Antonio Gómez Romera
Domingo, 9 de abril de 2023
EN EL CXVII ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE LA ACTRIZ RAFAELA APARICIO
La actriz Rafaela Aparicio (Rafaela Díaz Valiente, 1.906-1.996), nace en el nº 8 de la calle Pasaje, de la malagueña localidad de Marbella, tal día como hoy, hace ya 117 años. Rafaela es una de las actrices cómicas más queridas por el público español: es el ejemplo de cómo una actriz de reparto, una secundaria durante casi toda su vida, pese a carecer de un físico imponente, se convierte en la preferida de los espectadores. Destaca por su facilidad para la improvisación, su gracejo andaluz, su desparpajo, su zalamería y su naturalidad.
Quienes la conocieron, la recuerdan como una mujer extrovertida, vitalista y crédula, apolítica confesa, discreta, poco ambiciosa, una trabajadora incansable y de valores tradicionales conservadores: solía ir a misa todos los domingos y jamás se permitió el lujo de ser vanidosa. Pero no tuvo problema alguno en trabajar con cineastas tan políticamente incorrectos, como Eloy de la Iglesia Diéguez (1.944-2.006), en su transgresora “El pico 2” (1.984), o tan progresistas como Fernando Colomo Gómez (1.946), en su atrevida “La vida alegre” (1.987).
Es una actriz tremendamente profesional. Una vez, durante una representación de la obra “Mala yerba”, del dramaturgo Rafael Mendizábal, Rafaela se cae al patio de butacas desde el escenario y, aunque aquello le provoca una lesión en el coxis y varias magulladuras, en lugar de cancelar la función, vuelve a subirse al escenario y la termina. Su filmografía supera el centenar de títulos, generalmente en papeles cortos, encuadrada en lo que se llama actriz de reparto. Con frecuencia ejerce papeles de chacha, de tata o de cocinera y, por lo común, dota a sus personajes de naturalidad y bonhomía. En 1.978, fue distinguida con la “Medalla de Oro al Mérito al Trabajo”. En 1.987 gana el “Goya de Honor a su trayectoria” y dos años después, el de “Mejor Interpretación Femenina Protagonista” por “El mar y el tiempo”, dirigida por Fernando Fernán Gómez (1.921- 2.007). “No sé qué hago para que me queráis tanto”, dijo una emocionada Rafaela, al recoger su Goya de Honor, de manos de Luis García Berlanga en la II edición de los Premios.
Notas biográficas
Hija de José Díaz Aparicio, natural de Linares (Jaén), piloto de la marina mercante y, después, empresario teatral y taurino, y de Balbina Valiente Andrés natural de Ulea (Murcia). En una de sus entrevistas, Rafaela no tuvo reparo en dar sus datos personales: «Yo me llamo Rafaela Díaz-Valiente Aparicio y nací en Marbella y de allí me sacaron a los diez meses llevándome a La Carolina, después a Sevilla y más tarde a Córdoba donde teniendo diez o doce años empecé ya a hacer pinitos teatrales en cuadros de actores aficionados. Mi padre era marino mercante pero se metió en negocios taurinos y teatrales como empresario, lo que yo aproveché pues, aunque me saqué el título de Magisterio, el teatro siempre ‘me tiró’ mucho».
Rafaela vive desde niña su afición por el mundo del espectáculo. Se educa bajo la dirección y el cuidado de las monjas carmelitas de Córdoba, lo que despierta en ella un gran apego a Dios, que nunca va a desaparecer. Desde adolescente, sueña con convertirse en cómica, como su admirada Loreto Prado Medero (1.863-1.943), que un día se topó con ella y le comentó: «Eres pequeñita y fea como yo, así que tú serás una actriz cómica muy buena». Aquellas palabras calaron hondo en su alma y la llevaron a estudiar Magisterio. Según reconoció, «ejercí de maestra, pero me casé con un actor del que se separaría al poco tiempo para poder ser cómica». Pero su padre no veía entonces con buenos ojos sus aspiraciones artísticas y solía decirle que, siendo tan «feúcha y menudilla», tenía poco futuro como actriz. Al acabar sus estudios de Magisterio, se incorpora a la compañía de Manuel Benito Arroyo y recorre Andalucía. Muy jovencita, con sólo 23 años, representa su primera obra, en el “Teatro Duque de Rivas” de Córdoba: “El conflicto de Mercedes», de Pedro Muñoz Seca (1.879-1.936), junto a Luis Benito Arroyo, amigo de su padre. Tras su debut en Córdoba, se instala con su padre en Madrid. Por aquella época, “la Menúa”, como la llamaban, se casó con su primer y único marido. El matrimonio, que ella calificó como el ‘mayor error’ de su vida, apenas duró un año y medio.
Rafaela debuta en el cine en 1.935, con un papelito en “Nobleza baturra”, de Florián Rey, y no va a rodar más películas hasta 1.955. Poco antes del estallido de la Guerra Civil, comienza a hacer comedias. Estrena «Cuidado con la Paca», sainete en 3 actos de ambiente castizo madrileño, de José de Lucio Pérez (1.884-1.949), en el “Teatro de la Comedia” de Madrid, lugar que se va a convertir en su casa y su trabajo durante el conflicto. Más de una tarde, sus compañeros y ella misma, tienen que interrumpir la obra y esperar a que pasen los aviones que bombardean Madrid. Así recuerda como «Se callaba todo el mundo, se apagaban las luces y allí escuchábamos todo el bombardeo. Cuando se acababa, se encendían las luces y se terminaba la comedia, como si no hubiera pasado nada».
Al poco de aquella experiencia, pasa una temporada en la compañía de Paco Martínez Soria (1.902-1.982), con quien llega a afiliarse a la CNT, después de que hubiera un Decreto de la República de sindicación obligatoria. Rafaela es tiple cómica y en su repertorio musical interpreta zarzuelas como: “La del manojo de rosas”, “Los claveles”, “La Dolorosa”, “La del Soto del Parral”. Empieza en el “Teatro de la Comedia”, con María Mayor y Juan Espantaleón Torres (1.885-1.966). Y en el “Teatro Reina Victoria”, con Juan Bonafé y Sansó (1.875-1.940), donde vuelve a interpretar “El orgullo de Albacete” y “La educación de los padres”. En el repertorio de Rafaela de esos años, constan estas otras representaciones: el estreno de “Los chamarileros”, del granadino Antonio Paso (Antonio Afán de Ribera y Cano, 1.868-1.958); “Juan José”, de Joaquín Dicenta Benedicto (1.862-1.917), en el papel de “la Toñuela”, que llevó por provincias; y “Tambor y cascabel”, de los hermanos Álvarez Quintero, con la compañía que encabezaba Josita Hernán (Josefina Hernández Meléndez, 1.914-1.999). Ya en 1.939 aparece en el “Teatro Pavón”, con el espectáculo “Mi niña es la Greta Garbo”. En el reparto también figura el actor Erasmo Pascual, pareja de Rafaela desde 1.933: con él tiene dos hijos y una vida discreta y feliz.
Respecto a quien fue su compañero y pareja, Erasmo Pascual Colmenero, nace en Ribadavia (Orense) el 6 de mayo de 1.903. Con apenas 20 años se traslada a Madrid, comenzando a trabajar como figurante. Ya en 1.933, su nombre figura en el reparto de la película “Sol en la nieve”. Ese mismo año aparece en la compañía del legendario Antonio Vico Camarero (1.90 -1.972) y en las siguientes temporadas en las de Fernando Granada (Fernando Egea González, 1.907-1.965) y la de Soler Marí-Leal. Erasmo llega a intervenir en un centenar de películas y en decenas de programas de TVE pero nunca llega a tener la consideración de primer actor. Fallece el 7 de Junio de 1.975.
Desde 1.950, Rafaela actúa en los Teatros “Infanta Isabel” y “María Guerrero”, de Madrid. Su época de mayor estabilidad es en la que pertenece a la Compañía titular del “Teatro Infanta Isabel”, regido entonces por Arturo Serrano Arín (1.906-1.986). En ella está desde 1.950 hasta 1.968, con cortas escapadas a otras compañías. Su primer gran papel en el cine es en “La gran mentira” (1.956), junto con Francisco Rabal Valera (1.926 -2.001). Desde entonces, alterna el teatro con el cine y la televisión. En la década de 1.960, está varias temporadas en el «Teatro Nacional María Guerrero», reclamada por José Luis Alonso Mañés (1.924-1.990). Su físico: baja estatura y sobrepeso, es una característica personal y Rafaela actúa de criada, tía, madre, solterona. Nunca pudo aspirar a ser la dama de la Compañía, y su compañero, Erasmo Pascual, tampoco tiene el tipo para galán.
Rafaela es una de las actrices pioneras en Televisión Española. Comienza en los inicios de la década de 1.960, con unos «sketchs» de Adolfo Marsillach Soriano (1.928-2.002). Jaime de Armiñán Oliver (1.927), la llama para su serie “Chicas”. Y, más tarde, protagoniza “¡Silencio, se rueda!”, con guiones de Marsillach. En octubre de 1.966, Televisión Española comienza a emitir todos los sábados el programa de entretenimiento “La casa de los Martínez,” que se mantiene en antena durante cuatro años. En él, Rafaela forma con Florinda Chico (Florinda Chico Martín-Mora, 1.926-2.011), una pareja de empleadas del hogar, tía y sobrina en la ficción argumental. Las dos veteranas actrices, como el resto de sus compañeros, alcanzaron una gran popularidad. Hasta el género de la revista quiso contar con Rafaela para las producciones de Matías Colsada (Matías Yáñez Jiménez, 1.910-2.000), compartiendo cartel con Juanito Navarro (Juan Navarro Rubio, 1.924-2.011) y Vicky Lusson (1.945). En una ocasión, de hecho, un matrimonio de Toledo llegó a acercarse a ella para ofrecerle trabajo como empleada de servicio doméstico: «Me dijeron: ‘Le ofrecemos a usted mucho más dinero del que gane aquí [en la tele y el teatro] si se viene con nosotros a nuestra casa. Yo les dije: ‘Esta profesión no tiene nada que ver con irme a la casa de ustedes a servirles. Este teatro y esta profesión no los puedo yo dejar, porque estoy muy a gusto y vivo muy feliz’.
Otros programas de televisión donde también toma parte son: «La tía de Ambrosio» (1.971), «Silencio, estrenamos» (1.974) y «Lecciones de tocador» (1.983). El dramaturgo Rafael Mendizábal Iturain (1.940-2.009), quiso aprovechar el gancho comercial de la pareja Aparicio – Chico y les escribe la obra “Mi tía y sus cosas” en 1.985. Arrasaron en la taquilla. El autor siguió escribiendo para Rafaela hasta que ya no pudo subirse a un escenario. “Mala yerba”, “La abuela echa humo” y “¡Viva el cuponazo!”, fueron las últimas apariciones escénicas de la actriz.
Rafaela comienza a hacer cine en 1.935 y termina en 1.994. Su extraordinaria filmografía comprende más de 100 títulos de todos los géneros. «El extraño viaje» (1.967) es una de esas rarezas cinematográficas que el paso del tiempo convierte en objeto de culto. El encuentro con Carlos Saura Atarés (1.932-2.023) marca un giro en su carrera. En 1.979 la hace protagonista de «Mamá cumple cien años». Rafaela obtiene un triunfo sensacional que le permite rodar después producciones tan interesantes como «El Sur», 1.983; «Padre nuestro», 1.985; «El año de las luces», 1.986 y «El mar y el tiempo», 1.989. Su extraordinaria carrera le hace merecedora de la Medalla del Trabajo, la Medalla de Plata al mérito de las Bellas Artes y el Premio Nacional de Cinematografía. Ella misma reconoce que «Donde realmente soy feliz es sobre un escenario, porque cuando cada noche cae el telón y vuelvo a casa, me espera la oscuridad, y no puedo soportarla. En esas noches que parece que nunca acaban, pienso en la felicidad que tuve».
El 9 de Junio de 1.996 enferma de Alzheimer y se retira de la actividad artística. En ciertas ocasiones, creía estar en escena y pedía que fueran a recogerla para ir a hacer la función. El periodista Manuel Román Fernández (1.945) ha escrito que, en pleno delirio, Rafaela pedía a sus enfermeras de la Residencia que la vistiesen rápido, porque iba a “llegar tarde al estreno”.
Colofón
Rafaela fallece el 9 de Junio de 1.996, en una Residencia de Ancianos de La Santina, situada en el barrio de Canillejas (Madrid), a los 90 años de edad a causa de un derrame cerebral. Ella presumía a menudo de haberse ganado el cariño de todos sus compañeros de profesión. Paradójicamente, pocos actores acudieron a su entierro, sólo Andrés Pajares, Luis Varela, Juanjo Menéndez, Julia Martínez, Rafael Hernández o el director teatral Antonio Guirao pasaron por su velatorio. La Rafaela Aparicio persona, murió sin el calor de sus compañeros, pero la Rafaela Aparicio actriz, seguirá apareciendo en nuestras televisiones durante décadas y décadas. La magia del cine y la tragedia de la vida. Rafaela Aparicio y su esposo Erasmo Pascual están enterrados en una sencilla sepultura en el Panteón de Escritores y Artistas Españoles del Cementerio de San Justo de Madrid. Una sobria losa de granito, adornada con una cruz en relieve, sella los cuerpos de estos dos actores. Ella alcanzó la fama; él no pasó de ser un actor de reparto medianamente conocido.