consiguieron entrar en territorio galo y Francisco González Molina fue uno más en esta interminable lista de personas (presumiblemente de ideas republicanas o arrastrado por la situación) que dejaba atrás su querida España y, en su caso, a toda familia. Nunca más se supo de él; se presume que las penosas condiciones de vida de los refugiados y, posteriormente, la represión alemana de la Francia ocupada provocarán una larga estela de muerte entre los españoles acogidos en la vecina nación. La vida del motrileño se desvanecerá, pues en tierra extraña sin dejar rastro alguno. La nostalgia debió de dejar una profunda huella en su corazón, ya que no pudo tener comunicación alguna con su mujer y, lo que es peor, el doloroso sentimiento de no saber nada de sus hijos; toda una condena mientras tuvo un hálito de vida. Triste historia la de Francisco González Molina, una tragedia como la de tantos y tantos españoles de ideas republicanas (o verse en un bando por la incertidumbre de una guerra), en realidad miles, a cuyas familias no les quedó más remedio que llorar en silencio su pérdida.
EL REGRESO A MOTRIL
Terminada la guerra civil, Gracia Roldán Carranza y sus dos hijos regresan a Motril, encontrando su casa habitada. Se emplaza ésta en la calle Rambla del Manjón y su ocupante, amparado por el régimen, le traslada que ahora es suya y que si quiere puede vivir en un pequeño rincón junto a la escalera de entrada. Según le expone, no le va a cobrar nada, aunque a cambio tendrá que limpiar la casa. El supuesto pasado republicano de Francisco Molina es todo un alegato en su contra para tener que callar, de forma que no le queda más remedio que aceptar las condiciones. Y lo va a hacer por sus dos hijos, que necesitan un lugar donde cobijarse.
BAUTISMO Y PRIMEROS AÑOS DE SU INFANCIA
Por sus sentimientos religiosos, Gracia Roldán cumple de seguida con los preceptos de la madre iglesia y concierta con el párroco de la Encarnación el bautismo de su hijo Francisco. La explosión del polvorín ubicado en la capilla de Nuestra Señora de los Dolores el día 21 de enero de 1938 ha dejado inutilizado el templo para el culto, de forma que el sacramento le será conferido en la iglesia de las RR.MM Nazarenas, cuyo espacio sacro ha sido habilitado para las funciones litúrgicas. Así, con la solemnidad del momento, Francisco González Roldán es bautizado el día 8 de julio de 1939 por el coadjutor de la misma, D. José García García, recibiendo, según el rito católico, el nombre de Francisco de la Santísima Trinidad. Es su madrina Antonia Fernández Molina, y el correspondiente asiento en acta es suscrito por el párroco, D. Salvador Huertas Baena.
Por las circunstancias que le tocó vivir, Francisco González Roldán puede considerarse parte de esa generación a extinguir de los llamados niños de la guerra. Desde luego, sufridos infantes y adolescentes que padecieron en sus carnes la trágica realidad de una guerra civil, las penalidades de una durísima posguerra y el racionamiento de productos de primera necesidad, entre otros aspectos vinculantes. Fue, sin duda, una infancia robada, como tantas, por la sinrazón de la guerra, en la que la mente de un niño nunca pudo comprender por qué él no tenía un padre como el resto de sus amigos. Nunca tuvo respuesta por las propias circunstancias del régimen, hasta la llegada de la adolescencia, donde pudo comprender la triste realidad que hizo mella en su corazón.
UNA MADRE CORAJE
En estos duros tiempos de posguerra, Gracia Roldán tuvo que reinventar su vida y hacer de tripas corazón ante la injusticia que le estaba tocando vivir, de modo que con la fuerza que le daban sus dos hijos, comienza a buscarse la vida montando un pequeño puesto en el mercado municipal. Su jornada laboral comienza muy temprano, llevando a sus espaldas el género a vender, para como bien dice la familia, “dar lo mejor de sí en cuanto a producto y trato”. En verdad, no le tenía miedo a nada y se hizo a sí misma en su pequeño puesto que era la “envidia por lo que vendía, cómo lo exponía, y su trato más que cordial con las familias de aquella época”. De hecho, fiel a la época, numerosas personas retiraban los productos “fiados”, siendo muy cuantiosas las cuentas que nunca llegaría a cobrar.
Paralelamente a su trabajo, Gracia sigue muy de cerca los estudios de su hijo en la escuela pública para hacer de él un hombre de provecho. Por aquel entonces, Francisco González ya se hace destacar por sus valores humanos y su carácter abierto y participativo en el propio colegio y en el barrio en que vive, donde se gana la amistad de numerosos compañeros y vecinos. En esta etapa de su infancia, la religiosidad de su madre le induce a ser monaguillo en la iglesia Mayor y disfrutar en la torre dando los toques de campana para las funciones litúrgicas. Tiempo después, debido a su enorme capacidad, se le propondrá continuar los estudios fuera de Motril, pero el entonces adolescente decidirá quedarse junto a los suyos para apoyar económicamente a su madre.
UNA MEJORA EN LAS CIRCUNSTANCIAS ECONÓMICAS
Andando el tiempo, Gracia Roldán, deja el pequeño puesto del mercado para instalarse por su cuenta en un local de la plaza de San Agustín que se ubica junto a las oficinas del Monte de Piedad de Granada. Aquí abre una pequeña tienda que se hace muy popular entre los alumnos del colegio agustino, ya que en ella se proveen de los típicos bocadillos y dulces que consumen en los recreos. A la vez, Francisco González contribuye a la economía familiar entrando a trabajar como aprendiz de carpintero, pero la madera no es lo suyo y cambia de trabajo, esta vez como aprendiz en PAMORE (Panaderías Motrileñas Reunidas), sita en la calle Obispo, y también en la panadería de los hermanos Samo, en las que va a adquirir los conocimientos básicos que le harán triunfar en la empresa panificadora que logra montar y que al fin y al cabo, será su definitiva vocación. En esta etapa de su vida también se hace partícipe de los movimientos juveniles de la época, en los que hay que destacar, por ejemplo, su integración en la rondalla motrileña.
EL SERVICIO MILITAR
Llegado el momento de cumplir el servicio militar, Francisco González tiene la posibilidad de quedar exento por ser hijo de viuda, pero, en conciencia, elige cumplir el deber para con la patria. Es destinado a Zaragoza, en el cuerpo de infantería, donde va a permanecer durante 24 largos meses siendo, por tanto, la ciudad de sus primeras experiencias juveniles fuera de Motril. Por su estatura queda integrado en la escuadra de gastadores y, por su humanidad, se erige en “amanuense” de los compañeros que no saben escribir, a los que les redacta las cartas que envía a sus novias y familiares. Como nota anecdótica hay que señalar que se encontrará presente en la preparación para el esquí que realiza el rey emérito D. Juan Carlos I en la estación de Candanchú. Por contra, él aprendió a esquiar en una pista de madera por la que se deslizaba entre paja, que es lo que había para el resto de soldados. En todo este tiempo, solo una vez pudo disfrutar de un permiso militar, por lo que su madre, sufriendo su ausencia, decidió un día ir a visitarlo a pesar de las difíciles condiciones que rigen a finales de los años cincuenta. Su amor y pasión maternal y de vida en Motril, hace que Francisco le escriba una carta diaria a su por entonces novia -María Luisa Arquero- que siempre finaliza con la coletilla: “Paco, siempre tuyo”, con la silueta de un corazón atravesado por una flecha y gotas de sangre que caen sobre un cuenco. De hecho, la vez que pudo bajar a Motril, se dio el caso que estando con su madre y novia, llegó el cartero con la carta que había escrito hacía dos o tres días y él, sin inmutarse, le dijo “ya se la entregó yo”.
NOVIAZGO Y MATRIMONIO
En su adolescencia, como vecino de la calle de las Monjas, Francisco Roldán conoce y visita la tienda de ultramarinos que Josefa Ruíz González -la que fuese posteriormente su suegra- mantiene abierta en la calle Pocotrigo en su esquina con la calle San Fernando. Como joven del barrio, y más tarde como repartidor de pan, Francisco que ya conocía a la joven hija de Josefa -con la que se carteaba-, María Luisa Arquero Ruiz, de la que queda prendado, nuevamente, y da comienzo a su cortejo. El noviazgo se asienta con el tiempo y el día 1 de diciembre de 1963 contraen sagrado matrimonio en la iglesia de la Encarnación. Cuenta él con 25 años de edad y María Luisa con 24, siendo la ceremonia oficiada por el ecónomo de la parroquial, D. Antonio Romero Arias -con presencia expresa del párroco, D. Salvador Huertas Baena -que les dijo a ambos-, “yo, estaré en vuestro matrimonio”, y constando como testigos sus dos cuñados, Francisco Arquero Ruiz y Miguel Hernández Román (marido de Gracia Roldán, que dieron en vida a sus hijos: Encarnación, Miguel, Gracia y Manuel Ángel). El matrimonio establece la residencia en la calle Poco Trigo, sita en el popular barrio de las Monjas, donde van a nacer sus hijos, cinco en total: Francisco, José Manuel, Luisa María, Carlos y Eduardo.
ALQUILER DE LA PANADERÍA Y NUEVO EDIFICIO A CONSTRUIR
Con ciertas reservas económicas y un ajustado bienestar, Francisco González y María Luisa Arquero deciden emprender el negocio que va a ocupar toda su vida, la regencia de la “Panadería La Posta”. Ambos consiguen su alquiler, y con mucho esfuerzo logran asentarse en el ramo industrial que, en aquellos años, requiere un gran sacrificio y desmedido trabajo. La panadería adquiere su renombre en la ciudad y, con economía de medios, el matrimonio va a conseguir adquirir el inmueble. En su larga trayectoria, Francisco González será todo un referente en el sector panificador, en el que va a abanderar la defensa de los derechos del ramo y, pasado un tiempo, ser reconocido como decano de las panaderías motrileñas.
En el año 2006, sobre el solar en el que se ubica la panadería, Francisco González construye el nuevo edificio que ha de albergar el horno, la venta y despacho de pan y la vivienda particular. Consta éste de una superficie total edificada de 783 mts2 y linda a tres céntricas calles, Enrique Montero, La Posta y Hernández Velasco, un lugar a todas luces que es privilegiado desde el punto de vista comercial. Hay que hacer constar que Francisco González contó siempre con la total predisposición de sus antiguos dueños, que llegaron a decirle “Paco, tengo compradores, pero quien mejor que tú para hacerte cargo de la panadería y, quien sabe en un futuro, del bloque completo”. Fue, desde luego, toda una aventura económica y empresarial, pues se había pasado de un alquiler a la compra de un negocio que el matrimonio consideró siempre como el proyecto profesional de sus vidas.
Francisco González y María Luisa Arquero trabajaron codo con codo; él en la gestión empresarial y la elaboración del pan, y ella en el despacho y la venta. Además, fue hombre de gran creatividad y, de hecho, suya es la idea del logotipo que contienen las bolsas y el papel de envolver en la panadería, donde figura una mujer introduciendo el pan a través de la puerta del horno, viñeta que aún mantienen sus hijos Eduardo y Luisa María, actuales regentes de la “Panadería La Posta”. En realidad el logotipo es un claro homenaje a su mujer María Luisa Arquero, a su madre Gracia Roldán y a su suegra, Josefa Ruiz, que siempre estuvieron a su lado; siendo Francisco, además, un adelantado a su tiempo al reconocer ya en los años setenta a la mujer trabajadora. Todo un ejemplo a seguir. Y es de reconocer que siempre hubo en ambos ese sentimiento cristiano que les llevo a ser condescendientes con las familias necesitadas, de aquí que jamás dejaran de surtir pan y comestibles a quien carecía de medios. Por esa significación y valía personal y empresarial Francisco González será homenajeado con la entrega del premio Torre de Azúcar que otorgaba la Asociación de Comerciantes de Motril.
VALORES PERSONALES Y AFICIONES
Francisco González Roldán fue un hombre hecho a sí mismo que gozó en vida la “percha” que heredó de su padre, a quien por desgracia no llegó a conocer. Era bastante alto, muy elegante y de muy buen porte en su andar. Quienes le conocieron dicen de él que era muy educado, extrovertido, respetuoso, muy humano y con un corazón enorme; siempre tenía una frase agradable y una sonrisa en su rostro. Amigos de su época le definen como un hombre de discurso rápido, muy ingenioso, culto y siempre muy vital. Entre sus aptitudes se hace preciso destacar su enorme afición a la lectura, sobre todo tras su jubilación, además de sus grandes dotes para recitar poesía y cantar.
A pesar de haber nacido en Torvizcón -por las circunstancias descritas-, fue y se consideró un motrileño más al igual que su familia, de hecho fue un gran experto en el conocimiento y circunstancias de la ciudad; se sabía los nombres de las familias de su época, de las vinculaciones de unos y otros y de la ubicación de los comercios que hubo en Motril. Desde luego, una verdadera enciclopedia de los aconteceres motrileños que le tocó vivir. A nivel personal, tuvo una sensibilidad especial para tratar al prójimo, tanto en la parte emocional como en la social. Así lo reconocen muchos motrileños que afirman que han sido muy numerosas las familias que se han abastecido de pan de “La Posta” aun sabiendo que la cuenta iba creciendo y que nunca sería abonada.
Su constancia y dedicación al trabajo fue bastante intensa; en un principio de lunes a domingo, prácticamente sin parar, hasta que consigue convencer al sector para hacer doble pan el sábado y descansar el domingo para poder estar con la familia. Con esta pequeña liberación, Francisco González pudo dar rienda suelta a sus aficiones, ingresando como jugador de fútbol en la Peña Comercial que presidía otro señalado empresario, Juan El Laguero, con el que organizaba en los años 70 viajes y comidas en los que la amistad y la fraternidad afloraba en todo momento. Otra de sus muchas aficiones fue la música, que empezó de joven con un pick-up en los famosos guateques de la época. Y, asimismo, en la música coral, en la que se va a integrar en la agrupación que creó uno de los grandes aficionados y reputados directores de Motril, Ángel Rodríguez Franco.
LA HORA FINAL
Tras su jubilación, Francisco González Roldán pudo disfrutar de la vida con una mayor relajación y divertimento, aunque solía estar a diario en el negocio que ya llevaban sus hijos. Ese merecido descanso fue participado con su mujer y, a nivel personal, pudo gozar de las que fueron sus grandes aficiones en vida. Por desgracia, la enfermedad hizo mella en su salud y un traicionero cáncer se adueñó de su cuerpo. Francisco González luchó con todas sus fuerzas y no desvaneció nunca. Confió siempre en su fuerza interior y su vitalidad, en su familia, de la que tuvo todo el apoyo del mundo y, en Dios, por sus arraigadas creencias religiosas. Intuyó que la vida se le escapaba entre las manos y consciente de la realidad, supo reconocer lo orgulloso que se sentía de sus cinco hijos, Francisco, José Manuel, Luisa María, Carlos y Eduardo, y de sus nueve nietos, Gine, María, Raquel, Susana, Paco, Carla, José, Javier y Lucía, a los que inculcó valores y sabiduría de vida desde el corazón.
La trayectoria vital de Francisco González Roldán se extinguía un 28 de agosto del año 2023 cuando contaba 85 años de edad y 60 años ininterrumpidos de matrimonio junto a la mujer de su vida, María Luisa Arquero Ruiz. El sepelio tuvo lugar en el tanatorio Granasur, donde se dieron cita amigos y conocidos y donde fueron incontables los mensajes de pésame dados a la familia de forma personal y a través de las redes sociales. Dados sus arraigados sentimientos religiosos, su familia le ofreció una misa de difuntos el día 28 de septiembre en la iglesia Mayor de la Encarnación, templo en el que en su niñez ejerció de monaguillo. Igualmente, este pasado 28 de agosto de 2024, en la iglesia de La Encarnación, la familia se reunía para la misa de su primer aniversario, que ofició el párroco D. José Albadalejo.
Francisco González Roldán, conocido en su juventud en Motril como el hijo de Gracia y hermano de Gracia, ha dejado un legado enorme en la ciudad por sus valores como persona, por la trayectoria de su negocio empresarial, por su esfuerzo vital, su cultura y sus escritos, que igualmente algún día ven la luz y, en su dilatada vida, por haber superado las adversidades que trágicamente le tocó sufrir por causa de la guerra civil.