Rubiales trending topic
La misma semana que una granadina de Orce, María Pérez, ha conseguido el campeonato del mundo de 20 kms marcha y la de Huéscar, Esther González, se ha proclamado campeona del mundo de fútbol, un motrileño, a la sazón presidente de la Real Federación Española de Fútbol, podría haber entrado, sin proponérselo, en el libro Guiness de los récords, por concitar el mayor número de exigencias de dimisión que se haya producido nunca para el presidente de un organismo, una de cuyas selecciones, la de chicas, acababa de proclamarse campeona del Mundo y otra, la de chicos, de la Nations League, hace unos meses. Hay que ser muy torpe para tornar las cañas lanzas en tan solo unos minutos de celebración.
A nadie en su sano juicio, salvo que se crea por encima del bien y el mal, lo cual parece ser el caso, se le ocurre agarrarse los huevos en el palco de un estadio con decenas de televisiones y miles de cámaras, para celebrar la victoria de las chicas de la Selección. A la hora de mostrar sus «atributos» al estadio, a Luis, «una persona sencilla de Motril», según sus propias palabras, le importó un carajo que estuviera rodeado por la Reina, la Infanta, un Ministro, el presidente de la FIFA, las principales autoridades deportivas del Reino Unido, las del país anfitrión y por más de setenta mil espectadores con sus correspondientes teléfonos móviles y redes sociales, listos para «inmortalizar» el gesto de «sana alegría», con el que Rubiales festejaba el triunfo, olvidándose por cierto, que quienes acababan de ganar el Mundial eran chicas y, por lo tanto, carecían de los atributos que tan efusivamente mostraba al mundo el motrileño.
Lejos de reflexionar y recoger velas, en la ceremonia de entrega de medallas y trofeos, retransmitida por televisión «ubi et orbe», al máximo representante del fútbol español solo se le ocurrió agarrar por la cabeza y plantarle un beso en la boca, a una de nuestras jugadoras más emblemáticas, sin pensar por un momento que a ella y al mundo, pudiera parecerle mal semejante «efusividad». El caso es que antes de que las chicas y el staff de la Selección volvieran al vestuario, Luis Rubiales era trending topic mundial, poniéndole a parir como no recordamos se haya despellejado a nadie antes de tan estelar momento.
El New York Times, la CNN, The Guardian, L´Equipe y periódicos y televisiones de medio mundo, no salían de su asombro con nuestro motrileño, que entre su agarrada de huevos y su morreo a una empleada, se había convertido en una estrella mundial del machismo, la grosería y la zafiedad, dejando la marca España y de paso la marca Motril hecha unos auténticos zorros.
Alguien de entre los más de sesenta integrantes de la corte federativa que acompañaba al faraón Rubiales, debió de advertirle de que se estaba liando la mundial, al menos por las redes sociales, ya que los medios convencionales no estaban diciendo ni pío del asunto y para evitar males mayores, se puso en marcha el operativo de cortafuegos para que la cosa no trascendiera demasiado. Para ello contaron con la impagable colaboración de la prensa deportiva de este país, que salvo honrosas excepciones, está al nivel de machirulismo del presidente de la Federación, a quien hicieron un masaje radiofónico en la cadena COPE que pasará a la historia de la infamia periodística y en el que Rubiales llamo, «gilipollas» a quienes en ese momento no salían de su asombro por la impresentable actitud del máximo responsable del fútbol español. Juanma Castaño y Manolo Lama, no defraudaron y además del peloteo habitual, demostraron que a machistas y casposos, no les gana ni Rubiales.
Y a todo esto «Rubi» como cariñosamente le llamaba Piqué en sus conversaciones cuasi mafiosas, seguía sin enterarse, ni entender porque se estaba liando la que se estaba liando y lejos de echar el freno, seguía intentando apagar el fuego con gasolina, como lo demuestra su arenga en el vestuario del Accord Stadium de Sidney, anunciando a las campeonas una semanita de vacaciones en Ibiza, donde se iba a celebrar su boda con Jenni Hermoso, a la que por cierto, maldita la gracia que le hizo el «pico» y la bromita.
«Soy una persona sencilla de Motril, soy diferente al resto, nunca he bebido una cerveza, no fumo, pero no puedo garantizar que mañana me vayan a meter un saco de cocaína en el maletero”, así se definía Luis en uno de sus recientes escándalos para asombro de propios y extraños. Parecía difícil superarlo, pero el motrileño lo ha conseguido, primero con unas declaraciones «exculpatorias» de la jugadora víctima de sus efusiones, que se distribuyeron a través de la agencia EFE y que según algunos medios fueron elaboradas por la Federación y no por la jugadora y después con su intento de que Jenni apareciera con él en el video de disculpas que Rubiales grababa en la escala de Doha, cuando ya el escándalo era planetario. No lo consiguió, ni con ella, ni con su familia, a la que vergonzantemente presionó en este sentido el polémico seleccionador Jorge Vilda en el avión de regreso.
Y así las cosas la expedición llegaba a Madrid en la noche del lunes. Ni rastro de Rubiales en la fiesta de Madrid Río y funeral en la recepción con el presidente del Gobierno, quien directamente enseñó a Rubiales la puerta de salida.
Nunca nadie ha conseguido tal unanimidad en exigir una dimisión como en el caso del motrileño. Partidos políticos, sindicatos, organizaciones feministas, etc, etc. Todos, menos quienes deberían haberle puesto de patitas en la calle antes de bajar del avión, primero la UEFA, de la que es vicepresidente y después los clubes de fútbol a los que pertenecen esas jugadoras y las federaciones territoriales, que con su silencio se están convirtiendo en cómplices de la mayor vergüenza del fútbol español.
El motrileño no dimitirá por voluntad propia. Los casi setecientos mil euros anuales de sueldo, los tres mil mensuales de «ayuda» para vivienda, las dietas, los viajes y el poder que atesora no los va a volver a conseguir en su vida y fuera de la RFEF, debe pensar Luis que hace mucho frío.
Saben ustedes lo peor, que nada de esto hubiera ocurrido si a Rubiales, se le hubiera inhabilitado hace meses, porque méritos para ello ha hecho más que de sobra. Primero con sus vergonzosos tejemanejes con Gerard Piqué y el sospechosísimo traslado de la supercopa de España a Arabia Saudí, con millones de euros en comisiones volando de bolsillo en bolsillo y por si eso no hubiera sido suficiente, por el putiferio organizado por Luis en un chalet de Salobreña, supuestamente para unas jornadas de «formación» aderezadas con prostitución pura y dura. Nada de todo eso le supuso su inhabilitación para vergüenza de este país, esperemos que ahora su ataque de testoterona, su «piquito» de celebración, su chulería, su zafiedad y su grosería, le inhabiliten a perpetuidad para representar a nadie más que a sí mismo.
Poner en el mapa a Motril y a Granada no era eso, Luis.