Antonio Gómez Romera
Domingo, 7 de mayo de 2023
EN EL CINCUENTA ANIVERSARIO DEL PREMIO PULIZER A “THE WASHINGTON POST” POR LA DIFUSIÓN DEL CASO WATERGATE
Tal día como hoy, domingo, 7 de mayo, festividad de Santa Domitila, sobrina de los emperadores romanos Tito y Domiciano, décimo octava semana del año 2.023, se cumplen 50 años (lunes, 1.973), de la concesión del “Premio Pulitzer”, en la categoría de Servicio Público, la más relevante y la única sin dotación económica, pero con un premio de una medalla de oro, al diario «The Washington Post», por su investigación y difusión del «Escándalo Watergate».
Dos jóvenes periodistas, Bob Woodward (Geneva, Illinois, 26 de marzo de 1.943) y Carl Bernstein (Washington, 14 de febrero de 1.944), destapan el escándalo político y provocan la única dimisión en la historia de un presidente de los Estados Unidos de América: Richard Nixon (Yorba Linda, 9 de enero de 1.913 – Nueva York, 22 de abril de 1.994), trigésimo séptimo presidente, entre 1.969 y 1.974. El proceso judicial, en ese momento, se halla en su apogeo y el “Watergate” se convierte en un ejemplo de tesón del moderno periodismo y el “Cuarto Poder”. Con ello, la prensa y los medios de comunicación, inauguran una nueva etapa en la historia de la política occidental: la era del periodismo de investigación como perseguidor implacable de la corrupción gubernamental.
La publicidad del “Escándalo Watergate”
“Cinco hombres, uno de los cuales afirma ser un antiguo empleado de la CIA, fueron detenidos ayer sábado a las 2.30 horas de la madrugada cuando intentaban llevar a cabo lo que las autoridades han descrito como un plan elaborado para espiar las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata en Washington”. Esta escueta noticia, se publica el domingo, 18 de junio de 1.972, en el diario “The Washington Post” de la capital estadounidense. Pocos lectores se fijan en ella, pero cae como una bomba a pocos metros de la redacción, en el “Despacho Oval”, situado en el ala Oeste de la “Casa Blanca”, donde su presidente, Richard Nixon, aunque se encuentra de vacaciones en Key Biscane, sabe demasiado sobre el asunto y la campaña a las elecciones presidenciales está a punto de comenzar.
Los cinco hombres detenidos en la sexta planta de uno de los edificios del complejo “Watergate”, declaran ser plomeros contratados para evitar filtraciones en el edificio. Arranca así el “Caso Watergate”. La investigación comienza cuando Woodward se acerca el sábado, 17 de junio, a escuchar en directo la audiencia preliminar a los cinco detenidos “in fraganti” en las oficinas del Partido Demócrata en el edificio “Watergate”. Empieza a interesarse, cuando escucha que uno de ellos es un antiguo miembro de la CIA y coordinador de seguridad para la campaña de reelección de Nixon, de cara a las elecciones que sucederán en noviembre de 1.972. Se llama James W. McCord (Waurika, Oklahoma, 26 de enero de 1.924 – Douglassville, Pensilvania, 15 de junio de 2.017). También le llama la atención que otro de los detenidos diga que todos son ‘anticomunistas’ de profesión.
En la noticia que se publica al día siguiente, domingo, la firma de Woodward solo aparece al final de la reseña, junto a la de otro reportero, Carl Bernstein, que ha participado en la obtención de datos. Woodward y Bernstein comienzan a tirar del hilo y descubren que hay conexiones entre los detenidos y personajes muy cercanos a Nixon que suelen resolverle los problemas más desagradables.
El jueves, 22 de junio, Richard Nixon, echa balones fuera sobre “ese particular incidente” en una rueda de prensa mientras intenta “comprar el silencio” de los detenidos con elpago de grandes cantidades. El 1 de julio, John N. Mitchell (1.913 – 1.988), jefe de lacampaña de Nixon y ex ministro de justicia, dimite “ante la insistencia de su esposa”. Paraentonces, Bernstein ya está investigando la “conexión Miami” de los detenidos y encuentraque parte del dinero que la policía les ha decomisado procede de donaciones para lareelección del presidente republicano, cuyo reparto ha supervisado y dado el visto bueno eldimitido Mitchell.
Bernstein y Woodward, cada noche, para avanzar en su investigación y tras el cierre del periódico, se dedican a visitar en sus casas a los empleados del Comité para la Reelección del Presidente, intentando sacarles información “a puerta fría”. Dos de ellos, una contable y un responsable de controlar las finanzas, éticamente preocupados por la dimensión que ha alcanzado el uso ilegal de fondos en la campaña, les revelan datos decisivos. Pero la fuente de información más decisiva es la que durante más de 35 años Woodward guarda en el anonimato, un personaje al que enmascara con el nombre de “Garganta Profunda”, apodo que alude a la primera película pornográfica que se estrena en Estados Unidos, gracias, curiosamente, al permiso del propio Nixon. “Garganta Profunda” ocupa “un puesto muy sensible en la Administración” y la relación que mantiene con Woodward es secreta. Se intercambian señales para reunirse y se encuentran de madrugada en un parking de Washington. “Garganta Profunda” no revela nueva información, pero sí valida los datos que requieren comprobación y orienta a los periodistas sobre hacia dónde tienen que encaminar su investigación. Él le explica la estrategia de la Casa Blanca para espiar a sus rivales políticos, a reporteros y a cualquiera que consideren desleal.
El 29 de Septiembre, Bernstein y Woodward publican una de las noticias más decisivas: afirman, tajantemente, que el dimitido Mitchell ha controlado un fondo secreto para investigar a los demócratas. Bernstein ha llamado la noche anterior al propio Mitchell para leerle lo que va a publicar y este le contesta: ¿Piensas publicar esa mierda? Lo niego todo. ¡Jesús! ¡Katie Graham! (la propietaria del Washington Post) ¡va a pillarse las tetas en una máquina de escurrir si se publica! El director del periódico, Ben Bradlee (1.921 – 2.014), da permiso para publicar la frase, exceptuando la alusión a los pechos. Nixon se siente acosado por el “Washington Post” y su reacción, para intentar frenar por arriba las investigaciones, es poner todo el poder del ejecutivo en contra de los intereses de la propietaria. Las acciones de la compañía llegan a caer un 25%. Katherine Graham (1.917 – 2.001), confiesa después en sus Memorias (“Personal History”, 1.998): “Yo me sentía asediada (…) y si la noticia era tan importante, ¿dónde estaban todos los demás?”.
A principios de noviembre, Nixon gana las elecciones presidenciales con uno de los mayores márgenes de la historia de EEUU, frente al demócrata George McGovern (1.922 – 2.012), sin que el escándalo afecte a su resultado. Pero, a pesar de lo que eso supone para el “Washington Post” y su propietaria, deciden seguir publicando. No existen refutaciones a los hechos publicados y deciden mantenerse en la línea marcada. En enero de 1.973, el juicio a los asaltantes del Watergate se cierra con una amplia lista de condenas. En marzo, James W. McCord envía una carta al juez, afirmando que ha cometido perjurio, que los acusados han recibido presiones para declararse culpables y callar, que hay altos personajes implicados y que “varios miembros de mi familia temen por mi vida si revelo todo lo que sé sobre este asunto”. Ésta carta marca un giro en la cobertura del “Escándalo Watergate” y Katharine Graham, declara en sus Memorias: “toda la prensa apareció en masa, levantando literalmente las alfombras en busca de pistas. El Post ya no estaba solo”.
Durante el juicio, Mitchell confiesa que, por temor a una derrota en las elecciones presidenciales, ha destinado una cantidad de cuantía secreta para financiar a los “fontaneros”. El juez John Joseph Sirica (1.904 – 1.992), investigador del caso, condena a Mitchell a una pena de cárcel mínima de dos años y medio y máxima de ocho años, después de que un jurado le considere culpable de los delitos de conspiración, obstrucción de la justicia, perjurio y declaración falsa. El Senado inicia una Comisión de Investigación y, ante la presión irresistible, Nixon se ve obligado a reaccionar, ordenando sus propias “investigaciones”, con las que fuerza a dimitir a cuatro de los principales hombres del presidente. Entre ellos está John W. Dean III (1.938) quien, ante la perspectiva de acabar como “chivo expiatorio”, decide a tirar de la manta y da información decisiva a Bernstein y Woodward. Éstos, publican en exclusiva, que Dean reconoce en el Senado haber discutido al menos 35 veces con Nixon o en su presencia “medidas secretas” para frenar las investigaciones del “Watergate”. Otro ayudante de Nixon desvela más tarde que éste graba las conversaciones que mantiene en el “Despacho Oval” con un magnetófono oculto, algo que ignoran los miembros del Gobierno, incluido el propio Henry Kissinger (1.923), Secretario de Estado. Ante estas revelaciones, Nixon contesta a la prensa, durante una visita a “Disneylandia”: “No soy un bribón”.
Un año después, en julio de 1.974, el Tribunal Supremo ordena al presidente entregar las cintas secretas para utilizarlas en el Juicio del “Watergate”. El presidente se opone y los jueces resuelven el debate con una histórica votación de ocho a cero contra los argumentos del presidente. Nixon pierde el apoyo de sus propios correligionarios del Partido Republicano, que están dispuestos a votar a favor de una solicitud del Congreso de los Estados Unidos para iniciar un “Proceso de impeachment”, de “destitución” del presidente.
Woodward, Bernstein y Bradlee mantienen la identidad de “Garganta Profunda” en el anonimato durante décadas, cumpliendo su compromiso profesional de no revelar las fuentes. En el año 2.005, 33 años después del inicio del escándalo, la familia de “Garganta Profunda”, que se encuentra muy enfermo, da a conocer su identidad a la revista “Vanity Fair”: se trata del agente del FBI, Mark Felt, que en la época de Nixon ocupa el puesto de Director Asociado de la Agencia de Investigación y que fue compañero de Woodward en la Marina estadounidense. Felt fallece 3 años después, el 18 de diciembre de 2.008.
Colofón
En menos de cuatro meses, éstos dos anónimos periodistas veinteañeros, van a ir publicando artículos, a ritmo de exclusiva, que van a hacer que el líder máximo de los Estados Unidos tenga que salir de la Casa Blanca por la puerta de atrás. En medio de la presión pública, tras confirmarse que está involucrado en los intentos por encubrir lo sucedido y con la amenaza de un juicio político en su contra por obstrucción a la justicia, Nixon abandona la presidencia por su propio pie después de pronunciar un discurso a la nación el 8 de agosto de 1.974: “Nunca he sido una persona que se rinda fácilmente. Dejar la presidencia antes de que mi mandato termine, es algo que aborrezco profundamente, desde lo más hondo de mi alma. Pero como presidente, debo poner los intereses de Estados Unidos en primer lugar”. Lo reemplaza en el cargo su vicepresidente Gerald Ford (1.913 – 2.006), quien lo indulta, 48 horas después de asumir la presidencia, de todos los delitos federales que ha cometido mientras se encontraba en su cargo. Nixon perdió el poder, pero no llegó a ser juzgado por el escándalo, que aun así destruyó su carrera política. Las lecciones del “Escándalo Watergate” son muchas. Ben Bradlee, el jefe de Bernstein y Woodward, que resistió las más fuertes presiones para “parar la investigación”, se lamenta en sus Memorias de que “para los políticos que llegaron a Washington tras el Watergate, la lección que habían aprendido se reducía a una sola idea: ‘Que no te cojan’’. Con el paso del tiempo, el “Escándalo Watergate” se convierte en material de libros y películas, motiva debates sobre los límites del poder y el rol del periodismo de investigación y deja una marca tan profunda, que hoy, el sufijo «gate», se usa para hablar de todo tipo de escándalos.
En Washington, D.C., el lunes, 5 de abril de 1.976, se produce el estreno de la película «Todos los hombres del Presidente», dirigida por Alan J. Pakula (1.928 – 1.998), basada en el libro de Woodward y Bernstein que documenta su investigación del “Escándalo Watergate” y está protagonizada por Dustin Hoffman (1.937) y Robert Redford (1.936).