Farax el Manjón, un musulmán del siglo XV que dio su nombre a una calle de Motril
La calle que los motrileños actuales conocen con el nombre de Rambla del Manjón, responde a una denominación muy longeva que nada tiene que ver con la dedicatoria que, después, se le hizo por el Ayuntamiento de Motril al granadino Andrés Manjón, fundador de las Escuelas de Ave María.
La denominación de esta popular calle motrileña es mucho más antigua y hace referencia a un topónimo procedente del nombre de un mudéjar que vivió en esa calle en los últimos años del siglo XV y principios del XVI y que, probablemente, debió ocupar una posición destacada en la sociedad musulmana del Motril de aquella época.
Nos estamos refiriendo a Farax el Manjón, que seguramente fue miembro de una importante familia musulmana que tendría su casa en la citada calle o barrio y que ya a fines del siglo XV se le nombraba como la Rambla del Arrabal del Manjón. Posteriormente, ya a fines del siglo XVI y principios del XVII, a esta calle se le conocería como la calle de Alonso de Contreras, regidor, hombre de negocios y fundador del convento de la Victoria, que tuvo su mansión solariega en la Rambla, casa que más tarde sería identificada como la casa de Eugenia de Montijo y derribada a fines de los años 70 del pasado siglo XX.
Pero el nombre no prosperó y la calle ha seguido llamándose Rambla del Manjón durante cinco siglos.
Motril, en la época en la que vivió este personaje, estaba totalmente poblado de musulmanes y judíos, entregándose a los Reyes Católicos en 1489 e incluido definitivamente en las Capitulaciones de Granada de 1492 y no tuvo guarnición ni vecinos cristianos viejos hasta 1493.
La primea vez que, por ahora, tenemos noticias se la existencia de Farax el Manjón es en 1495 y su aparición en la historia motrileña se debe a dos quejas que presentó a la Corona por algunos importantes abusos que cometían los cristianos conquistadores.
Su primera protesta se debió a que por parte de Francisco Ramírez de Madrid, secretario real y alcaide de Salobreña y Motril, se le dio encargo de arreglar la acequia principal de Motril que, desde la presa de los Vados, regaba la vega. Las reparaciones costaron un total de 2.400 mescales, cantidad que fue sufragada la mitad con lo recaudado por los derechos de riegos pagados por los propietarios de las tierras y la otra mitad la adelantó Farax el Manjón de su propio dinero.
Pasado algún tiempo Francisco Ramírez no le había reembolsado al mudéjar esa cantidad y el Manjón no tuvo ningún reparo en dirigirse a los Reyes Católicos solicitando que se le pagase la cantidad adeudada.
La Corona, tras estudiar el caso, ordenó a Andrés Calderón, corregidor de Granada y de la costa del reino, que llamara a los afectados y que en el tiempo más breve posible hiciese cumplimiento de lo que en justicia correspondía, abonándosele a Farax el Manjón lo que se le estaba debiendo y que de esta manera no tuviese razón para quejarse de la ecuanimidad de “Sus Católicas Majestades”.
Pero no pasó mucho tiempo sin que nuestro mudéjar plantease nuevas peticiones a los Reyes y en ese mismo año de 1495, presenta una reclamación contra Juan Álvarez de Toledo, pagador de la fortalezas de reino de Granada y propietario de tierras en Motril, quejándose que regaba sus posesiones cuando quería y tomaba todo el agua de la acequia, sin atenerse a las ordenanzas que, sobre el uso de la acequia, existían desde antiguo y que, además, se negaba a pagar el impuesto que, para el mantenimiento de la acequia, todos los regantes estaban obligados. Manjón pedía a la Corona que mandase dar orden para que Álvarez de Toledo pagase todo lo que debía por el uso del agua de la acequia y que respetase el orden de los riegos.
Los Reyes encomendaron nuevamente al corregidor Calderón para que examinara la reclamación, actuase en justicia y resolviese definitivamente la situación.
Su nombre vuelve a aparecer en las capitulaciones firmadas, tras la rebelión de los mudéjares en 1499, por los Reyes Católicos con los musulmanes motrileños en 1500 y lo hace ahora como Hernando o Fernando de Zafra Manjón, convertido al cristianismo y apadrinado por el secretario real Hernando de Zafra. A Manjón los Reyes le hacen merced del almotacenazgo de la villa motrileña, encargado de vigilar los mercados, poner precio a las mercancías y controlar las pesas y medidas. También en 1503, Isabel la Católica le ordena a su tesorero Alonso de Morales que le entregue al Manjón la hacienda que tenía en las Albuñuelas el mudéjar Albalaylan huido a África y un año después, los Reyes Católicos ordenan al mencionado tesorero que haga la entrega al motrileño de la citada hacienda, ya que aún no lo había hecho.
Fernando o Hernando de Zafra Manjón debió morir sobre 1517, ya que en esa fecha el Concejo municipal motrileño acordó que el almotacenazgo que poseía por merced real, quedará bajo control municipal y no se entregara a la Iglesia.
No poseemos, por ahora, más datos sobre este mudéjar motrileño que fue un hombre bastante influyente en el Motril de su tiempo.
La memoria de este musulmán motrileño ha permanecido en la continuación de las tradiciones ancestrales locales y la calle que una vez le vio vivir, la Rambla del Manjón, nos evoca con su nombre antiguos años perdidos en la memoria de un lejano tiempo, en el que en la ciudad, entonces villa, la vida cotidiana comenzaba con la llamada a la oración del almuédano desde el alminar de la mezquita Al Çijara o mezquita de la Roca, situada en parte del solar que hoy ocupa la Iglesia Mayor.