Antonio Gómez Romera
Domingo, 2 de abril de 2023
EN EL CXIII ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE LA AVIACION MILITAR ESPAÑOLA
Tal día como hoy, un 2 de abril, festividad de San Francisco de Paula (1.416 – 1.507), fundador de la Orden de los Hermanos Mínimos, décimo tercera semana del año 2.023, pero hace ya 113 años (sábado, 1.910), Ángel Aznar y Butigieg (1.847-1.924), Ministro de Guerra del Gobierno presidido por José Canalejas Méndez (1.854-1.912), firma la Real Orden que da lugar al nacimiento de la Aviación Militar Española: “estando a punto de terminarse la pruebas de recepción del dirigible “España” y siendo de la exclusiva competencia del Cuerpo de Ingenieros Militares cuanto se relaciona con los servicios de Aerostación, Aeronáutica y Aviación, el Rey (q.D.g.) ha tenido a bien disponer que por el Parque Aerostático se proceda al estudio del tipo de aeroplano que más convenga a nuestro Ejército”. La firma de ésta Real Orden tiene lugar siete años después del primer vuelo a motor, prolongado y verificado de los hermanos Wilbur y Orville Wright (jueves, 17 de diciembre de 1.903), en el pueblo marinero de Kitty Hawk (Ohio, EE.UU.), a bordo del “Flyer I”, con 35 kilos de peso, un motor de 12 caballos y Orville a bordo, que logra volar durante 12 segundos, recorriendo una distancia de 36 metros.
Inicios de la Aviación Militar en España
La aplicación en España de los medios aéreos al mundo militar, se remonta unos años antes, con la creación del Servicio de Aerostación Militar, el 24 de agosto de 1.896 en Guadalajara, por el Comandante de Ingenieros Pedro Vives Vich (1.858-1.938), considerado como uno de los grandes impulsores de la Aerostación en España. Según hace constar Octavio Domosti, en du artículo “España y los dirigibles: una historia de desencuentros”, publicado en la Revista “JotDown”, en 2.016, “Corría el año 1.902, cuando la industria tecnológica española tuvo la oportunidad de trazar un camino bien distinto al que conocemos. Apenas un puñado de años antes de que Miguel de Unamuno y Jugo (1.864-1.936) estigmatizara nuestro porvenir con su lapidario y despectivo «que inventen ellos», el ingeniero de caminos y prolífico inventor Leonardo Torres Quevedo (1.852-1.936) conmocionó a la Academia de Ciencias francesa al presentar una memoria titulada «Perfeccionamientos en aerostatos dirigibles» basada en unas patentes que había solicitado. Faltó poco para que lo sacaran a hombros. En aquellos tiempos de señores con chistera y densos mostachos, los dirigibles eran la gran esperanza para la conquista del cielo. Es cierto que había algunos lunáticos que se lanzaban por los terraplenes con pesados trastos más densos que el aire, pero en aquel momento nadie apostaba un duro por aquel sistema denominado aviación, sino que lo que estaba de moda era la aerostación, es decir, el vuelo con ayuda de artefactos más ligeros que el aire. Y Torres Quevedo había dado un tremendo golpe en la mesa con un prototipo de dirigible denominado semirrígido que aglutinaba las ventajas de los sistemas rígido y flexible, pero que adolecía de sus respectivas desventajas”.
Se ha de hacer constar que los dirigibles flexibles mantienen su forma por la alta presión del gas de inflado y son muy ligeros, pero son muy inestables ante rachas de viento imprevistas y no pueden llevar barquillas pesadas. En cambio, los dirigibles rígidos tienen una estructura interior que mantiene su forma y los hace más estables durante el vuelo, pero necesitan mayor volumen para poder levantar su peso.
En enero de 1.904, se crea el Centro de Ensayos de Aeronáutica con un objetivo: probar los ingenios ideados por Torres Quevedo. Además de dotarlo de una partida presupuestaria y cederle un local, el abandonado frontón Beti Jai, situado en la madrileña calle del marqués del Riscal, le facilitan personal técnico, entre los que destaca el capitán Alfredo Kindelán Duany (1.879-1.962), un ingeniero militar con gran experiencia en vuelos en globo, que rápidamente se convierte en la mano derecha de Torres Quevedo.
Trabajan duramente y tras numerosos ensayos, el sábado, 11 de julio de 1.908, el “Torres
Quevedo 2”, realiza el primer vuelo con éxito de un dirigible diseñado y construido en
España. Pero una serie de malentendidos entre Torres Quevedo y Kindelán, hacen que “de facto”, Torres Quevedo sea expulsado del Parque de Aerostación de Guadalajara, ocasión que aprovecha la Empresa francesa “Astra”, ofreciendo a Torres Quevedo instalaciones, materiales y pilotos para desarrollar su dirigible. Las pruebas con los primeros “Astra Torres”, confirman que el diseño del ingeniero español es sensacional.
En Enero de 1.909, el coronel Pedro Vives Vich y el capitán Alfredo Kindelán Duany, recorren Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia, para estudiar los globos dirigibles y los aeroplanos para su empleo militar y, mientras Torres Quevedo está en unos hangares de “Astra” probando sus dirigibles con éxito, la empresa francesa está cerrando el trato con Kindelán vendiéndole un modelo de dirigible flexible que ya no va a fabricar más, puesto que los de Torres Quevedo son mucho mejores.
El domingo, 5 de septiembre de 1.909, tiene lugar el primer vuelo con motor realizado en España: entre Pastrana y Valencia, y lo hace un aeroplano «Olivert», diseñado por Juan Olivert Serra (1.888-1.949) y construido por Gaspar Brunet Vadera.
La Real Orden de fecha 21 de septiembre de 1.910, crea la Comisión de experiencias del
material de Ingenieros, cuyo cometido es la realización de los estudios y experiencias
necesarios “tanto para lo relativo a su adquisición, como en lo referente a su
perfeccionamiento”.
Pero a pesar de estas disposiciones legales, el Ministerio de la Guerra no parece sentir ninguna urgencia para comprar aeroplanos ni adoptar medidas para seguir el camino ya establecido por otras naciones europeas. Son las pruebas de recepción del dirigible “España”, fabricado por la firma francesa “Astra”, llenas de accidentes e incidencias, las que obligan a cambiar de rumbo. Cuando el 19 de octubre de 1.910 el dirigible es llevado a Carabanchel para ser sometido a la prueba de pernoctar en campo abierto, un intenso viento rompe su red de anclaje y suspensión y tiene que ser desinflado para evitar daños mayores. El fracaso de esta prueba a la intemperie nocturna del dirigible y el cúmulo de adversidades sufridas con anterioridad, hacen que el Jefe de la Sección de Ingenieros del Ministerio de la Guerra, general José Marvá Mayer (1.846-1.937), proponga el comienzo de las experiencias con algunos aeroplanos y proceder por consiguiente a su adquisición.
El 23 de Octubre de 1.910, la Federación Aeronáutica Internacional emite a S.A.R. el Príncipe D. Alfonso de Orleans y Borbón (1.886-1.975) su carnet, el n° 2 de Piloto
Aviador. El capitán de Ingenieros Alfredo Kindelán Duany, es enviado en comisión de servicio a París del 31 de octubre al 18 de noviembre, para que seleccione la compra de tres aeroplanos. Allí contrata en firme la adquisición de dos biplanos Henri Farman con motor rotativo Gnome de 50 cv y un Maurice Farman con motor Renault, de la misma potencia. Como confiesa años más tarde. “Elegí tres aviones de los que podía pagar con el crédito que me habían concedido. Entonces un aeroplano era muy barato y por cien mil pesetas me pude traer tres, más material de repuesto, un coche y varios camiones”.
Por Real Orden de 21 de diciembre de 1.910, es aprobado el Reglamento de la Comisión de Experiencias, comisión presidida por el coronel de Ingenieros Julio Rodríguez Mourelo (1.858 – / ) y de la que forman parte el teniente coronel Pedro Vives Vich y el capitán Alfredo Kindelán Duany, que tiene por objeto elegir el emplazamiento más idóneo para la instalación del primer aeródromo militar. En principio, seleccionan unos terrenos situados en Retamares y en otro lugar ya conocido como Cuatro Vientos, próximo a Carabanchel.
A comienzos de enero de 1.911, el general Marvá solicita al Ministro de la Guerra la adquisición de los terrenos situados en Carabanchel Alto, para construir una Escuela de Pilotos y el Centro de Pruebas de Aeroplanos. La razón principal que lleva a esta decisión es que el Ministerio de la Guerra es dueño en esa zona de un terreno de unos cien mil metros cuadrados que en su día ha pertenecido al Campamento de Carabanchel, y que está situado en la Carretera de Extremadura a la altura del Ventorrillo del Clares o del Gallego, lugar donde se sirven comidas a una clientela variopinta, oficiales, profesores, albañiles, mecánicos etc. Por recomendación del coronel Vives, se establecen contactos y conversaciones directas con los dueños de las parcelas afectadas, los cuales, al sentirse beneficiados por los ventajosos precios de las ventas, no ponen objeción alguna. Este va a ser el primer Aeródromo de la Aviación Militar Española: el de Cuatro Vientos. En la primera semana de febrero de 1.911 llegan a la zona los primeros soldados del Destacamento. Son seis soldados del Cuerpo de Ingenieros, que de inmediato proceden a instalar sus tiendas de campaña y los dos hangares desmontables “Bessonneau”, recién llegados de Francia, en los que se guardan los aviones.
De inmediato comienzan las obras para construir
aquellas edificaciones más
imprescindibles, dirigidas por los capitanes de Ingenieros Enrique Arrillaga
López (1.884 -1.972) y Alfredo Kindelán: un pequeño edificio para la Escuela de
Pilotos, un barracón para la tropa, una pequeña cochera de automóviles y un
alojamiento para el Cuerpo de Guardia. A finales del mes de febrero, llegan los
aeroplanos Farman y se inician los trabajos de preparación de la pista de
vuelos.
El martes, 7 de marzo de 1.911, entra en vigor el Reglamento para la Experimentación de Aeroplanos, unidad militar que queda ubicada en el recién construido Aeródromo de Cuatro Vientos. El capitán Kindelán es nombrado Jefe del Aeródromo y Director de la Escuela de Vuelos. El domingo, 12 de marzo, el aviador civil español Benito Loygorri Pimentel (1.885-1.976), estrena la pista de vuelos del Aeródromo con su aeroplano Henry Farman, que ha llevado en vuelo desde el improvisado campo madrileño de Ciudad Lineal: realiza una breve exhibición que cautiva a todos los presentes y, posteriormente, invita a recibir su bautismo del aire a otro capitán de Ingenieros, el granadino Emilio Herrera Linares (1.879-1.967), que años después va a ser una de las glorias de nuestra Ciencia y Aviación, efectuando ambos un breve vuelo entre Cuatro Vientos y Alcorcón y su regreso.
El miércoles, 15 de marzo, comienzan las clases de vuelo los 5 alumnos integrantes de la Primera Promoción de la Escuela, los capitanes, Alfredo Kindelán, Emilio Herrera y Enrique Arrillaga y los tenientes Eduardo Barrón y Ramos de Sotomayor (1.888-1.949) y José Ortiz de Echagüe (1.886-1.980). Los vuelos de aprendizaje carecen de doble mando, el instructor se sitúa sobre el borde de ataque del ala inferior y el alumno, detrás de él, observa por encima de sus hombros.
El 2 de noviembre de 1.913, la escuadrilla al mando del capitán Kindelan, empieza los primeros vuelos, despegando del aeródromo de Sania Ramel en Tetuán.
El 19 de noviembre, el teniente piloto Julio Ríos Angüeso (1.888-1.983) y el capitán
observador Manuel Barreiro Álvarez (1.880-1.940), a bordo de un aeroplano «Maurice
Farman», son heridos por disparos de los rifeños cuando sobrevuelan el Monte Cónico, siendo los primeros avisadores en ser condecorados con la Cruz Laureada de San
Fernando. Este grupo de aviones tuvo éxito en varias hazañas, entre ellas, llevaron a cabo
el primer bombardeo aéreo de la historia de la aviación, en la Guerra del Rif.
Colofón
El 15 de septiembre de 1.917, se crea la “Aviación Naval”, siendo el Ministro de Marina, el contralmirante Manuel de Flores y Carrió (1.857-1.920). El Real Decreto de Alfonso XIII marca tres líneas de actuación: crear una Escuela de Aviación Naval en Cartagena para la formación del personal de esta especialidad; establecer una fábrica para la construcción del material aéreo naval necesario y construir tres estaciones aeronavales en las Bases de Cádiz, Ferrol y Cartagena y otras secundarias en las Rías de Galicia y de Mahón. Posteriormente, en 1.920, su nombre cambia a “Aeronáutica Naval”.
A finales de 1.921, como indemnización por las pérdidas de la Marina Mercante durante la Primera Guerra Mundial, España recibe un vapor alemán llamado “Dédalo”. Tras ser modificado en 1.922, se convierte en el primer portahidroaviones de la Armada.
Tras esta sucinta historia solo resta decir que la Aeronáutica Militar se considera precursora del actual Ejército del Aire. Con toda esta trayectoria, al finalizar la Guerra Civil, mediante la Ley de 8 de Agosto de 1.939, se establecerán los Ministerios del Ejército, Marina y Fuerza Aérea y se organizará su estructura, organismos y servicios.