“La Desbandá”, 87 años después
Es muy probable, queridos lectores, que muchas y muchos de ustedes no tengan la menor idea de qué fue “la Desbandá”, lo cual demuestra la imperiosa necesidad de seguir difundiendo los episodios de nuestra historia reciente, silenciados y sepultados por el franquismo, pero que siguen vivos en la memoria de miles de andaluces, descendientes de quienes fueron víctimas e aquellas atrocidades.
Los hechos que conocemos como “la Desbandá” se produjeron entre el 6 y 8 de febrero de 1937, cuando ante la amenaza de la caída de Málaga en poder de las tropas franquistas, entre 100.000 y 150.000 personas salieron de la capital costasoleña con lo puesto, a pie en su mayoría, y en burro o vehículo los más afortunados, en dirección Almería, donde los más afortunados llegaron cuatro días después.
En la que se convirtió en “la carretera de la muerte”, entre Málaga, la costa de Granada y Almería, aquella huida desesperada se saldó con la muerte de entre 3.000 y 5.000 personas, la inmensa mayoría, niños, mujeres y ancianos, que fueron inmisericordemente bombardeados por tierra, mar aire, durante 96 horas.
La masacre tuvo una enorme repercusión internacional por los testimonios del médico canadiense, Norman Bethune, que la describió como los «doscientos kilómetros de miseria», o por el reportaje fotográfico del gran Robert Capa.
Ante el cerco de la ciudad y los avances de las tropas franquistas hacia Málaga, cundió el pánico por miedo a la represión anunciada, por lo que muchos civiles y milicianos optaron por huir por la carretera de Almería, que si bien no había sido cortada, estaba a merced de los bombardeos desde tierra, mar y aire.
Con independencia de la pésima gestión republicana de la marea de refugiados que fueron llegando a Málaga, como consecuencia del avance de las tropas golpistas, buena parte del clima de terror que se instaló en la ciudad, venía motivado por las alocuciones radiofónicas del criminal de guerra, Queipo de Llano, en las que la amenazaba a la población civil con auténticas atrocidades tras la inminente victoria militar. El mismo Queipo de Llano que dirigió personalmente la operación de exterminio desde el buque Canarias, que junto al crucero Baleares, bombardearon impunemente a las miles de personas indefensas que huían por la carretera paralela a la línea de costa. Lamentablemente y a pesar de la infamia de su acción, a día de hoy en el callejero de la ciudad de Granada, aún figura el nombre de “Crucero Baleares”. El mismo Queipo de Llano que “bromeaba” así con la decisión de bombardear a la población civil: “A los tres cuartos de hora, un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación, que los bombardeó”.
En su obra El crimen de la carretera Málaga-Almería, el prestigioso doctor Normal Bethune, que al conocer la noticia del éxodo trasladó a su equipo médico desde Valencia a la “carretera de la muerte”, definió aquella huida como “la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos…»
“Por entonces habíamos pasado al lado de tantas mujeres y niños afligidos que pensamos que lo mejor era volver y comenzar a poner a salvo los peores casos. Era difícil elegir cuáles llevarse, nuestro coche era asediado por una multitud de madres frenéticas y padres que con los brazos extendidos sujetaban hacia nosotros sus hijos, tenía los ojos y la cara hinchada y congestionada tras cuatro días bajo el sol y el polvo. «Llévense a éste», «miren a este niño», «este está herido». Los niños, envueltos de brazos y piernas con harapos ensangrentados, sin zapatos, con los pies hinchados aumentados dos veces su tamaño, lloraban desconsoladamente de dolor, hambre y agotamiento. Doscientos kilómetros de miseria. Imagínense cuatro días y cuatro noches escondiéndose de día entre las colonias, ya que los bárbaros fascistas los perseguían con aviones; caminaban de noche agrupados en un sólido torrente hombres, mujeres, niños, mulos, burros, cabras, gritando los nombres de sus familiares desaparecidos, perdidos entre la multitud.”
El diario británico «The Manchester Guardian» relató de esta forma lo que estaba ocurriendo en la carretera de Almería: «La evacuación de Málaga comenzó cuando la población supo de las dificultades de los frentes, pero nadie creyó que el éxodo voluntario iba a asumir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de Europa. Pronto se convirtió en una sangrienta realidad. El camino se tornó un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones alemanes e italianos. (…) Pronto el camino quedó cubierto de muerte».
Para que nos hagamos una idea de la magnitud de la masacre, solo dos meses después, el 26 de abril de 1937, en Guernika, la Legión Cóndor mató a 126 personas según los documentos más recientes. En julio de 1995, en la masacre de Srebrenica, una de las mayores infamias de la historia reciente, murieron alrededor de 8000 personas.
Fernando Arcas, profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga, considera la Desbandá, como un preludio de las grandes persecuciones humanas y los genocidios que sacudieron el siglo XX y es que hasta mediados de los años ochenta poco se supo de este Guernika andaluz, ya que los franquistas querían olvidar el suceso y los republicanos se sentían avergonzados por haber abandonado a su suerte a Málaga y a su población.
En estos tiempos de revisionismo, en los que la Memoria Democrática vive malos tiempos por el negacionismo de las derechas patrias, es más necesario que nunca recordar episodios tan negros de nuestra historia reciente, entre otras cosas, porque los restos de decenas de aquellas víctimas aún jalonan las cunetas de aquella carretera de la muerte, que tantos de ustedes habrán recorrido felizmente a la búsqueda de su playa favorita, sin conocer la tragedia que se escondía en cada curva.
Porque no debemos perder la memoria, aunque algunos lo intenten, Verdad, Justicia y Reparación.