Antonio Gómez Romera
Domingo, 31 de marzo de 2024
EN EL CDXXVIII ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL FILÓSOFO RENÉ DESCARTES
Hoy domingo, 31 de marzo, festividad del Domingo de Pascua, decimotercera semana del 2.024, se cumplen 428 años (domingo, 1.596) del nacimiento en la localidad francesa de La Haye, región de Turena, en el seno de una familia acomodada de comerciantes y abogados, el filósofo y matemático René Descartes, llamado en latín, lengua culta de la época, “Renatus Cartesius”.
Después del esplendor de la antigua Filosofía Griega y del apogeo y crisis de la Escolástica en la Europa medieval, los nuevos aires del Renacimiento y la revolución científica que lo acompaña dan lugar, en el siglo XVII, al nacimiento de la Filosofía Moderna.
Breves notas biográficas
René Descartes es el tercer hijo de Joachim Descartes (1.563-1.640), abogado y consejero en el Parlamento de Bretaña y de Jeanne Brochard (1.566-1.597), hija del alcalde de Nantes, que muere de parto al año siguiente. Tras casarse de nuevo su padre en 1.600 con Anne Morin (1.578-1.634), pasa al cuidado de su abuela materna, Jeanne Sain, (1.535-1.610), quien le educa hasta el año 1.606.
Si Descartes hubiese sido un hombre común y corriente, su nombre nunca se habría latinizado, ni nosotros estaríamos hablando de él, pues para relacionarse con la gente de su región y seguir los negocios de su padre no necesitaba otra lengua que el francés. Sin embargo, Descartes tiene una inteligencia privilegiada y una gran afición por los viajes. Así, después de estudiar en el colegio jesuita de La Flèche (1.604-1.612), por entonces uno de los más prestigiosos de Europa, las disciplinas de matemáticas, retórica, leyes, filosofía, lenguas clásicas y otras disciplinas y obtener el título de bachiller y de licenciado en derecho por la Facultad de Poitiers (1.616), se enrola como voluntario a los 22 años de edad en el ejército de Mauricio de Nassau, príncipe de Orange (1.567-1.625), quien saca gran provecho de los conocimientos matemáticos de Descartes al aplicarlos a la artillería. Más tarde, entra al servicio (1.619) de Maximiliano I, duque y elector de Baviera (1.573-1.651).
Según relata el propio Descartes en su “Discurso del Método” (1.637), durante el crudo invierno de 1.619, se halla bloqueado en una localidad del Alto Danubio, posiblemente cerca de Ulm, y allí permanece encerrado al lado de una estufa y lejos de cualquier relación social sin más compañía que la de sus pensamientos. En ese lugar, y tras una fuerte crisis de escepticismo, se le revelan las bases sobre las que edifica su sistema filosófico: el método matemático y el principio del “cogito, ergo sum” (“Pienso, luego existo”). Víctima de una febril excitación, durante la noche del 10 de noviembre de 1.619, tiene tres sueños, en los que intuye su método y conoce su profunda vocación de consagrar su vida a la ciencia.
“Es necesario un método para investigar la verdad de las cosas (…) Fue el primero, no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda (…) Advertí que, queriendo yo pensar que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: «yo pienso, luego soy», era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando (…) Cerraré los ojos ahora, me taparé los oídos, dejaré de hacer uso de los sentidos, borraré inclusive de mi pensamiento todas las imágenes de las cosas corporales o, al menos, ya que esto es casi imposible, las tendré por vanas y falsas; y así, en comercio sólo conmigo y considerando mi intimidad, procuraré poco a poco conocerme mejor y familiarizarme conmigo mismo. Soy una cosa que piensa, es decir, que duda, afirma, niega, conoce pocas cosas, ignora otras muchas, ama, odia, quiere, no quiere y también imagina y siente”.
Su “duda metódica” no cuestiona a Dios, sino todo lo contrario; sin embargo, al igual que Galileo, va a sufrir la persecución a causa de sus ideas. El primero de los “ismos” filosóficos de la modernidad es el “Racionalismo”; Descartes, su iniciador, se propone hacer tabla rasa de la tradición y construir un nuevo edificio sobre la base de la razón y con la eficaz metodología de las matemáticas. El “Cartesianismo”, palabra derivada de “Cartesius”, pronto está en el centro de todas las discusiones matemáticas y filosóficas. Para Descartes, la Filosofía debe basarse sobre una certeza objetiva, por ésta razón, rechaza, como improbado, todo lo que no es evidente.
Tras renunciar a la vida militar, Descartes viaja por Alemania y los Países Bajos y regresa a Francia en 1.622 para vender sus posesiones y asegurarse así una vida independiente. Pasa una larga temporada en Italia (1.623-1.625) y se afinca luego en París, donde se relaciona con la mayoría de científicos de la época.
En 1.628 decide instalarse en Ámsterdam (Holanda), país en el que las investigaciones científicas gozan de gran consideración y, además, se ven favorecidas por una relativa libertad de pensamiento. En 1.637 publica en Leiden, en francés, sin su nombre, junto con tres ensayos científicos, “Dióptrica”, “Meteoros” y “Geometría”, su “Discurso del Método”.
En 1.635, con la joven doncella Helène Jans, tiene una hija, Francine, a la que legitima. En 1.640, mueren su padre, su hermana Jeanne y su hija de cinco años de escarlatina: “el dolor más grande de su vida”, y en Holanda reside hasta el año 1.649.
En 1.649 Descartes acepta la invitación de la reina Cristina de Suecia (1.626- 1.689), para trasladarse a Estocolmo como preceptor suyo de Filosofía. Previamente han mantenido una intensa correspondencia y, a pesar de las satisfacciones intelectuales que le proporciona Cristina, Descartes no es feliz en «el país de los osos, donde los pensamientos de los hombres parecen, como el agua, metamorfosearse en hielo». Está acostumbrado a las comodidades y no le es fácil levantarse tres días por semana a las cuatro de la mañana, en plena oscuridad y con el frío invernal metido en sus huesos, para adoctrinar a la reina que no dispone de más tiempo libre debido a sus obligaciones. Los espartanos madrugones y el frío hacen que Rene Descartes muera con 53 años de edad de una neumonía, el viernes 11 de febrero de 1.650, cinco meses después de su llegada. Es sepultado en el antiguo cementerio, en el centro de Estocolmo, donde hoy se encuentra la Iglesia “Adolf Fredriks kyrka”.
Colofón
Los restos de Descartes son exhumados el 23 de junio de 1.667, colocados en un ataúd de cobre y trasladados a París, para ser enterrados en la iglesia de Saint-Geneviève-du-Mont, la patrona de París. Luego en el Panthéon, en el transcurso de la Revolución Francesa y, finalmente (1.819), en la Abadía de Saint-Germain-des-Prés, en el lado derecho de la nave, concretamente en la capilla de San Francisco de Sales. Su cráneo, desde 1.878, está en el Museo del Hombre de París. Su ciudad natal fue bautizada con su nombre (1.967) y uno de los cráteres lunares, también (1.935).
Si bien Descartes no llega a resolver muchos de los problemas que plantea, se convierten en cuestiones centrales de la filosofía occidental. Y la filosofía moderna, Racionalismo, Empirismo, Idealismo, Materialismo o Fenomenología puede considerarse como un desarrollo o una reacción al cartesianismo.
En nuestros días son muchos los pensadores que no dudan en admitir la influencia que sobre ellos ha ejercido René Descartes.