¿Lo de acabar con el «Sanchismo» va en serio?
A tenor de los resultados electorales del pasado domingo que otorgaron una rotunda victoria al PP en Granada, enhorabuena Marifran; en la provincia, felicidades Francis; en Andalucía y en España, y viendo como transcurrió una campaña, en la que se habló más de derrocar al «sanchismo» que de los problemas de nuestros pueblos y ciudades, es de imaginar, que esa amplia mayoría que votó con esa intención estará la mar de feliz con este primer asalto del derrocamiento.
Para quienes no tengan tan claro que es eso del «sanchismo», me van a permitir hacer un ejercicio teórico-práctico sobre lo que pudiera ser semejante ideología/régimen, o como ustedes prefieran denominarlo. Les advierto que pudiera ocurrir que a la finalización de esta lectura, no estén tan felices de haber contribuido a ese futurible derrocamiento.
Y para ello me van a permitir reproducir en esta columna, parte de un escrito que estos días me ha llegado vía whatsapp y cuya autoría desconozco, aunque vaya desde aquí mi felicitación.
Si usted es mujer y está encantada con la derogación del «sanchismo», ha de saber que supondría suprimir leyes como la ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, o el Plan Operativo para la Protección de los Derechos Humanos de Mujeres y Niñas víctimas de Trata, Explotación Sexual y en Contextos de Prostitución; la bajada del IVA del 10 al 4 % de los productos de higiene femenina… Quedarían además derogadas todas las medidas en favor de la igualdad y por lo tanto los 20.319 millones de euros destinados a ellas, y que por si a alguien se le ha olvidado, suponen aumentar el 387% de presupuesto destinado a políticas públicas dirigidas a avanzar en la igualdad efectiva entre mujeres y hombres.
Con el derrocamiento del «sanchismo» se acabarán los ERTES, las moratorias y cualquier tipo protección ante nuevas pandemias o situaciones de alto riesgo para la población. Ni estados de alarma, ni dinero público para vacunas, mascarillas, ni atención sanitaria a contagiados.
Se acabarían también las becas para los más necesitados, quedando reservadas para los ricos, a imagen y semejanza de lo que ocurre en la Comunidad de Madrid.
Las pensiones bajarían a las cuantías que estableció el PP, olvidándonos de revalorizarlas conforme al IPC; de paso habría que rebajar el salario mínimo interprofesional a los valores establecidos por Mariano Rajoy, cuando apenas llegaba a los 800 euros, frente a los 1200 del «sanchismo»; otro tanto cabría decir del Ingreso Mínimo Vital que igualmente quedaría derogado, al igual que las bonificaciones en los precios de la luz y los combustibles.
Derogar el «sanchismo» supondría dar marcha atrás a la ley de dependencia, que permite sobrevivir a miles de familias en nuestro país y atender a sus seres queridos como se merecen; la ley de muerte digna que nos permite decidir como terminar nuestro itinerario vital, sin que este se prolongue artificialmente; igualmente habría que derogar la ley del aborto, de la que tantas votantes anti Sánchez se benefician y beneficiarán; o la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo, que le permitió casarse con su novio, a un cualificado antisanchista, como Javier Maroto; otro tanto cabe decir de la ley de vivienda, gracias a la cual, muchos mileuristas, podrán aspirar a alquilar o comprar una vivienda que les permita iniciar un proyecto autónomo vital. Incluyan también en el decreto derogatorio a la ley del menor y la de bienestar animal.
Por no aburrirles citaré que el derrocamiento del «sanchismo» equivaldría también a convertir la sanidad y la educación pública, en una especie de beneficiencia para destinar sus presupuestos a las privadas, dejar heridos de muerte los servicios sociales y los laborales, o regresar a la jungla de los desahucios salvajes.
No les «aburro» más, queridas lectoras y lectores, porque estoy seguro que si ustedes son de la legión de «derrocar el sanchismo», estarían felices de suprimir todos esos derechos y libertades y destinar los miles de millones que cuestan a la lucha contra ETA, que como todo el mundo sabe es el principal peligro que amenaza a nuestro país doce años después de su desaparición.