Honor a Torres Balbás, a quien la Alhambra tanto debe
Hace diez días se cumplía un siglo desde que Leopoldo Torres Balbás, entró en la Alhambra como flamante arquitecto-conservador, de lo que entonces era una pura ruina mezclada con un pastiche orientalista que, poco o nada, tenía que ver con la maravilla que fue el conjunto de palacios y edificaciones que albergaron a los reyes y la corte nazarí.
Leopoldo no era un especialista en arte hispano musulmán, tampoco tenía una formación específica sobre la materia. Educado en el ambiente y en los valores humanísticos de la Institución Libre de Enseñanza, sus intervenciones sobre el monumento nazarí supusieron un giro radical, no sólo en su conservación y consolidación, sino en la aplicación de criterios históricos y arqueológicos dirigidos a la recuperación de las obras de arte a escala nacional e internacional. Su rigurosidad y su capacidad de trabajo, unidas a su insobornable honestidad lo convierten, sin lugar a duda, en el personaje más importante del siglo XX para la Alhambra que hoy conocemos.
Durante trece años, hasta el estallido del golpe de estado de 1936, Torres Balbás trabajó incansablemente para devolver la Alhambra a su estado original, lo que le supuso durísimos enfrentamientos con buena parte de la sociedad granadina, que no le perdonó no convertir el monumento en un decorado de huríes y odaliscas; hasta el punto que de no salir de aquella Granada, probablemente la vida del joven arquitecto habría terminado en las tapias del cercano cementerio, al igual que la de centenares de intelectuales y profesionales liberales de la época.
Torres Balbás se mantuvo siempre fiel a un principio básico e inamovible: “Conservar los edificios tal como nos han sido transmitidos, preservarlos de la ruina, sostenerlos, consolidarlos, siempre con un gran respeto a la obra antigua; nunca completarlos ni rehacer las partes existentes”. Gracias a esos fundamentos y a aquellos trece años de trabajo en Granada, le debemos la Alhambra que hoy conocemos, monumento declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, el más visitado de España y el referente de la arquitectura islámica para todo el mundo.
Rodeado de un equipo de profesionales, acometió la restauración de espacios como el estanque del Partal, los patios de Machuca y del Harem, el Pórtico y Torre de las Damas, considerada una de sus intervenciones más celebradas; la Torre de Comares, el templete oriental del Patio de los Leones, restauración que sus detractores utilizaron en su contra; y los baños del Polinario. Le debemos también que no se eliminaran monumentos clave en Granada como el Bañuelo, el Corral del Carbón o la Casa del Chapiz, Daralhorra, la Casa de los Girones y por supuesto que la Alhambra no siguiera el camino irreversible del deterioro de que estaba siendo víctima.
Pero es que, además, Torres Balbás, fue el responsable de diseñar y construir el pabellón de Granada en la Exposición Universal de Sevilla de 1929, lamentablemente devorado luego por un incendio u por el que incluso recibió la medalla de oro, lo que demuestra su valía y categoría profesional.
Conocemos la meticulosidad de sus trabajos en la Alhambra a través del «Diario de Obras» que escribió durante sus trece años al frente del monumento; un documento detalladísimo a través del cual podemos conocer sus ideas y la evolución de obras de consolidación y recuperación de la ruina con que, según sus propias palabras, se encontró.
Pero fue la eliminación de las cupulillas bizantinas o casquetes semiesféricos, de los templetes del Patio de los Leones, la que más dolores de cabeza provocaron al bueno de Leopoldo y a punto incluso estuvieron de costarle la vida. En 1859 las había diseñado Contreras y construido con el apoyo del arquitecto Juan Pugnaire. Se trataba de caprichos neo-románticos, de tipo orientalista, incrustados artificialmente para dar satisfacción a un turismo incipiente, pero que nunca habían formado parte de la arquitectura original de la Alhambra.
Según el periodista e investigador, Gabriel Pozo, el golpe de estado del 18 de julio de 1936 cogió a Leopoldo Torres Balbás en Soria, de excursión didáctica con sus alumnos de Arquitectura y eso le salvó la vida. La confusión fue total en la ciudad castellana. Soria quedó pronto adscrita al bando sublevado y Torres Balbás atrapado. Durante los siguientes días de julio se preocupó por devolver a sus alumnos a sus lugares de origen. En agosto, su ex mujer consiguió contactar con él y avisarle de que no se le ocurriera regresar a Granada, donde había sido declarado afecto al Frente Popular, republicano y rojo, y le estaban buscando para fusilarlo, tal y como estaba ocurriendo con todos los que habían tenido un cargo público o político en la provincia.
A lo largo de su correspondencia con Gallego Burín, Emilio García Gómez, Gómez-Moreno, Francisco Javier Sánchez Cantón y Francisco Prieto-Moreno, su sustituto en la Alhambra a partir del 25 de agosto de 1936, aparece constantemente su amargura por el trato recibido en Granada, especialmente por su trabajo en la Alhambra y también por su temor a ser fusilado en cualquier momento.
Torres Balbás fue consciente de que Granada no perdonaba a quien llegó con ideas modernas en restauración de edificios; tampoco le perdonaron la separación de su mujer Josefa, cuando en realidad fue ella la que lo dejó a él… pero, sobre todo, no le perdonaron que hubiese deshecho la imagen pseudo romántica impostada en la Alhambra por la saga de los Contreras en el siglo anterior.
Cien años después, una placa descubierta en lo que fuera la Casa del Arquitecto, junto a la Puerta del Vino, donde residió aquellos trece años, una programación especial en torno a su figura, diseñada por el Patronato de la Alhambra y unas jornadas organizadas por el Ateneo, junto al Colegio Oficial de Arquitectos, el Departamento de Expresión Gráfica Arquitectónica y en la Ingeniería de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, así como la Cátedra de Arquitectura y Urbanismo del Centro de Cultura Contemporánea La Madraza, dependiente de la UGR, rinden estos días homenaje a Leopoldo Torres Balbás, a quien, la Alhambra, Granada y los granadinos, tanto debemos.