Texto: Antonio Gómez Romera
Domingo, 25 de agosto de 2024
En el DCCLIV aniversario del fallecimiento del Rey Luis IX de Francia
Tal día como hoy, domingo, 25 de agosto, festividad de San Luís Rey (1214 – 1270), trigésimo cuarta semana de 2024, se cumplen 754 años (1270) del fallecimiento del Rey Luis IX de Francia, a los 56 años de edad. Sucede, por una epidemia de disentería durante la Octava Cruzada, mientras se encuentra con sus huestes sitiando la ciudad de Túnez. Veintisiete años después (11 agosto 1297), el llamado “superhombre” por el Papa Bonifacio VIII, es uno de los primeros laicos en ser canonizado.
En aquel tiempo, para evitar la putrefacción del cadáver, los cruzados solían realizar un macabro tratamiento, el “mos Teutonicus”: retirar las entrañas y desmembrar el cuerpo. Las distintas partes se hervían durante horas en una gran caldera con abundante agua o vino; así la carne se separaba fácilmente de los huesos, que quedaban totalmente limpios. La carne hervida y las vísceras se enterraban en el mismo lugar del proceso, mientras que los huesos ya estaban preparados para ser llevados en una caja, en fardos o en barriles hasta el país de procedencia del cruzado.
A menos de 2 kilómetros de la actual Cartago, en Túnez, en la colina de Birsa, donde se cree se ubicaba la antigua acrópolis de Cartago, reposaron hasta 1964 los restos de Luis IX, más conocido como San Luis Rey.
OCTAVA CRUZADA
El 15 de marzo de 1270, Luís IX de Francia sale de París. Llega a Aigues – Mortes (Región de Occitania), desde donde tras una misa nocturna se embarca hacia Cagliari, en Cerdeña, donde llega a principios del mes de julio. Los nobles que le acompañan no conocen las intenciones del rey, solo una vez atracados en Cerdeña les confiesa sus planes: zarpar hacia Túnez. La razón: su hermano, Carlos de Anjou (1227 – 1285), rey de
Sicilia, le ha informado que el emir tunecino se va a convertir al cristianismo.
El 17 de julio, tras dos días de navegación, los cruzados llegan a La Goleta (Halq al Wadi), muy cerca de Túnez. Su ejército, de entre 10.000 y 15.000 hombres, se instala en las ruinas de la antigua Cartago. Tienen que luchar contra una ola de calor, la falta de víveres y una cruenta epidemia de disentería.
Túnez pertenece a la dinastía bereber hafsida, sucesora en la zona del Imperio Almohade. Muhammad I al-Mustansir (1228 – 1277), califa desde 1255, ha organizado la defensa tomando posiciones al otro lado del lago de Túnez. Los franceses esperan la llegada de Carlos de Anjou junto a sus tropas, absteniéndose durante más de un mes de cualquier tipo de enfrentamiento serio. Mientras tanto, la epidemia de disentería comienza a extenderse virulentamente debido a la falta de agua potable. El 3 de agosto fallece el menor de los hijos del rey, Jean Tristan (1250 – 1270) conde de Nevers, y el 25, por la tarde, lo hace el propio Rey Luis IX, justo el mismo día en que llega la flota de su hermano.
Felipe III (1245 – 1285) nuevo rey de Francia, por miedo a la enfermedad a la que acaba de sucumbir su padre, deja en manos de su tío el contingente militar, desmoralizado y diezmado por la epidemia y ordena que los cadáveres sean arrojados al lago, algo que provoca un hedor insoportable. Se negocia con el emir para asegurar la retirada de los ejércitos franceses y se firma un Tratado de Paz, finalizando así la Octava Cruzada hacia noviembre de 1270.
En 1841, el Bey de Túnez autoriza al Rey Luis Felipe I de Francia (1773 – 1850) a construir una capilla dedicada a San Luis en la colina de Birsa, lugar de su fallecimiento, sobre las ruinas del antiguo templo cartaginés de Eshmún (s II a.C.). El 15 de mayo de 1890, el cardenal Lavigerie (1825 – 1892), arzobispo de Argel, consagra junto a la capilla la nueva catedral de Saint – Louis de Cartago, destinada a ser la primada de África por el solemne depósito de parte de las entrañas del Rey. Desde el año 1964 no está abierta al culto, aunque sí al público, siendo utilizada para actos festivos o culturales.
BREVES NOTAS BIOGRÁFICAS
Luis nace en Poissy el 25 de abril de 1214, pocos años después de que Francisco de Asís (1181 – 1226) funde la Orden Franciscana (1209). Sus padres son el monarca francés Luis VIII (1187 – 1226) y doña Blanca de Castilla (1188 – 1252), tía de Fernando III el Santo (1199 – 1252), rey de Castilla y León.
A los doce años, tras la muerte de su padre por disentería, es coronado como Luis IX de Francia bajo la regencia de su madre, Doña Blanca de Castilla, que va a desempeñar un papel fundamental en su educación. En una época difícil en la que los excesos y la violencia caracterizan la vida en la corte, ella se esfuerza por enseñar a su hijo que ser rey consiste en estar al servicio del bien y la prosperidad de su pueblo, y que es necesario aceptar todos los sacrificios que dicho servicio implica; pero sobre todo procura educarlo en los valores y en la piedad cristiana.
Una vez alcanzada la mayoría de edad (1234), Luis asume el gobierno y confía siempre en los consejos de su madre, tanto en cuestiones políticas para establecer la justicia, la paz y la armonía en su reino, como en los temas de fe. En su vida personal se dedica a la oración, la penitencia y la caridad. A los pobres y desamparados frecuentemente los sienta a su mesa lavándoles los pies y sirviéndoles él mismo a imitación de Jesucristo. Se esfuerza por erradicar la herejía en sus dominios y favorecer la implantación en Francia de las órdenes de los Dominicos y de los Franciscanos. Una buena parte de la jornada la emplea en la oración, tanto comunitaria como personal. También asiste a misa a diario, recibe con frecuencia los sacramentos y escucha las predicaciones de sacerdotes y religiosos. Su vida ascética recuerda a la que se proponía como ideal a los monjes de su época. Administra justicia, personalmente y a diario, atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. También nombra comisiones especiales que recorren el reino para informar al monarca de los problemas que aquejan a sus súbditos.
Luis IX se gana la fama de bueno y justiciero, tanto en Francia como en los países vecinos, desde donde se le llama para intervenir como mediador cuando surgen conflictos. Fruto de los consejos de su madre es su matrimonio con la princesa Margarita de Provenza (1221 – 1295), que fue afortunado y feliz. Luís cuida, extraordinariamente, la educación de sus once hijos, a quienes trata de darles los mejores consejos y de hacerles vivir sus mismos valores. Siguiendo el ideal de caballero cristiano de su época, quiere dar testimonio de su fe tomando parte en las Cruzadas. En 1244, el papa Inocencio IV (1185 – 1254) vuelve a solicitar a los reyes de la Cristiandad la liberación de la ciudad de Jerusalén. Pese a la opinión contraria de sus consejeros, Luis, que piensa que no ama lo suficiente a Cristo crucificado y que no ha sufrido bastante por Él, decide acudir con sus tropas a la llamada del papa. Tras algunos éxitos iniciales, su ejército, diezmado por una epidemia, acaba por ser derrotado. El propio Luis y sus principales caballeros son prisioneros del sultán de Egipto. La serenidad y la resignación con la que el rey francés acepta su cautiverio es motivo de admiración, incluso entre sus enemigos. Recobrada la libertad, Luis puede visitar los Santos Lugares antes de regresar a Francia en 1254.
A su vuelta, inicia grandes reformas tales como la prohibición del duelo judiciario o “duelo de Dios”, la fundación hospitales y monasterios, y, sobretodo, la realización de su gran proyecto, la construcción de la “Sainte – Chapelle”: un santuario de luz y vidrio coloreado destinado a acoger reliquias como la Corona de Espinas de Cristo que adquirió del emperador de Constantinopla. Asimismo, dona a su hermana, la beata Isabel, las tierras de Longchamp para construir una abadía para las monjas de Santa Clara.
San Luis gozó de una gran popularidad dentro y fuera de su país. Al mismo tiempo, su figura se convirtió en la encarnación del modelo ideal de monarca cristiano. Siglos más tarde, un autor crítico frente a la Iglesia como Voltaire, uno de los padres del movimiento de la Ilustración, escribe de San Luis que “no es posible que ningún hombre haya llevado más lejos la virtud.”
COLOFÓN
Durante el reinado de Luís IX se vive un periodo de gran evolución cultural, intelectual y teológica. Luis dialoga con San Buenaventura (1217 – 1274) y Santo Tomás de Aquino (1224 – 1274) y, junto a su capellán, Robert de Sorbon (1201 – 1274), funda la Universidad de Sorbona (1257). Sigue con gran atención los trabajos finales de la catedral de Notre Dame. Así, París se convierte en la ciudad más prestigiosa de la cristiandad de Occidente gracias a su Universidad, la Sainte-Chapelle y Notre-Dame.
En 1270, los huesos del Rey Luís IX son trasladados a Francia por su hijo Felipe III el Atrevido, que le ha acompañado al sitio de Túnez. Los restos son inhumados en la necrópolis real de la Basílica de Saint Denis, el panteón de los reyes de Francia. Las entrañas son conservadas en la abadía benedictina de Monreale, en Sicilia, por su hermano menor Charles D’Anjou, y más tarde son parcialmente trasladadas a la catedral de Versalles en el siglo XIX. El relicario de la Basílica de Saint Denis con la mandíbula del soberano es trasladado a Notre-Dame de París donde sobrevive a los saqueos y profanaciones de la Revolución Francesa.
“Vida y Milagros de San Luis” es un documento muy importante que se encuentra custodiado en la Gran Reserva de la Biblioteca Nacional de Francia, y cuya consulta está prohibida. Realizado hacia 1480 en la ciudad de París, fue escrito en francés sobre fina vitela y encuadernado en piel de color cereza con oros. Es una compilación de hechos de la vida del rey de Francia San Luis, y de los milagros que, después de su muerte, llevó a cabo desde su tumba de Saint Denis. Consta de 328 páginas de 370 x 265 mm y está plagado de bellísimas miniaturas con oros.
La “Fundación San Luis”, creada en 1972 como Institución de Utilidad Pública destinada a garantizar la conservación de los bienes patrimoniales de la Casa de Orleans, entre ellos la Capilla Real San Luis o Capilla Real de Dreux, ha heredado la vocación de conservación y preservación de su nombre.