Manuel Domínguez García
-Cronista Oficial de la ciudad de Motril-
LA DESAPARECIDA CASA DE LA FAMILIA CONTRERAS EN LA RAMBLA DE MANJÓN
UN EDIFICIO CON CUATROCIENTOS AÑOS DE HISTORIA
El patrimonio histórico constituye hoy un acervo cultural de gran trascendencia para las ciudades, ya que encierra la expresión y el testimonio de su devenir histórico, guarda y trasmite la indispensable memoria a partir de la cual es posible entender el presente e imaginar el futuro.
Por desgracia Motril, ha sufrido la pérdida de la mayor parte de su patrimonio arquitectónico a lo largo de los años debido a las tendencias negativas que lo han despreciado y sacrificado en nombre de las guerras, la necesidad, la premura y el argumento de que era progreso y desarrollo. Hubiese sido una ciudad interesante si hubiésemos sabido conservarla como se merecía.
Sería larga la lista de edificios civiles desaparecidos con valor histórico, tanto públicos como privados, de los que se tiene constancia documental o fotográfica y con el propósito de dejar constancia de ellos, baste señalar aquí, como ejemplo, uno de los más emblemáticos, cuya desaparición se produce en la década de los setenta del siglo XX. Me estoy refiriendo a la casa de la familia Contreras que desde fines del siglo XVI existió en la Rambla de Manjón, en una especie de viaje en el tiempo que nos hará sentir nostalgia por los muchos ejemplos del patrimonio que Motril perdió durante el último siglo.
Una de las familias más importantes de Motril, de la que he escrito e varias ocasiones, durante la segunda mitad del siglo XVI y los primeros decenios del XVII fue la de Alonso de Contreras y su mujer Ana Gutiérrez. Sabemos que Alonso nació en Motril y en su Iglesia Mayor fue bautizado el 24 de septiembre de 1525. Apenas conocemos nada de su vida hasta el último tercio del siglo XVI, conocemos que se casó, en fecha por ahora desconocida, con Ana Ruiz Gutiérrez perteneciente a otra destacada familia motrileña dueña de ingenios azucareros, importantes propiedades en la vega y cargos municipales.
El matrimonio consiguió amasar una gran fortuna, lo que les permitió tener dos ingenios de fabricar azúcar, el Nuevo y el Viejo, juros, censos y más mil marjales de tierras en la vega, una gran viña en el Magdalite, un mesón y bastantes casas.
Ostentó, Alonso de Contreras, los cargos de regidor perpetuo, alcalde mayor y depositario general del Ayuntamiento, además de ser juez y administrador de las salinas del reino de Granada.
Fueron fundadores de la iglesia del convento de la Victoria, cuya capilla mayor fue el lugar elegido para su entierro para sí y sus sucesores, como así consta en los documentos de fundación y en las grandes cartelas que aún hoy se conservan en los laterales de la citada capilla.
Conocemos poco de su vida con anterioridad a 1570 pero si sabemos que a partir de la expulsión de los moriscos, la familia Contreras, se lanza a una frenética carrera de compras de cargos y propiedades, que los convierten en pocos años en una de las fortunas más grandes e influyentes de Motril, sólo superada por los herederos de Francisco Ramírez de Madrid y de Francisca del Castillo de Guzmán, viuda del capitán de caballería y regidor, Gil González de Quesada.
En estos años los Contreras adquieren, entre otras propiedades, el mayorazgo de Lezcano, los 700 marjales del pago de Trafarramal, la viña del Magadalite, las tierras del Sarracín y de Paterna, el mesón de la puerta de Granada, el horno de la calle de la Muralla, conseguirá el ingenio Viejo y construye el Nuevo.
Y es precisamente en estos años finales del siglo XVI cuando deciden construir una gran casa principal en Motril para su morada, casi a la vez que compraban otra importante casa en el barrio de la Magdalena de Granada.
La casa de los Contreras se construyó sobre una solar rectangular grande a las espaldas de la Iglesia Mayor y que llegaba hasta la Rambla del Manjón, con una extensión en el siglo XVIII de 612 metros cuadrados, que se había reducido a 543 m2 en 1867 seguramente por la venta de una parte de la finca.
El origen del solar donde construiría su casa los Contreras, estaba en unos terrenos que había comprado el Arzobispado de Granada en la parte trasera de la Iglesia Mayor y que, desde la puerta de poniente del templo, llegaba hasta la citada Rambla del Manjón para ser utilizado como cementerio de los moriscos motrileños. Lindada por el este con la Iglesia, por el sur con el mesón que había hecho nuevo el capellán Francisco Lamas de Herrera y la calle de la puerta de Granada, por el norte con una calle donde estaban las casas del genovés Domingo Nasso y por el sur con la Rambla. Pero tras la expulsión de los moriscos del reino de Granada al terminar la guerra de las Alpujarras, ya no se consideró necesario tanto terreno para el cementerio y, reservándose el trozo de solar más próximo a la iglesia para camposanto parroquial, el resto fue vendido por el vicario Pedro de Ulloa a Alonso de Zamora el 19 de marzo de 1576 por el precio de 100 ducados. Zamora lo vendió en 1576 al mesonero Hernán Ruiz de Vera, que a su vez lo traspasó en 1578 al herrero vecino de Almuñécar Francisco de Soto, que le pagó 30 ducados dejando a censo o hipoteca, otros 70 ducados. En 1582 el herrero transfiere el solar al vecino motrileño Juan de Ávila por 30 ducados y los 70 del censo y este lo vende cinco años después, 1587, al beneficiado perpetuo de la Iglesia Mayor, Francisco Lamas de Herrera. En 1589 Alonso de Contreras les compra este solar a los herederos de Lamas de Herrera, Bartolomé Melguizo y Francisca Pérez de Lamas; pagando 50 ducados y haciéndose cargo del censo de los 70 ducados que redimiría definitivamente en 1590. El terreno comprado medía 39 pies de ancho y lindaba con la rambla de Manjón, con el corral de mesón de los herederos de Lamas que daba a la calle de la Puerta de Granada y con casas de Alonso López de Carvajal. Tenía la intención, Contreras, de labrar aquí su casa.
Contiguo a este existía otro solar llano y sin cimientos que lindaba con el corral del mesón de Lamas y las espaldas de las casas del regidor Diego Fernández y del licenciado Pedro Hernández Peláez. Contreras lo compró para construir su casa por 15.000 maravedíes en 1590 a Alonso López de Carvajal, como tutor y curador de su propietaria Ángela Velázquez de Guevara. En 1591 adquirió un tercer solar lindando con los dos anteriores y con la Rambla del Manjón, al regidor Diego Fernández Venegas. Este año Alonso de Contreras ya estaba edificando su casa en los solares que poseía. Por último, en 1593, les compra a los dueños del mesón de la calle Puerta de Granada, Bartolomé Melguizo y Francisca Pérez; un trozo del corral trasero que medía 14 pies de largo y 12,5 de ancho y lindaba con la casa que ya estaba construyendo. Les pagó 50 ducados y 16 maderas de pino cuartones.
Sobre todos estos terrenos la familia Contreras edificó finalmente su gran casa solariega, que lindaba con la parte trasera del edificio del mesón de la puerta de Granada, la Rambla de Manjón, una calleja que, desde la Rambla, subía hacia la Iglesia Mayor conocida como del Panteón o del Santo Cristo de la Cabrilla, y por la espalda el cementerio parroquial y la torre de la Vela.
No conocemos quien hizo la traza de la casa, pero debieron ser alarifes motrileños de la época como Cristóbal de Roa o Juan Ruiz; conformándola como una casa de patio central principal en torno al cual se distribuyen diferentes crujías de habitaciones, ajustándola al tipo de parcela rectangular y dispuesta en profundidad. El sistema estructural del edificio era de tradición mudéjar, así los muros de carga eran de ladrillo, tapial y mampostería de distintos espesores y entramados horizontales de madera de manera a modo de forjados, constituidos a base de rollizos y escuadrias de madera, sobre las que se asientan un entarimado también de madera apoyadas sobre las fábricas de obra. La cubierta se desarrolla mediante el mismo sistema estructural con tirantes de madera. El material de cubrición era de madera y teja cerámica curva.
La casa fue concebida para poner de manifiesto la elevada posición social de sus dueños y cuya construcción se debió terminar en los últimos años del siglo XVI.
El edificio principal de la casa se organizaba en triple planta, con un sencillo esquema de dos crujías o cuerpos paralelos enfrentados, dando fachada con la Rambla de Manjón. Se completaba el diseño con otras dos crujías laterales perpendiculares que encerraban el patio central cuadrado. En la zona posterior había un segundo patio al que se accedía interiormente por un corredor, donde estaban el lagar, corral, cuadras y caballerizas, todo separado de las calles y casas colindantes por tapias. Se abría a la calle del Panteón mediante un portón lateral.
Tenía la vivienda de los Contreras la fachada principal expuesta, como decía, con una gran apertura hacia la Rambla del Manjón y constituía un elemento de gran importancia en la configuración de una casa, ya que actuaba como tarjeta de presentación de los propietarios de la casa, constituía la proyección arquitectónica de la identidad, el estatus social y el poder de quienes la habitaban.
La planta baja se estructuraba entorno a la portada de acceso de gran tamaño, ubicada en el centro de la fachada plana revocada en blanco, al igual que el resto de los paramentos exteriores del edificio. Era adintelada de gran sencillez y simetría y enmarcada por dintel de tres fajas o listeles escalonados, cuyo recorrido continúa por las jambas, realizada en el mismo mármol gris que la portada de la iglesia de la Victoria y que seguramente provenía de las canteras del cerro del Toro. A sus lados ventanas rectangulares que en su origen tendrían rejería artística de forja.
Separada por una fina línea de imposta, la segunda planta se caracteriza por otro símbolo de poderío que significa el balcón central rectangular en voladizo de hierro sobre la portada y arquitrabe de tres platabandas y con antepecho y tornapuntas, también de hierro forjado. Las barras de las esquinas y central de antepecho se remarcaban con esferas decorativas.
Coronando el balcón existía un friso de motivos geométricos rematado en un frontón triangular en cuyo tímpano estaba colocado el gran escudo redondeado de la familia Contreras, cuyo campo aparece partido verticalmente, una parte con cuatro barras y la otra con castillo almenado invertido, bordura con ocho cruces aspadas. Rodeándolo roleos vegetales y rematando celada orientada hacia la izquierda. Emblema nobiliario, sobrecargado decorativamente, generando un nítido contraste frente a la parquedad ornamental del resto de la fachada.
Todo organizado en torno a un eje principal constituido por la puerta de entrada, el balcón y el emblema nobiliario.
A los lados del balcón sendos vanos rectangulares con magnifica reja saliente sobre tornapuntas de forja artística con antepecho de hierro y rematada con guardapolvo coronado con pináculos en las esquinas, volutas y remate de calvario sobre bola, de las que se conservaba sólo una en los años 70 de pasado siglo.
Una ligera moldura de separación da paso a la última planta constituida por una algorfa o sobrado con galería de arcos de medio punto rebajados con ménsula en la clave sobre pilastras toscanas y separados entre si por pilares rectangulares.
Se concluye la fachada con una sencilla cornisa poco diferenciada y alero volado sobre potentes canes. Se cubría, el edifico, con tejado a dos aguas con teja árabe.
Al interior se accedía, tras la portada y recia puerta de clavos con postigo, a un zaguán cuadrado de tipo castellano, es decir alineado con el patio; originariamente empedrado y posteriormente ensolado y, desde éste, por una segunda puerta con postigo enmarcada por un arco se desembocaba en el patio principal empedrado. En el zaguán había originariamente una sala y una caballeriza con pesebre.
El patio se concebía como centro organizador de la casa rodeado de galerías abiertas con alfarjes en su perímetro. La de la planta baja era adintelada con entablamentos de grandes vigas sobre zapatas talladas de doble ménsula de madera y sostenidas por columnas toscanas de piedra. Tiene pozo empotrado en la pared, sobre el que había decoración de piedra con el escudo familiar.
Una escalera de dos tramos de rincón situada en la esquina izquierda del patio y terminada en arco rebajado sobre columna toscana, daba acceso a las galerías de las plantas superiores donde se repetía el esquema anterior pero sostenido ahora por pies derechos con capiteles labrados con volutas y zapatas, también de doble ménsula de “pico de loro”, todo de madera muy del gusto mudéjar y con barandales al patio, de tacos de madera torneados. La escalera estaba decorada con una cúpula vaída sobre pechinas muy decorada con florón central enmarcado por un cuadrado en relieve y en dos de las pechinas el escudo familiar completo y en las otras dos las barras y la torre invertida, todos con roleos. En dos de los laterales de la bóveda dos soles con el anagrama de Jesucristo, JHS, y en los otros dos lados, soles con el nombre de MARÍA.
Alrededor de estas galerías cubiertas con alfarjes se estructuraban las dependencias de la casa, aunque todo estaba muy modificado y gran parte de las galerías cegadas ya en el siglo XX al haberse convertido en una casa de vecinos.
La casa pasaría en 1638 después de los días de Alonso de Contreras y Ana Gutiérrez, al mayorazgo creado para su nieta, Mariana Lisón y Contreras casada con Luis Fernández de Córdoba. En 1671 el propietario era Juan Fernández de Córdoba Lisón y Contreras, marqués de Algarinejo, que la arrendaría al capitán de caballería Miguel Ramón de Campoy y en 1689 a Luis de Belluga. A fines del siglo XVIII pertenecía a Francisco de Paula Fernández de Córdoba Venegas, marqués de Algarinejo y conde Luque y estuvo arrendada a lo largo de este siglo, entre otros, al clérigo de menores y regidor de Motril, Melchor Ruiz Jiménez, a Francisco Maza capitán de caballería y a Rafael del Castillo, abad de la Colegiata de la Iglesia Mayor. Durante gran parte de la primeria mitad del siglo XIX la poseyó en arrendamiento la familia Zea. En 1867 fue vendida por el VIII conde de Luque, Cristóbal José Fernández de Córdoba y Rojas, a la sociedad integrada José Martínez Mantecón, Joaquín y José Luis Riquelme Gómez, que la convirtieron en casa de vecinos.
A lo largo sus casi 400 años de existencia, la casa de los Contreras debió sufrir numerosas obras y modificaciones, tenemos documentadas solo algunas. Las primeras obras que conocemos se hicieron en 1745 por el maestro albañil Mateo Compán, reforzándose los cimientos, se ensolaron las escaleras, las salas bajas y altas y el resto de los cuartos y corredores. Se empedró el zaguán y la caballeriza que había en él. Se repararon los empedrados del patio principal, de los pesebres y caballerizas y de la puerta falsa de ellas; las paredes del pasillo que llevaba al segundo patio y el sitio común de los criados; se enlució de yeso la meseta de la escalera y los entresuelos. Blanquearon el zaguán, patio, cocina, salas y cuartos bajos y altos, las dos escaleras, principal y “secreta”, y la cúpula. Se hizo una atarjea para llevar las aguas del patio a la calle. El maestro tallador y carpintero Luis de Vázquez, reparó las puertas de todas las salas, ventanas y mamperlanes de la escalera y los marcos de todos los cuadros de la casa. El maestro de cerrajero “Chispas”, aderezó todas las cerraduras de las puertas de las caballerizas, salas bajas y altas y puerta principal. Miguel Prieto, maestro escultor y pintor, pintó la puerta de en medio, pasamanos y antepecho de la escalera y puerta de la meseta; puertas grandes del alcoba, postigo y dos ventanas que dan al corredor, las dos puertas de la sala principal baja y todas la rejas.
En 1788 se gastaron 4.219 reales en arreglar desperfectos en la casa, estando las obras a cargo del arquitecto Francisco Quintillán y del maestro alarife Felipe Jiménez. Las obras consistieron en el arreglo de los tejados, tapiar los testeros de poniente y sur de la azotea, reparar solería de las habitaciones de la planta principal, reparar las paredes hasta los cimientos, arreglar la cúpula de la escalera, enlucir todas las habitaciones de la casa, ensolar un cuarto del zaguán, reconstruir otro cuatro que estaba arruinado, hacer tres ventanas y sacar las aguas de corral mediante un empedrado. Se empedraron 54 metros de la Rambla de Manjón y toda la calle del Santo Cristo de la Cabrilla. En 1813 hubo que arreglar el tejado del lagar y una viga que se había quebrado en la medianería con el mesón de la Puerta de Granada. En 1844 se repararon los tejados de los hornillos, los peldaños de la escalera, se reempedró el patio y se repararon puertas ventanas. Los trabajos estuvieron dirigidos por el maestro Cecilio Díaz de Losada.
En cuanto a mobiliario, solo conocemos un inventario que se hizo en 1623 tras la muerte de Alonso de Contreras. Entre otras muchas cosas, cabe citar que poseían grandes tapices con la vida de Alejandro Magno, la historia del rey D. Rodrigo y con paisajes; enormes alfombras para las salas principales; veintidós sillas, seis bufetes de nogal, dieciséis taburetes tapizados de seda, siete camas, cuatro escritorios de gavetas, escritorio de estrado, escribanía de gavetas, escaños, arcas y, curiosamente, 96 cuadros con diversas imágenes religiosas y otros temas, como damas y emperadores romanos.
Siguió siendo casa de vecinos durante todo el siglo XX, aunque por un corto periodo de tiempo a fines de los años 20 y principios de los 30, fue sede de la Escuela de Artes y Oficios. En 1977 se derrumbaron dos habitaciones en la parte posterior del edificio por los temporales ocurridos en enero de ese año y, a pesar de encontrarse afecta a declaración de interés nacional para su conservación por parte de la Comisión del Patrimonio Histórico-Artístico de Granada, el Ayuntamiento de Motril venía tramitando desde hacía meses un expediente de ruina de la casa, hasta que al final se derribó en 1978.
Desaparecía, así, una de las edificaciones más antiguas que quedaban en nuestra ciudad, mermando el escasísimo patrimonio que, de edificios civiles, subsistían en Motril. La exigua documentación escrita que se encuentra en el Archivo Histórico de la Nobleza de Toledo y fotográfica que nos ha quedado, nos permite al menos reconstruir en parte sobre el papel lo que la piqueta se llevó para siempre hace casi 50 años.
Mi agradecimiento a D. Cristóbal Maldonado Santiago, por proporcionarme las fotografías inéditas que ilustran este artículo.