Manuel Domínguez García
Cronista Oficial de la ciudad de Motril
Mercaderes genoveses e italianos en Motril en la Edad Moderna, los dueños del azúcar motrileño
La presencia de mercaderes italianos en el Reino de Granada es bastante antigua, ya que la seda, el azúcar, el vino, las pasas y el aceite eran productos que atraían a estos mercaderes, especialmente a los genoveses, que ya estaban implantados desde principios del siglo XIV en el reino, comerciando con los musulmanes granadinos y desarrollando una amplísima red comercial.
Tras la conquista del reino granadino por los castellanos, los comerciantes italianos siguieron manteniendo su comercio, localizándose un impórtate número de ellos en la costa granadina por la seda motrileña, el vino y el azúcar y la actividad portuaria de Motril, Salobreña y Almuñécar. Ricos, nobles y poderosos, en palabras del profesor Rafael Girón Pascual, formaron parte de la oligarquía granadina y su riqueza y poder fueron admirados y envidiados.
Pero es a partir de la expulsión de los moriscos cuando estos comerciantes italianos hacen su aparición con una gran fuerza en Motril, atraídos fundamentalmente por las oportunidades de lucrativo negocio que les ofrecía el cultivo cañero y de la producción azucarera, cuyo desarrollo se da en estos años finales del siglo XVI y sobretodo en el siglo XVII. Son estos mercaderes italianos, la mayoría de origen genovés, los que impulsan el monocultivo cañero y la construcción y el arrendamiento de los ingenios azucareros y acapararon rápidamente el control de la estructura económica del azúcar motrileño. Son ellos los que crean muy pronto en Motril una especie de capitalismo financiero especulativo, ya que son estos negociantes los que invierten las grandes ganancias obtenidas en el comercio, en el arrendamiento del cobro de impuestos o en las actividades bancarias en la construcción o explotación de los ingenios azucareros de Motril que era una actividad muy rentable y de beneficios rápidos en estos siglos y, también, lo hacen invirtiendo en el comercio azucarero que se realizaba por la playa de Motril que también les aseguraba una alta rentabilidad.
La caña de azúcar expulsó prácticamente al resto de los cultivos a lo largo de la Edad Moderna. Motril se convirtió en el centro azucarero más importante de España, pero también en un territorio carente de casi totalmente de cultivos que pudiesen servir para la alimentación de los vecinos; el abastecimiento de Motril fue un verdadero problema a lo largo de estos siglos, casi todo había que traerlo de fuera, el trigo, la carne. La lucha constante por abastecer a la ciudad y a los ciudadanos a unos precios razonables y en la cantidad suficiente se ve muy bien reflejada en numerosos acuerdos del Concejo municipal. En épocas de crisis agrarias, los precios subían considerablemente, a lo que había que añadirle los elevados gastos del trasporte con lo que las hambrunas eran frecuentes entre las clases más desfavorecidas.
Incluso la acequia, que originariamente desembocaba en la rambla de los Álamos en el pago de Monfoto, fue ampliada en los años 80 del siglo XVI en la época en que era alcalde mayor de Motril el licenciado Salguero Manosalbas, hasta llevarla a desembocar en la rambla de Villanueva en las cercanías de Torrenueva, ya que la presión sobre el Ayuntamiento fue fortísima para poner en cultivo cañero los pagos del Vadillo, los Molinos, Fuentes, Caldera, Hoya de Perea, Peregrina, Pucha Nueva, la China y sobre todo el gran pago de Paterna, dedicados tradicionalmente a olivar, morales, viñas, cereales y prados.
En 1591, Rodrigo Pérez de Vargas puso pleito al Concejo de la villa, porque se había permitido la plantación de cañas en la citada vega de Paterna y en donde ya apenas se cultivaban cereales. Pérez de Vargas afirmaba que el plantío de cañas había crecido mucho en los últimos veinte años, fomentado por mercaderes forasteros y genoveses; provocando que no hubiese trigo ni cebada en Motril para los vecinos y la gente de guerra, teniéndolos que traer de Málaga y otras partes a precios muy elevados. Decía que plantar cañas en Paterna, junto el mar, era muy perjudicial para la defensa ya que, cuando había rebatos de moros, esta no se podía hacer adecuadamente, puesto que los caballos no podían pasar entre los cañaverales que, además, servían de amparo a los atacantes. También, por esos citados mercaderes forasteros y genoveses, se habían puesto en funcionamiento muchos ingenios con lo que se cortaban grandes cantidades de leña en los montes de la villa, que pronto estarían totalmente talados, no pagando, estos mercaderes, por el comercio de azúcar, alcabalas ni otros impuestos; impidiendo, también, que los vecinos de Motril moliesen sus cañas con libertad.
Los primeros genoveses que nos encontramos en Motril actúan como comerciantes, banqueros e incluso propietarios de ingenios en Almuñécar y Motril; son los hermanos Jacomo y Jerónimo Spinola, Juan Bautista Grimaldo, Bartolomé Veneroso, Martín Centurione y Juan Bautista Prebe, que se dedican básicamente en la segunda mitad del siglo XVI al comercio de la seda, la producción y tráfico del azúcar y negocios bancarios. En 1580 otro genovés, Andrea de Imbrea compra 209 marjales de las tierras de moriscos subastadas por la Corona y construye un ingenio azucarero en Motril que, poco tiempo después, vendería a un milanés llamado Vicencio Gruço de Gabaricio. Otros ingenios tendrían por estos años en Motril los milaneses Zubreas, el parmesano Francisco Ossago y sus socios Juan María Sauli y Enrique Salvago, y Alejandro Chavarino, cuya fábrica arrendó en diversas ocasiones a su compatriota, el también genovés, Lucas Palma.
A finales del siglo XVI aparecían como propietarios o arrendadores de fábricas y tierras de cañas de azúcar los genoveses Jusepe, Bernardo y Domingo Nasso, Cesar Catano y Adriano Lergo. Además de otros comerciantes como Francisco Ribarola y Vicencio Mayolo que residían en Motril a fines del siglo XVI.
En el siglo XVII es cuando se da la gran expansión del cultivo cañero y de la producción azucarera y de nuevo vemos a los comerciantes genoveses como los grandes impulsores de este desarrollo azucarero motrileño. Italianos como los Nasso, Ferrari, Taliacarne, los Franquis propietarios del ingenio del Toledano y Marcos Monsa las tenemos como arrendadores y dueños de ingenios en las primeras décadas del esta centuria, a los que después se unirían Rolando Levanto que compra en 1627 el ingenio Nuevo de Alonso de Contreras, Juan Bernardo Oliver y Veneroso, Marco Antonio Lomelini, Sebastián Canicia, Simón Shiafino, Nicolás Parrizola, Joseph Zarreta, Luis Amaro, Peri Juan Cibo y Antonio Miota.
En el siglo XVIII tendremos las últimas incorporaciones de genoveses a la vida económica motrileña, hasta que la crisis del azúcar en el último tercio de este siglo, de al traste con tan lucrativo negocio. Los Luminati que vivieron a caballo entre Motril y Adra y que también se dedicaron al negocio azucarero, Antonio Travesi que construye uno de los últimos trapiches a mediados de este siglo; el padre Monsu que posee una casa de blanqueo de azúcar, Antonio Sancardo que se establece en el comercio y producción azucarera de la ciudad por las misma fechas y será uno de los últimos dueños de los antiguos ingenios de Motril y los milaneses Negri y Negro de Rueda.
Estos comerciantes italianos y genoveses controlaron durante casi 200 años los medios de transformación azucareros en Motril y el comercio del azúcar, poseyeron capitales enormes que les permitieron comprar a veces toda la producción azucarera gracias al sistema de “adelantos” o prestando dinero a aviadores de ingenios y cultivadores de cañas, apoyándose en las elites locales para el desarrollo de sus actividades económicas e incluso consiguiendo, algunos de ellos, ser regidores del Ayuntamiento de Motril, como es el caso de Lorenzo Chavarino en 1608 y Estefano de Mortara en 1635.
A los ojos de la sociedad motrileña de la Edad Moderna el grupo de mercaderes y comerciantes conocidos como los “ginoveses” se dibujo como un conjunto cerrado y homogéneo, cercano pero extraño, compacto y poderoso.
Todavía algunas calles y edificios de la ciudad nos recuerdan los nombres de aquellos mercaderes y hombres de negocios italianos que durante años fueron los miembros más destacados de la oligarquía económica de Motril: placeta de Chafino, casa de la Palma, Arco de Oliver, calle Monsu, calle de la Milanesa…