ALGUNOS DATOS SOBRE LA HISTORIA CONSTRUCTIVA DE LOS EDIFICIOS RELIGIOSOS MOTRILEÑOS
Motril, villa de cierta importancia del sultanato nazarí en la costa granadina, mantuvo relativas preeminencias en la Edad Moderna, estableciéndose en ella, tras la conquista en 1489 por los Reyes Católicos, distintas instituciones para su gobierno espiritual y civil que configuraron el nuevo centro urbano cristiano. Poco a poco fueron surgiendo edificios que modificaron la urbe y definieron la ocupación ideológica de Motril: iglesias, conventos ayuntamiento, cárcel, pósito…; serían los nuevos centros rectores políticos, religiosos, económicos y sociales, junto con el hospital que cubría el parte las necesidades asistenciales y humanitarias. Tampoco faltaron en pocos años el establecimiento de órdenes regulares que complementaron la labor pastoral y asistencial.
De todas maneras un estudio sobre edificios religiosos no puede comprenderse totalmente sin tener en cuenta los múltiples factores sociales, económicos, religiosos y artísticos que condicionan tanto la envergadura de los proyectos constructivos como la elección de los programas espaciales y decorativos.
Seria en 1492 cuando se abre por primera vez en Motril un templo cristiano que, bajo la advocación del Apostol Santiago, se sitúa en el edificio de la antigua mezquita mayor musulmana en la actual calle de Zapateros.
Esta primera parroquia nace en un Motril todavía convulso de mayoría poblacional mudéjar y amenazada constantemente por un África hostil y por la inseguridad de un territorio aun militarizado por su situación de frontera.
El siglo XVI comenzaría para la villa, al igual que el resto del reino de Granada, con la sublevación de los mudéjares causada por la intransigente política del cardenal Cisneros, revuelta rápidamente sofocada y que concluye para la villa con una capitulación otorgada por los Reyes Católicos en septiembre de 1500, capitulación que va fomentar momentáneamente una mejora de la convivencia entre cristianos y moriscos y que posibilita además que la ciudad pueda poblarse regularmente por cristianos viejos.
Para 1510, considerada inservible la mezquita para las necesidades del culto, se inicial las obras de la Iglesia Mayor de la Encarnación, dentro de lo llamado cercado de la villa, donde existían unas 70 casas de cristianos apartados de los vecinos moriscos, que habitaban los barrios del Manjón y Alcoruche.
En estos primeros años de dominio cristiano, la economía todavía estaba basada en el policultivo musulmán, caracterizado por cañas de azúcar, huerta, cereales, vides y morales. Además de la manufactura de azúcar en algunas aduanas, de seda y las pesquerías.
En 1515, terminada la obra, se abre al culto la nueva iglesia que además de templo tiene la función de fortaleza, último refugio de los vecinos de Motril ante las continuas amenazas de ataques turcos y berberiscos
El enfrentamiento entre los dos grupos sociales, culturales religiosos y étnicos, concluye en 1569 con la rebelión de los moriscos, producto de una frontal provocación de la corona castellana al aplicar con todo rigor e intransigencia las disposiciones civiles y eclesiásticas que obligaban a los moriscos a asimilarse definitivamente.
La derrota morisca se salva para Motril con la expulsión de aproximadamente 245 vecinos, lo que significó, sin duda, un bache demográfico considerable y plantearía una época de recesión económica y es precisamente en esos años de dificultades y crisis cuando se realiza, no sin dificultades y oposición de parte de la población, la primera fundación conventual, ya que en 1573 el Arzobispo de Granada autoriza a la orden de Mínimos de la Victoria a establecerse en Motril y crear un convento, que debió estar construido sobre 1580 y sus iglesia en los primeros años del siglo XVII.
Otros edificios religiosos existentes en Motril en este siglo XVI, responden a las manifestaciones religiosidad popular en algunos casos como la ermita de San Sebastián construida con anterioridad a 1537, la ermita de San Roque de la que tenemos constancia documental de su existencia en la primera mitad del siglo, la ermita de san Antón, la primitiva ermita de la Aurora inicialmente dedicada a una advocación que no conocemos, la iglesia de Pataura construida sobre 1520 y para las necesidades sanitarias el hospital construido según parece en 1517 y al que se le adosa, posteriormente, una ermita colindante dedicada a la advocación de Santa Ana que le da el nombre al centro sanitario. También en este siglo aparece el culto a la imagen de la Virgen de la Cabeza, cuya aparición rodeada de cierto halo de milagro y leyenda, y se le construye su primera ermita sobre 1510 en el cerro que antiguamente ocupaba la alcazaba musulmana Qalat al Xaiar, mandada derribar por los Reyes Católicos en 1499.
El siglo XVII es la época de esplendor motrileño, gracias básicamente al gran auge del cultivo cañero y a la intensa producción azucarera que va a posibilitar el despegue económico de esta zona y un aumento considerable en el número de habitantes. Esta buena situación económica hace que en la primera mitad de la centuria se hagan nuevas fundaciones conventuales. La primera fundación de este siglo sería la de los Franciscanos que se establecen primeramente en la ermita de la Cabeza, construyendo allí su convento y terminando las obras de ampliación del antiguo edificio en 1615. Convento que pronto se quería pequeño lo que decidiría a la Orden a construir uno de nueva planta y con iglesia al poniente de la villa en lo que hoy conocemos como Huerta de San Francisco, cuyas obras del convento estarían concluidas en 1630 y las de la iglesia en 1638. La siguiente orden regular que se instala en Motril es la de los Capuchinos, que se establecen por primera vez en la ermita de San Antón, bajo la protección de Jerónima de Arroyo y que tras algún pleito con los otros regulares de Motril, inician las obras de su nuevo convento a levante de la villa en 1644 y su iglesia en 1652. En esta centuria, tras quedar en ruinas la ermita de la Cabeza por el traslado de los Franciscanos a su nuevo convento y pleito para recuperar por el Concejo la imagen de la Virgen, se levanta un nuevo templo en el Cerro que estaría concluido también a mediados del siglo.
Otra edificación religiosa en este siglo y, también, relacionada con la devociones populares es la ermita de San Antonio de Padua construida por vecinos de ascendencia portuguesa a mediados de la centuria en la camino de Motril a Granada en la cercanía de la Nacla, santo que adquiere gran devoción tras la epidemia de peste de 1679 y al que se le atribuye el milagro del fin de la enfermedad. Se construye también una nueva ermita adosada a la antigua de san Roque, edificio de mayores proporciones, cambiándose su advocación a la Virgen del Carmen en los últimos años del siglo. Se ampliaría la antigua ermita de la Aurora adosándole un nuevo edificio más grande, cuyas obras se iniciaron el 1679 y se concluirían en 1704.
Si el siglo XVII fue en términos generales un siglo de auge el siglo XVIII sería por el contrario una época de crisis.
Crisis que hundirá a Motril en una decadencia importante de la que no se saldría hasta el primer tercio del siglo XIX. Esta crisis del XVIII bien motivada por el agotamiento de la estructura económica creada por el monocultivo cañero y la producción azucarera que dejan de ser rentable, por el agotamiento de la planta y la competencia del azúcar colonial; que hacen caer a Motril en un marasmo económico difícil de solventar por el momento. Las construcciones religiosas de envergadura son muy escasa en esta centuria, citemos la fundación del convento de la Nazarenas en la casa de Gaspar de Paniza en 1717, cuya ecléctica iglesia ya sería construida con posterioridad entre 1830 y 1835 por el arquitecto motrileño José Díaz de Alcántara. La iglesia del Hospital es reedificada y se le añade una capilla mayor cupulada en 1764. La ermita de la Angustias, claro ejemplo del contraste entre un exterior sobrio y austero y un interior ricamente decorado, se construye según parece en 1704. Se amplía la Iglesia Mayor con una nueva nave que sustituye a la edificación militar existente en testero sur que mira a la plaza sobre 1783; obras que fueron dirigidas por el arquitecto granadino Francisco de Rivas. También y gracias al patronato del Cardenal Luis de Belluga y Moncada, se levanta en el brazo sur del crucero la capilla de la Virgen de los Dolores, obra del arquitecto José de Bada en 1738, la capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno en 1767 y la capilla de Sagrado Corazón de Jesús en 1750. También parecen pertenecer a este siglo XVIII, las ermitas del Señor de Júnes en las cercanías del hospital en la plaza del Correo Viejo, san Nicolás de Bari en el camino de la Nacla y la desaparecida minúscula ermita de san Caralampio, devoción desconocida por nosotros, erigida en lo que después se llamaría el Barranco de las Monjas. También, parece que hay algunas obras en el Santuario del Cerro y se derriba la iglesia de Pataura en 1796, habiéndose ya traído con anterioridad a la Iglesia Mayor sus imágenes, especialmente el considerado milagroso y magnífica obra de arte: Santo Cristo de Pataura.
En 1728 se propuso por el Gobernador Político y Militar de Motril, marqués de Campoverde, el establecimiento en la ciudad de un colegio de Jesuitas y se acordó escribir sobre ello al cardenal D. Luís de Belluga y Moncada, natural de la ciudad, para que interceda ante el rey y concediese la fundación de la citada institución educativa religiosa. La repuesta del Cardenal fue la de aceptar la petición de los motrileños y, desde 1737, el cardenal manifiesta abiertamente su intención de fundar un colegio regido por los Jesuitas en su ciudad natal.
En agosto de ese año escribe al arzobispo de Granada para que se compre la llamada “Casa de los Herreras” situada al sur de la población, plaza del Tranvía actual, para el seminario de “San José”, ya que a juicio del prelado era la mejor que había en Motril y que además tenía un bellísimo salón para iglesia. La compra se efectúa en noviembre del mismo año.
Sobre 1738 se iniciarían las labores educativas con la presencia de los Jesuitas en Motril que habían aceptado el encargo de Belluga, aunque la escritura de fundación no se firma hasta marzo de 1740 y ella la orden religiosa se obliga a mantener dos escuelas gratuitas para los familiares del Cardenal y para niños pobres de Motril y Salobreña donde se enseñaría las primeras letras, Latinidad, Filosofía, Teología Eclesiástica y Moral; sirviendo, además, las cátedras del citado seminario de “San José” que contaba con una de Filosofía, otra de Teología y dos de Jurisprudencia. Dotó, Belluga, esta fundación con un capital de 31.000 ducados, afectos a la quinta parte de la masa total de sus fundaciones pías en Murcia.
Para el colegio el Cardenal ordenó comprar las casas principales pertenecientes al vínculo de Juan de Aguilar que estaban situadas al levante de la placeta de los Herrera, también actual plaza del Tranvía y en el mismo lugar que hoy ocupa el convento y colegio de las Madres Dominicas. Pagó por estas casas 41.700 reales y 17.500 reales por las obras de adaptación para el colegio.
El siglo XIX vendría marcado por el desastre que produce en los edificios religiosos los terremotos de 1804 y 1884. Con ellos cayeron las tribunas de las puertas de la muralla dedicadas a la Virgen del Rosario, Santiago y la Purísima Concepción y la antigua torre campanario de la Iglesia Mayor, lo que obliga a construir una nueva diseñada en forma neomudéjar en consonancia con el estilo de la primitiva iglesia por el arquitecto granadino Miguel Cirre y que se dejó inconclusa sin tejado en 1817 por la falta de fondos monetarios de la Junta Mayor de Fábrica.
La ocupación de Motril por las tropas francesas en 1810, durante la Guerra de la Independencia, significó el uso de los conventos como cuarteles y su saqueo; a lo que se añaden los decretos firmados por José Napoleón en 1809 sobre extinción de ordenes regulares, cofradías y congregaciones e incautación de sus bienes, lo que implicó la desaparición de numerosas imágenes, joyas y ornamentos sagrados. El febrero del citado año de 1810, el prefecto de Granada, Fernando de Osorno, le comunica al gobernador de Motril, Joseph Juncar, que se realice inventario de todos los bienes de plata, los de oro parece que ya se los habían llevado los frailes al enterarse previamente de la publicación de los decretos, de los conventos de la Victoria, Capuchinos y Franciscanos con la excepción de las Nazarenas. Se incautaron un total de 87 kilogramos de este metal que fueron entregados al comandante francés de la plaza para ser enviados a Granada a las órdenes del general Sebastiani. Las vestiduras sagradas y ornamentos de bronce y madera de escaso o nulo valor, fueron entregados a la Iglesia Mayor y los útiles de cocinas y refectorios a las monjas Nazarenas. Posteriormente con la desamortización de Mendizábal los edificios conventuales, sus iglesias y propiedades son vendidos como bienes de manos muertas. El de la Victoria es adquirido por un sacerdote apellidado Galindo, el de Capuchinos por el vizconde de Frías y el de San Francisco por la familia Burgos, convento e iglesia que se derribarían en los últimos años del siglo. En 1838, antes de entregar los edificios a los compradores, se hace inventario de objetos artísticos que hay en los conventos con destino a los museos provinciales de los Institutos de Ciencias y Artes. El panorama en Motril es desolador. En la Victoria no hay documentos ni libros de valor y solo 14 cuadros considerados viejos dedicados a san Francisco de Paula, san Miguel y san Francisco de Sales. En los de San Francisco y Capuchinos, nada más que unos cientos de libros viejos que quedaron del saqueo francés y que fueron considerados sin ningún valor. De todas maneras, cuadros y libros, fueron entregados al delegado de Gobernador Civil y enviados a Granada. Las imágenes fueron entregadas a la Iglesia Mayor, a algunos particulares y al Arzobispado de Granada. Los edificios conventuales serian usados como almacenes y para viviendas, incluso la iglesia de la Victoria para teatro. En 1888 el Ayuntamiento de Motril entraría en posesión del convento de Capuchinos para trasladar allí las instalaciones del hospital de Santa Ana, ya que el antiguo edificio se consideraba inadecuado para cubrir las necesidades sanitarias de la población.
El siglo XX, el más violento de nuestra historia nacional, trajo por una lado la destrucción en gran parte del patrimonio arquitectónico religiosos y también el nacimiento de la conciencia conservación y de recuperación del patrimonio histórico local.
La Guerra Civil hizo que la secular identificación de la Iglesia como institución con las clases dominantes en una España cuyo pueblo, cansado de falsas e inútiles promesas de democracia y bienestar, buscó incontroladamente la destrucción de los símbolos religiosos. No se atacó a la religión sino a una Iglesia convertida por la visión popular en un elemento de opresión. Al quemar las iglesias y destruir sus imágenes y ornamentos costeados por el trabajo del pueblo durante siglos, las masas creían destruir las cadenas, lo que no evitó que delincuentes y vándalos se apoyaran, para hacer sus desmanes, en la ingenuidad de las multitudes proletarias, que identificaron obras de arte con símbolos de la humillación y ardieron pasto de unas llamas entendidas como símbolo purificador.
Todas las iglesias locales fueron despojadas de imágenes, retablos y ornamentos y sufrieron daños arquitectónicos la iglesia de la Victoria, la iglesia del Cerro y las ermitas de San Antonio, Aurora y San Sebastián. El resto sufrió escasos daños, aunque la iglesia de Capuchinos perdió parte de su cubierta en un bombardeo.
La más dañada fue, sin embargo, la Iglesia Mayor fruto de la explosión de un polvorín en 1938, colocado por el ejército nacionalista en la cripta de la capilla de los Dolores. Como consecuencia de la deflagración la nave de crucero quedó prácticamente destruida, de las capillas de la Virgen de los Dolores y del Nazareno solo quedaron como un informe montón de ruinas. El cuerpo central del templo apenas sufrió daños y quedaron en bastante mal estado la nave construida el siglo XVIII en el testero de la plaza de España y el atrio cubierto de la plaza de la Libertad, cuyas cubiertas se hundieron casi por completo a causa de los cascotes caídos.
Pronto comenzaron las obras de restauración a cargo del organismo oficial Regiones Devastadas y dirigidas por el arquitecto granadino José Robles. Se reconstruyó el crucero respetando el estilo arquitectónico dado por Ambrosio de Vico en el siglo XVII, aprovechando incluso los materiales de las ruinas. Al descubrirse por el padre Ripoll la puerta mudéjar de la primitiva iglesia se optó por no reedificar la nave sur y con el fin de conseguir cierta simetría tampoco se levantó de nuevo el atrio del testero norte. De las capillas afectadas solo se reconstruyó la del Sagrado Corazón, mientras que por falta de medios económicos las de la Virgen de los Dolores y el Nazareno no se repararon, quedando sus sitios como jardines anexos a la iglesia.
Todas estas obras concluirían en 1943, inaugurándose el templo a continuación.
Por último, citar en la desaparición de edificios religiosos, el derribo del edifico del convento de Capuchinos en los años 70 del siglo XX para edificar en su lugar una nueva residencia de ancianos, la no reconstrucción del convento de la Victoria, para destinar su solar a colegio de la Orden Agustina, los derribos definitivos de las ruinas de las ermitas de la Aurora y san Sebastián y san Caralampio, la de san Antón ya había desaparecido en el siglo XIX, y la demolición en 1980 del antiguo edificio del Hospital de Santa Ana y su iglesia, para destinar su terreno a un aparcamiento junto al Mercado Municipal, conformándose la actual plaza de la Tenería.
El patrocinio de la construcción de edificios religiosos en Motril a lo largo de la Edad Moderna está situado en distintos niveles que inciden de mayor o menos manera en la erección de las parroquias, iglesias, conventos y ermitas. Por un lado nos encontramos en la erección de la Iglesia Mayor con el patrocinio de la Curia granadina y de los arzobispos, sin olvidarnos de la Junta de Fábrica de la misma iglesia promotora de muchas de las obras. Igual ocurre con la construcción de la iglesia de Pataura. No debemos olvidar el papel promotor en estas obras del primer vicario de Motril Gonzalo Hernández de Herrera, bajo cuyo control estuvieron estas primeras edificaciones parroquiales en la villa costera. En la construcción de las ermitas y capillas de las iglesias a lo largo de estos siglos se hace ver claramente el patrocinio de cofradías, hermandades y ordenes terceras como ocurre en el caso de las de San Sebastián, san Roque, Aurora y san Antonio de Padua y la capilla de Nazareno entre otras. En el último tercio del siglo XVI y a lo largo del XVII y XVIII aparecen las órdenes regulares cuyo auspicio en la arquitectura religiosa motrileña es importantísimo, tanto por su cantidad como por su calidad. Los Mínimos, Franciscanos, Capuchinos y Nazarenas detentan el mayor papel constructivo en el Motril de la Edad Moderna. Sus conventos e iglesias marcan indudablemente hitos en la historia arquitectónica motrileña, una veces por su estilo propio como es el caso de Capuchinos, otras por ser innovadores estilísticamente como en la iglesia de la Victoria o por la calidad arquitectónica como parece que tuvo la iglesia del convento de San Francisco hoy desaparecida. Junto a estas órdenes regulares establecidas en Motril colaboraron siempre y estrechamente la nobleza, el clero y la burguesía local. No debemos omitir el papel primordial de Alonso de Contreras en la fundación de la iglesia de la Victoria y arreglo de algunas ermitas, los condes de Bornos en la cesión de propiedades para la edificación de la primitiva iglesia del Hospital y convento de la Victoria. En la construcción de la iglesia de San Francisco Nicolás de Parrizola, Luis Patiño y Antonio Travesí. Jerónima de Arroyo en la primera fundación del convento de los Capuchinos en la ermita de San Antón; la familia Serrano en dotación de la ermita de las Angustias. Además de las numerosas capillas por estas clases dominantes fundaron y costearon en todos los templos motrileños; siendo, quizá, la más importante la que creó el vicario Hernández de Herrera en 1537 en la Iglesia Mayor. La Corporación Municipal también interviene en el patrocinio de esta arquitectura. Así el Ayuntamiento ayuda a costear la construcción de la nave de crucero de la Iglesia Mayor en los primeros años del siglo XVII, el patronato para la construcción de la iglesia de Capuchinos y la construcción de la iglesia de la Virgen de la Cabeza en la primera mitad del XVII y seguramente en las obras realizadas en este templo en el siglo XVIII, además del apoyo económico prestado para el establecimiento de la Nazarenas y los fondos económicos destinados para reparos en ermitas y conventos. No olvidemos tampoco la labor de mecenazgo del Cardenal Belluga, especialmente por la construcción y adorno de la capilla de los Dolores y el colegio jesuita fundado en 1740. Y por último, el pueblo que con sus aportaciones dinerarias seculares para pagar indulgencias, diezmos, legados, patronatos, mandas, misas, entierros, etc., con los que creían ayudar a la salvación de sus almas, fueron los que sufragaron gran parte de los edificios, altares, retablos, pinturas, imágenes, joyas y demás ornamentos religiosos.
En cuanto a los estilos arquitectónicos imperantes en Motril podemos afirmar que lo más predomina básicamente es el protobarroco, aunque con indudables aportaciones del mudéjar y del barroco pleno. El desarrollo de la estilística de la arquitectura religiosa se inicia en Motril con el gótico-mudéjar de la Iglesia Mayor, el mudéjar de la parroquia de Pataura y las ermitas de San Sebastián, San Roque y primera construcción de la ermita de la Virgen de la Cabeza; continua en los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII con la simbiosis estilística entre las tradiciones mudéjares y el manierismo prebarroco que significa la iglesia de la Victoria; sigue con las nuevas soluciones arquitectónicas del protobarroco en ensaya Ambrosio de Vico en el crucero de la Iglesia Mayor, el nuevo edificio para santuario de la Virgen de la Cabeza, en estos años declarada patrona de la villa, y las iglesias de San Francisco, Capuchinos y ermitas del Carmen y San Antonio de Padua; barroco pleno en la ermita de la Virgen de las Angustias y en los camarines de la Virgen de la Pastora en Capuchinos, Virgen de la Cabeza y Virgen del Carmen y capilla mayor de la iglesia del Hospital, para terminar con el historicismo eclectista de las iglesias del convento de las Nazarenas y de la Garnatilla, obra de Domingo Tomás, ya a fines del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX.
En cuanto a los artistas que trabajaron en la construcción de todas estas iglesias y ejecución de retablos, imágenes, pinturas y adornos de ellas, conocemos a muy pocos. Citaremos a continuación someramente los que, por el momento, la documentación histórica existente o investigada nos ha legado el recuerdo de sus nombres y sus obras en Motril hasta el siglo XIX:
Ambrosio de Vico. Arquitecto. Nave de crucero de la Iglesia Mayor. 1604.
José de Bada y Navajas. Arquitecto de la capilla de los Dolores, 1738.
Isidro La Chica. Maestro de Obras. Iglesia de la Virgen de la Cabeza. 1631.
Alonso Márquez. Maestro de Obras. Primera construcción de la Iglesia Mayor. 1510.
Martín de Soto. Maestro de Obras. Crucero de la Iglesia mayor. 1604.
Juan Sánchez. Maestro de Obras. Crucero dela Iglesia Mayor. 1620.
Miguel Cirre. Arquitecto. Torre de la Iglesia Mayor. 1805.
Josep de Voxos. Maestro de Obras. Iglesia del Hospital. 1667.
Juan Montero. Maestro Herrador. Capilla de los Dolores, 1738.
Francisco Navajas. Maestro Cantero. Capilla de los Dolores. 1738.
Pedro Bosquera. Maestro Cantero. Crucero de la Iglesia Mayor. 1607.
Diego de Ventura. Maestro Pintor. Crucero y Sagrario de la Iglesia Mayor. 1610.
Bartolomé de Raxis. Pintor. Sagrario de la Iglesia Mayor. 1605.
Gaspar de los Reyes. Maestro Ensamblador. Sagrario de la Iglesia mayor. 1625.
Miguel del Castillo. Maestro Cantero. Crucero de la Iglesia Mayor. 1606.
Bartolomé Fernández Lechuga. Maestro Cantero. Crucero de la Iglesia Mayor. 1610.
Pierre Macera. Maestro Cantero. Pila Bautismal de la Iglesia Mayor. 1580.
Jerónimo de la Cárcel. Maestro pintor y tallista. Retablo principal de la Iglesia Mayor. 1704.
Martin Aranda. Maestro Cantero. Escudos arzobispales para la Iglesia Mayor. 1606.
Antonio Cabello. Maestro Tallista. Retablo de Santa Teresa en la Iglesia Mayor. 1780.
Manuel Rejano. Maestro Tallista. Retablos de las capillas del Nazareno y Cristo de Pataura en la Iglesia Mayor 1780.
Juan de Alcántara. Maestro de Obras. Capillas en la Iglesia Mayor. 1780.
Antonio Pérez Bailón, Maestro Carpintero. Campanario Iglesia Mayor. 1780.
Félix de Rivas. Maestro Tallista. Púlpitos para Iglesia Mayor. 1783.
Francisco de Rivas. Maestro de Obras. Nueva nave Iglesia Mayor, 1783.
Pedro Machuca. Pintor. Capilla del Vicario Herrera, 1536.
Francisco Vidal. Maestro de Obras. Nave nueva de Iglesia Mayor. 1783.
Francisco Cirre. Maestro Obras. Nave nueva de la Iglesia Mayor. 1783.
Antonio Díaz Alcántara. Maestro de Obras. Nave nueva de la Iglesia Mayor. 1804.
José Díaz Alcántara. Arquitecto. Iglesia del convento de las Nazarenas. 1833.
Ambrosio Martínez de Bustos. Pintor. Cuadro Inmaculada de la Iglesia Mayor. S. XVII.
Cristóbal Hernández. Maestro Carpintero. Obras en la Iglesia Mayor. 1636.
Antonio Rufo. Pintor. Insignias en diversas capillas de la Iglesia Mayor. 1637.
Micael Alfaro y Serrano. Maestro Escultor. Imágenes titulares de la Cofradía de Jesús Nazareno. 1636.
Fernando Ortiz. Maestro Escultor. Imagen de la Divina Pastora para la Iglesia de Capuchinos. 1746.
José de Villoslada. Maestro Tallista. Sillería del Coro de la Iglesia Mayor. 1803.
Domingo Tomás. Arquitecto. Iglesia de la Garnatilla. 1797.