Antonio Gómez Romera
Domingo, 25 de febrero de 2024
EN EL CLXXXIII ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL PINTOR AUGUSTE RENOIR, EL PINTOR DE LA ALEGRÍA
Hoy, domingo, 25 de febrero, festividad de Santa Aldetrudis (abadesa y virgen, 696), octava semana del año 2.024, se cumplen 183 años (1.841) del nacimiento en Limoges (Francia) de Pierre – Auguste Renoir, el pintor de la alegría. Para él, pintar significaba la Alegría de Vivir, la búsqueda de la Belleza y la fascinación frente a la Naturaleza.
Breves notas biográficas
Auguste es el sexto hijo de una familia muy humilde, formada por el sastre Leonard Renoir (1.799 – 1.874) y la costurera Marguerite Merlet (1.807 – 1.896). Cuando tiene 3 años (1.844) su familia se traslada a París y habitan en una modesta morada en la calle Argenteuil, cerca del Museo del Louvre.
Con 7 años, en 1.848, comienza a asistir a una escuela religiosa dirigida por los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Dada su gran habilidad para el solfeo, sus maestros lo incluyen en la coral de jóvenes varones de la iglesia de Saint-Eustache, dirigida por el compositor Charles Gounod (1.818 – 1.893). En el amplio patio del Museo del Louvre, el pequeño Auguste juega a policías y ladrones con sus amigos. Para él, es completamente natural entrar en el antiguo Palacio Real, convertido en célebre Museo después de la Revolución, y pasear por las galerías de escultura antigua, permaneciendo allí durante horas.
Según su hermano menor (Edmond), su deseo de forjar una carrera artística es ya apreciable desde su niñez, cuando dibuja sobre las paredes con trozos de carbón. A los 13 años de edad (1.854), Auguste comienza su aprendizaje en el taller de los hermanos Lévy (Lévy Frères & Compagnie – 76, rue des Fossés – du – Temple), decoradores de porcelana. Posiblemente, sus padres esperaban que Auguste se especializara en este oficio, que en aquella época estaba muy bien remunerado.
Auguste va tomando el gusto al oficio y, al finalizar el día, acude a cursos gratuitos de dibujo. Demuestra un rápido progreso y, tras unos meses de aprendizaje, se le confía la realización de trabajos regularmente asignados a los obreros experimentados. Émile Laporte, uno de los obreros de los Lévy, practica por gusto la pintura al óleo y le permite a Auguste hacer uso de sus telas y sus colores. Empieza pintando abanicos y persianas y coloreando escudos de armas. Un buen día se pasa a los retratos.
En 1.858, el negocio de los hermanos Lèvy quiebra y Auguste trata de montar su propio negocio. Durante este periodo, entre otras cosas, decora las paredes de un café de la Rue Dauphine. El siguiente año empieza a colaborar con Gilbert, un artista especializado en imágenes sacras, en su Taller de la Rue du Bac. Gracias a estos trabajos puede costearse un curso nocturno de dibujo.
En 1.862, entra en la escuela de Bellas Artes y asiste a las clases del pintor de origen suizo Marc Charles Gabriel Gleyre (1.806 – 1.874), perfeccionando así aspectos técnicos de su formación. Las enseñanzas académicas no le satisfacen, pero en cambio, conoce en la Escuela a una serie de pintores jóvenes: Claude Monet (1.840-1.926), Frédéric Bazille (1.841-1.870) y Alfred Sisley (1.839-1.899), los futuros “Impresionistas”, grupo en el que con el tiempo se va a integrar y va a llegar a ser uno de sus miembros más destacados. Juntos frecuentan el Café Guerbois, conocido lugar de encuentro de artistas e intelectuales. Pronto, sintiendo «claustrofobia» de las técnicas academicistas, los cuatro amigos empiezan a pintar en espacios abiertos, a menudo en el bosque de Fontainebleau o en pueblo de Marlotte. Renoir tiene una relación muy estrecha con Monet. Sucede que ambos colocan sus caballetes uno al lado del otro y pintan así, como cuando inmortalizan en dos cuadros distintos el célebre conjunto balneario de la Grenouillère.
En Bougival, una localidad a la orillas del Sena, hay un balneario alrededor del islote de Croissy llamado, en tono humorístico, Grenouillère, “estanque de ranas”, muy frecuentado por la burguesía francesa. Renoir va allí para retratar el paisaje. Son tiempos de felicidad y creatividad, pero también de miseria. No tiene ni una moneda. Suerte que cuenta con la ayuda de sus amigos, siempre que éstos pueden.
En 1.864 se expone por primera vez en el Salón una obra de Renoir: “La esmeralda” que él mismo destruye posteriormente. Sin embargo, en los años anteriores, el Salón ha rechazado diferentes obras suyas, algo que le hace participar en el “Salón de los Rechazados” de 1.863, donde nace el arte moderno y la pintura de Renoir empieza a ser más valorada.
Renoir vive períodos muy difíciles antes de que su Arte sea apreciado. Con juegos de colores, refleja los efectos de la luz en innumerables telas y lienzos, tanto en retratos, como en paisajes y desnudos. Tras una pausa por la guerra franco – prusiana (1.870), en la que es llamado a filas para servir en la caballería del ejército francés, Renoir en 1.873, participa en la fundación de la Sociedad anónima de artistas pintores, escultores y grabadores que el 15 de abril de 1.874 organiza la famosa Primera Exposición Impresionista en el local Boulevard des Capucines del fotógrafo más famoso de París, Nadar “le Grand” (Gaspard – Félix Tournachon, 1.820 – 1.910).
En 1.876 se celebra la segunda exposición del grupo impresionista en la que Renoir participa con una de sus obras más conocidas, “El moulin de la Galette” (1.876, Museo de Orsay, París), que recoge los momentos de un baile al aire libre en una terraza parisiense.
En 1.878, Renoir se aleja del grupo impresionista y busca el éxito en los salones oficiales. Poco a poco consigue vender bastantes retratos que terminan convirtiéndose en su principal fuente de ingresos y conoce a su primera musa, Lise Tréhot (1.848 – 1.922). Modelo y amiga, se convierte en el canon de belleza femenina para el pintor. El mismo reconoce que «No tengo reglas ni métodos; cualquiera que vea los materiales que empleo o mi forma de pintar, se dará cuenta de que no hay secretos. Miro un desnudo y descubro miles de matices diminutos. He de encontrar aquel que haga que la carne de mi lienzo viva y tiemble».
Después vienen Anne, Angèle, Margot y una joven de mejillas redondas y nariz respingona que aparece en sus cuadros más famosos: Aline Charigot (1.859 – 1.915). Auguste, de 40 años, y Aline, de 20, se enamoran.
En 1.881 viaja a Italia acompañado de Aline Charigot, su futura mujer, visitando entre otras ciudades, Roma, Nápoles y Palermo. La influencia de Jean-Auguste- Dominique Ingres y de su viaje a Italia, en el que se siente especialmente atraído por Rafael, se hace patente en sus nuevas obras, que tienen en las bañistas uno de sus temas más recurrentes. Es la felicidad absoluta para Auguste: una discreta salud, bastante dinero y demasiado amor. Fama internacional, francos para comprar tubos y pinceles y sol para pintar al aire libre. Todo va bien. Reconoce que “Para mí, un cuadro debe ser algo amable, alegre y hermoso, sí, hermoso. Ya hay demasiadas cosas desagradables en la vida como para que nos inventemos más”.
Sin embargo, en este periodo de madurez, se siente a veces inseguro. Hay momentos en los que duda de la calidad de su arte, y acaba abandonando su estilo típico de pincelada temblorosa para las vibraciones de la luz y de la sombra, y se vuelve más sereno y estable. Las penurias económicas de Renoir terminan con el éxito de la Exposición impresionista de 1.886 en Nueva York.
En 1.892 realiza una muestra antológica en los salones de Durand – Ruel. Dos años más tarde nace su hijo Jean, el cineasta Jean Renoir, (1.894 – 1.979), y Gabrielle Renard (1.878 – 1.959), prima de su mujer Aline, entra con 16 años en la casa del pintor para ayudar en la tareas domésticas, aunque acaba convirtiéndose en su modelo favorita.
Pasa los últimos años de su vida en Cagnes-sur-Mer, en los Alpes Marítimos franceses, donde compra una casa, hoy Museo. Renoir afirma que «A veces hablo como los campesinos del sur. Dicen que son unos desafortunados. Yo les pregunto si están enfermos y me dicen que no. Entonces son afortunados; tienen un poco de dinero, por lo tanto, si tienen una mala cosecha no pasan hambre, pueden comer, pueden dormir y tienen un trabajo que les permite estar al aire libre, a la luz del sol. ¿Qué más pueden desear? Son los hombres más felices y ni siquiera lo saben. Después de unos cuantos años más, voy a abandonar los pinceles y dedicarme a vivir al sol. Nada más».
A principios del siglo XX es un pintor consolidado, pero hace poco que le han descubierto una artritis reumatoide. Con el paso del tiempo, la enfermedad se va agravando. Durante los últimos años de su vida sus manos están tan deformadas que apenas puede moverlas, y para poder seguir pintando se ata los pinceles a las muñecas. En esta época de su vida descubre su interés por la escultura y empieza a colaborar con Richard Giuno (1.890 – 1.973), un joven escultor que ejecuta al detalle 15 esculturas bajo su dirección.
Está casi paralítico y se desplaza en una silla de ruedas hasta su caballete; con los pinceles atados con largas tiras de tela a sus manos, deformadas por el reumatismo, pinta hasta el límite de sus fuerzas.
Renoir fallece a causa de una neumonía la noche del 2 de diciembre de 1.919, en el Museo “Domaine des Collettes”, tras haber completado “Las bañistas”: dos mujeres estiradas en un prado sin ninguna referencia temporal. Andrée Heuchling (1.900 – 1.979), actriz de cine mudo que más tarde se casa con Jean, hijo del artista, es una de las modelos que usa Renoir para este cuadro. En los cuerpos se puede apreciar una referencia ideal a los desnudos del siglo XVI, particularmente a la Venus de Tiziano, en contraste con el estilo más impresionista del fondo. Es importante resaltar que Renoir ya ha realizado entre el 1.884 y 1.887 otra obra representando a las bañistas, hoy conservada en el Museum of Art de Filadelfia.
Colofón
Renoir pasa a la Historia de la Pintura gracias a sus pinceladas fluidas, sus colores vivos, sus desnudos de mujeres y sus escenas cotidianas entre idílicos paisajes. Los cuadros de Auguste Renoir, auténticas obras maestras, se cotizan a precios fabulosos y son el orgullo de los principales Museos y Colecciones del Mundo. Su propio hijo, Jean Renoir, recordaba que «El espíritu inherente a los niños y niñas, a las criaturas y los árboles, pobladores del mundo que él creó, encerraba tanta pureza como el cuerpo desnudo de Gabrielle. Y finalmente, Renoir revelaba su propio ser a través de esta desnudez”.