VIENTO
En la casa abandonada soplan vientos turbulentos,
que sacuden los cimientos, implacables.
Emisarios tremebundos del inframundo.
Las araucarias danzan sus tenebrosos bailes
y un infernal aire se pasea arrogante y errabundo.
Los jilgueros, asustados, se esconden tras los matorrales
y un torbellino engreído e iracundo
resquebraja feroz la tarde.
Oscurece en un instante,
se escucha un aterrador silbido,
le sucede un agrio gemido
y luego un campanilleo incesante.
Son ánimas benditas,
que del purgatorio llegaron.
Desterrados y condenados
al caldero del diablo.