RELATOS DE LA HISTORIA DE MOTRIL

UN CULTIVO MALDITO. EL ARROZ EN EL MOTRIL DEL SIGLO XVIII

Manolo Domínguez García -Historiador y Cronista Oficial de la ciudad de Motril-

Desde mediados del siglo XVIII la situación agrícola de Motril fue empeorando progresivamente. El cultivo tradicional de la caña de azúcar había entrado en crisis y se encontraba en franca decadencia. Situación que se agravaba por las constates avenidas del rio Guadalfeo que inutilizaba grandes extensiones de tierras cultivables y llevaba a la ruina a numerosos labradores.

Este escenario de declive motrileño se intentó remediar por los hombres de la época con diversas soluciones, muchas de ellas inviables porque requerían elevadas inversiones de capitales que no tenían o que no estaban dispuestos a aportar.

Uno de estos recursos a la crisis agraria de la vega y que parecía relativamente viable, fue la implantación del cultivo arrocero en las zonas encharcadas por el rio y en las albuferas del sur de la vega lindantes con el mar.

La plantación de arroz en Motril no era algo nuevo, ya que se había cultivado, que sepamos, desde el siglo XV y fue un cultivo marginal, cuando la caña de azúcar cubrió todos los campos de regadío motrileños. Pero el arroz siempre fue un cultivo bastante polémico, porque se pensaba que las tierras encharcadas arroceras producían fiebres y enfermedades.

En Motril tenemos datos sobre fiebres tercianas palúdicas desde mediados del siglo XVII, documentos del siglo XVIII citan la aparición de epidemias palúdicas en 1751, 1763, 1785, 1792 y 1793. Los médicos de la época culpaban a las zonas empantanadas del sur de la vega y del Jaúl y a que se había introducido el cultivo del arroz en algunos pagos inundados por el río Guadalfeo.

Entre 1761 y 1762 algunos propietarios del pago del Jaúl habían sembrado arroz. Lo que había originado protestas por parte de los médicos y del Cabildo eclesiástico de la Iglesia Mayor. Prohibiéndose por parte del Consejo de Castilla y el Ayuntamiento que se continuara con este cultivo, que se consideraba muy insalubre al producir, afirmaban, fiebres tercianas, es decir paludismo.

Desembocadura del rio Guadalfeo en el 1722.

Pero ante la ruina azucarera había que hacer algo y en 1768 los labradores de Motril, Salobreña y Lobres, elevaron una petición a la Corona pidiendo licencia real para plantar arroz en las tierras pantanosas del Jaúl y en las márgenes y desembocadura del río.

Vista la petición por el Consejo de Castilla, se publica un decreto con fecha de 23 de noviembre de ese año, ordenándose que, por los ayuntamientos de las poblaciones mencionadas, se remitiesen informes sobre las condiciones de los terrenos y la salubridad de donde se pretendían hacer las plantaciones. Los informes son contrarios al cultivo arrocero y no se reciben más noticias al respecto desde la Corte.

En 1770 de nuevo los labradores motrileños solicitan permiso al Ayuntamiento para la siembra de arroz en la tierras incultas y pantanosas de la vega, argumentando que las tierras arroceras, una vez desecadas, podrían utilizarse para el plantío de cañas, que el cultivo del arroz era anterior al cañero, que se había comprobado que las fiebres se daban en lugares donde no existía ese cultivo y que no se podría ampliar más el cultivo del maíz, ya no que no tenía mercados para su venta. El Concejo municipal responde que este cultivo está expresamente prohibido por la Corona y que no tiene facultades legales para otorgar la solicitada autorización.

Pero a partir de este momento se produce un cambio en el pensamiento contra el cultivo del arroz. Los frailes de los conventos de San Francisco, Victoria y Capuchinos opinan ahora que el arroz no tiene nada que ver con las fiebres tercianas, los médicos de la ciudad consideran que las tercianas vienen de los terrenos pantanosos y no de los cultivos sembrados en ellos e, incluso, el Cabildo eclesiástico señala ahora que se puede y se debe sembrar arroz y que no es nocivo para la salud.

El 22 de marzo de 1781, el Ayuntamiento de Motril, el Cabildo eclesiástico y los labradores de esta ciudad, Salobreña y Lobres, vuelven a efectuar ante el rey la petición de licencia para proceder con este cultivo, razonando que se le podría dar utilidad a unas tierras que permanecían incultas, dar trabajo a numerosos jornaleros, aumentar sustanciosamente los diezmos eclesiásticos, canalizar el rio y que la Real Hacienda percibiría mejores rentas.

El Consejo de Castilla, después de estudiar detenidamente la cuestión, concedió finalmente la licencia a condición de que se mantuviesen limpios los balates, que el agua no sirviese para beber y que los ayuntamientos de las poblaciones solicitantes enviasen cada dos años un informe a la Chancillería de Granada sobre el estado de la salud pública.

Curiosamente esta licencia se le concedió solamente a Salobreña y a Lobres. Motril esperó pacientemente durante seis años el referido consentimiento y, visto que no llegaba, volvieron a requerirlo y, por fin, le fue permitido a fines de 1787.

La Sociedad Económica de Amantes de la Patria de Motril, propuso que se reconociesen los pagos de la vega susceptibles de ser plantados de arroz y se encargaron informes detallados a los capataces Antonio Hernández, José López Merlo y Pedro Juárez. Examinaron detenidamente la vega y estimaron que se podrían plantar arroz en la parte baja de la vega de Pataura, el Jaúl y las márgenes del rio, un total aproximado de 10.000 marjales.

Vistos los citados informes el Ayuntamiento permitió a los labradores de esos pagos la siembra arrocera, no sin antes publicar unas ordenanzas al respecto:

            1.- Obligación de mantener limpios los balates, bajo la pena de 50 ducados de multa o, si el labrador era pobre, 15 días de cárcel.

            2.- Si algún labrador reincidía en el incumplimiento de lo anterior, sería castigado a penas corporales, además de serle arrancado el arroz y aradas las tierras para que la siembra no fuese posible.

Plano del pago de la Casa de Contreras. Siglo XVIII. (Archivo Histórico de la Nobleza).

El arroz se plantó, finalmente, en las tierras bajas de la vega de Pataura y en los pagos del Puntal, Peña Blanca, Soto de Zarreta, Molino, Salto del Gato, Callejón del Peral, Higueras, Casa de Contreras, Herrera y Chamorro y pronto Motril comenzó a producir importantes cantidades de arroz de bastante buena calidad y, explícitamente, un informe sobre la salud pública de 1790 expresaba que, en estos años, no había aparecido ningún tipo de enfermedad relacionada con el susodicho cultivo y que las fiebres tercianas, que comúnmente padecían los motrileños, habían remitido considerablemente desde la implantación del cultivo arrocero.

De todas maneras, la agricultura del arroz no tuvo mucho éxito en Motril, siempre estuvo asociada a las zonas marginales e inundadas de la vega y con el constante estigma de ser el causante del paludismo endémico en nuestra ciudad. En 1792-93 se produce otra importante epidemia de paludismo que afecta a gran parte de la población, este repute de la enfermedad es atribuido de nuevo a los arrozales y su cultivo expresamente prohibido en Motril, Lobres y Salobreña.

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